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  • Nicolás Massot: “Macri debe estar arrepentido de apoyar a Milei tan impulsivamente”

    » Misionesparatodos

    Fecha: 02/07/2025 15:02

    El diputado consideró que fue un desacierto desarmar la principal coalición opositora en la Argentina y afirmó que Juntos por el Cambio podría haber sido la fuerza que pusiera límites a Javier Milei. El diputado de Encuentro Federal Nicolás Masot lamentó la disolución de la alianza Juntos por el Cambio y consideró que el PRO desperdició la oportunidad de sostener un espacio que podía llegar a tener más legisladores que el peronismo. “El sector del PRO que termina queriendo forzar un acuerdo lo hace totalmente despegado de su identidad, y simplemente por un negocio electoral”, dijo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3). Nicolás Massot es economista y diputado nacional del bloque Encuentro Federal por la provincia de Buenos Aires, electo en 2023. Desde diciembre de 2021 hasta diciembre de 2023 fue concejal por el partido de Tigre, donde vive. En la coalición Juntos, entre 2015 y 2019, fue diputado nacional por Córdoba, presidente además del bloque de diputados del PRO en la Cámara Baja. Recién hablábamos con Guillermo Oliveto y planteaba que, más o menos, el 30 % de la gente está mejor y el 70 % de la gente está peor. Y entonces encontraba cierta contradicción con los índices de aprobación del Presidente, cercanos al 50%, y él decía que la diferencia entre el 30% y el 50% era esperanza, que obviamente se consume con el tiempo. Y reflexionábamos que a lo mejor no está tan bien Milei como parece, y a lo mejor no logra en los resultados electorales, el triunfo que espera. Hasta ahora, por lo menos en cada uno de los lugares en los que que hay elecciones —es cierto, muy locales— pero no supera nunca el 30 %. Entonces vos, Nicