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  • El último viaje de Jim Morrison: del hastío de la fama al exilio en París, donde murió convertido en poeta

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/07/2025 04:31

    Una de las fotos más emblemáticas de Jim Morrison, quien tenía una fuerte presencia escénica © 2024 Zuma Press/The Grosby Group El 3 de julio de 1971, Jim Morrison moría en París a los 27 años. Más de medio siglo después, su figura no se ha desvanecido: permanece como ícono cultural, mito contracultural y poeta maldito. Morrison no fue solo el cantante de The Doors: fue también un provocador, un lector voraz, un joven desbordado por su tiempo que, con letras cargadas de visiones. Convertido en símbolo de libertad, exceso y sensibilidad, supo encarnar las tensiones de una generación que buscaba nuevas formas de ver, sentir y decir. Su voz profunda, sus letras densas y su fuerte presencia escénica marcaron una época que aún resuena. “Creo que a menudo, la poesía está muy ligada a la música, dijo un Jim Morrison barbudo, en una de sus últimas apariciones en la televisión. “Hay que dejar que la música te lleve a otro estado mental con su carácter hipnótico. Te deja libre para que aflore el inconsciente. No importa a dónde”. Jim Morrison acompañado por su novia Pamela Courson, en un rincón de París París: retiro, poesía y ocaso En marzo de 1971, Morrison se instaló en París con Pamela Courson, su pareja. Buscaban dejar atrás el caos mediático y judicial de Estados Unidos. Jim Morrison había recibido una sentencia por exhibicionismo en un concierto realizado en Miami en 1969. Había llegado tarde y ebrio al show en el que se lo acusó de haber mostrado sus genitales al público, sin embargo nunca hubo ninguna prueba concluyente. Sí se cree que incitaba a los asistentes a subirse al escenario y desnudarse. Aunque la condena de seis meses de cárcel todavía se encontraba bajo apelación, informó la prensa en ese momento que el proceso legal sumaba presión sobre el vocalista. La estancia en París también coincidió con un periodo en el que el músico lidiaba con problemas de salud y adicciones, factores que influenciaron en su búsqueda de distancia y cierto anonimato lejos de su país. Así, Morrison intentó en Francia hacer un paréntesis. Jim Morrison, el cantante de The Doors, interpreta uno de los temas más famosos de la banda que sigue sonando. La pareja eligió un departamento en el 17 de la rue Beautreillis, en el melancólico barrio de Le Marais. La capital francesa representaba para él una promesa: refugio creativo, ciudad literaria, cuna de sus poetas favoritos —Baudelaire, Rimbaud, Verlaine— y posible punto de partida para una nueva etapa. Durante sus primeros días, intentó escribir con disciplina. Retomó antiguos poemas, revisó cuadernos, habló de editar nuevos libros. Publicó tres títulos: Las nuevas criaturas (1968), Los señores (1969) y Una oración americana (1970). A través de ellos buscaba trascender el rock y ser reconocido entre los grandes nombres de la literatura moderna. Su ambición, sin embargo, pronto se diluyó en una rutina de bares, caminatas errantes y consumo sostenido de alcohol y drogas. Una de las últimas fotos de Jim Morrison luego de instalarse en París © 2024 Zuma Press/The Grosby Group París fue testigo de ese intento de reconstrucción y también de su desmoronamiento. Lo veían deambular sin rumbo, con barba descuidada, casi irreconocible. Lejos del escenario, Morrison parecía fundirse con la ciudad. Pero su magnetismo persistía, incluso en el ocaso. Una de las obras que escribió en París (Foto: Laberinto Ediciones //Librería El Sótano) Una muerte rodeada de dudas La madrugada del 3 de julio de 1971, Pamela Courson se despertó en el departamento parisino. Jim no estaba en la cama. Lo encontró en la bañera, inmóvil, con los brazos apoyados sobre los bordes y una expresión serena. Según contó ella más tarde, parecía dormido, como si estuviera haciéndole una broma de mal gusto. Pero el silencio del cuarto de baño no dejaba lugar a dudas: Morrison estaba muerto. Pamela y Jim habían llegado a París tres meses antes buscando escapar del vértigo estadounidense. Pero la calma no fue duradera. En la capital francesa, alternaban días de reclusión con noches de bares, alcohol y heroína. La versión oficial señaló que Morrison murió por un paro cardíaco. Así lo certificó un médico. Jim tenía 27 años. No se le realizó autopsia porque la ley francesa no la exigía si no existían signos de violencia. La policía aceptó la explicación de muerte natural y no consideró necesario investigar más. Ese detalle, desde el primer momento, desató controversias, sospechas y mitos que se extenderían durante décadas. Courson habló con los pocos amigos que tenían en París. La noticia se manejó con extremo hermetismo. El mánager de The Doors, Bill Siddons, viajó a Francia al día siguiente. Para evitar la descomposición del cuerpo, decidieron mantenerlo en hielo durante varios días en el mismo departamento. Junto con Pamela, decidieron que el anuncio oficial se hiciera seis días después del fallecimiento, para evitar la irrupción de la prensa y la llegada de fanáticos al funeral. El velatorio se realizó a puertas cerradas, con escasos testigos. El cuerpo jamás fue exhibido, ni siquiera entre sus allegados. El ataúd permaneció cerrado hasta el momento de su entierro. El 7 de julio, Morrison fue sepultado en el cementerio Père-Lachaise, entre lápidas de otros nombres célebres: Oscar Wilde, Marcel Proust, Edith Piaf. Su tumba, inicialmente anónima, sería con el tiempo uno de los lugares de peregrinación más visitados del mundo. La falta de un certificado de defunción explícito, la ausencia de imágenes del cuerpo y las contradicciones en los relatos desataron una catarata de teorías. Algunos hablaron del ocultamiento de una sobredosis accidental de heroína —la droga que tanto él como Pamela consumían, y que terminaría por llevarse también la vida de ella en 1974—. Otros, de una posible mezcla letal con alcohol. No faltaron las hipótesis conspirativas: que fue asesinado, que murió en otro lugar y trasladaron su cuerpo, que fingió su muerte para escapar de la fama. Un nuevo documental vuelve sobre esta descabellada hipótesis “Before The End: Searching for Jim Morrison” Imagen del trailer de Before the End: Searching for Jim Morrison Ray Manzarek, el tecladista de The Doors, llegó a decir: “Si existe un tipo capaz de escenificar su propia muerte, ese tipo es Jim Morrison”. Para otros, como Danny Sugerman, colaborador cercano, la muerte fue el final lógico de un proceso autodestructivo al que todos asistían con impotencia. Los documentales, biografías y artículos posteriores no hicieron más que reforzar el mito. La tumba, en cambio, se transformó en altar. Grafitis, botellas, cartas, fotografías y versos se acumularon durante años. En la piedra donde yace Jim Morrison no está escrito “cantante” ni “poeta”, sino una frase en griego antiguo: “Kata ton daimona eaytoy”, que puede traducirse como “fiel a su propio espíritu”. Nadie sabe con certeza qué ocurrió aquella noche, pero desde ese instante, Jim Morrison dejó de ser solo un músico para convertirse en leyenda. Tumba de Jim Morrison, en el cementerio parisino de Pere Lachaise. EFE/ARCHIVO Un padre militar Nacido el 8 de diciembre de 1943 en Melbourne, Florida, Morrison fue hijo de un militar de carrera. Su infancia transcurrió entre mudanzas, rigidez y distancia emocional. Pero un episodio marcó su vida: a los siete años, en un viaje familiar por el desierto, presenció un accidente de camión con trabajadores indígenas. Algunos estaban muertos. “Los fantasmas se agolpan en la mente quebradiza del niño”, escribiría luego. Ese recuerdo —real o transfigurado— se convirtió en símbolo. Morrison decía que el espíritu de uno de esos indígenas había entrado en su cuerpo. Desde entonces, el tema del trance, de la posesión y del límite entre mundos fue constante en su obra. Leía con intensidad: desde demonología inglesa hasta filosofía existencialista. Admiraba a William Blake, Nietzsche, Kerouac, Artaud. Sus profesores lo consideraban brillante e inquietante. En la UCLA estudió cine, dirigió cortos experimentales y fue allí donde conoció a Ray Manzarek. Ese encuentro fue el comienzo de The Doors. Jim Morrison en sus épocas de estudiante Morrison y Manzarek formaron The Doors con John Densmore (batería) y Robby Krieger (guitarra). El nombre surgió del ensayo de Aldoux Huxley The Doors of Perception, inspirado en William Blake: “Si se limpiaran las puertas de la percepción, todo aparecería como realmente es: infinito”. La banda debutó en 1967 con un disco homónimo que incluía “Light My Fire”, “The End” y “Break on Through”. Le siguieron Strange Days, Waiting for the Sun, Morrison Hotel, L.A. Woman. En cinco años editaron seis álbumes y dejaron una huella profunda en la historia del rock. The Doors mezclaba psicodelia, blues, jazz libre y poesía simbólica. Morrison no solo cantaba: provocaba. Sus recitales eran rituales, su presencia magnética. En “The End” evocó el incesto edípico, desbordó a la policía en escena y convirtió el escenario en un espacio de trance. Además de buena música, el grupo llevó la poesía a sus canciones y el centro del rock. Fue literatura amplificada, arte total. Su influencia abarcó cine, literatura, artes visuales. La apertura de Apocalypse Now de Francis Ford Coppola con “The End” lo confirma: Morrison sigue abriendo puertas. Coppola fue compañero de Morrison en la universidad. Provocación, excesos y fracturas Morrison fue una figura ambigua: de brillo, talento y un enorme poder de autodestrucción, como los integrantes del selecto club de los 27, grandes artistas que murieron a esa edad de forma trágica en la cima de sus carreras (entre ellos Jannis Joplin, Jimi Hendrix, Kurt Cobain y Amy Winehouse). Se autodenominó “El Rey Lagarto”, figura mítica de su poema The Celebration of the Lizard. La prensa lo convirtió en símbolo del escándalo. Uno de los más recordados lo había provocado el 9 de diciembre de 1967. Se trató del primer arresto de una estrella de rock en vivo sobre el escenario. Todo había comenzado antes del show, cuando un policía lo sorprendió teniendo sexo en un baño con una fan en la ducha del backstage. Sin reconocerlo, le tiró gas pimienta. Ya en el escenario, Morrison relató el incidente frente al público con su estilo provocador y la policía lo terminó arrestando frente a todos. El concierto derivó en un caos, con 13 personas detenidas y Jim convertido en el chico rebelde del rock. El video muestra cómo en pleno concierto en el New Haven Arena, el líder de The Doors es llevado por la policía Su relación con el poder fue de confrontación. Desafió la moral, la autoridad, la familia. En su obra abordó el sexo, la muerte, la locura, la libertad. Encarnó una forma extrema de autenticidad. También hubo sombras. Episodios de violencia, vínculos tóxicos, conductas abusivas. Pamela Courson fue su pareja y, a veces, víctima. En diversas biografías y testimonios coinciden en que su vínculo estuvo marcado por las peleas frecuentes, celos, drogas y episodios de violencia verbal y emocional. Jim Morrison murió joven, pero nadie se olvidó de él y ni de su obra. Su tumba en Père-Lachaise sigue recibiendo cartas, flores, botellas, grafitis. Se reedita su obra poética. Nuevas generaciones lo descubren a través de biografías, películas, discos. En su voz conviven el deseo, la ruina y la belleza. Cantó sobre el fin, pero también sobre la posibilidad de traspasar los límites. En un tiempo que buscaba sentidos nuevos, él ofreció un espejo oscuro y fascinante.

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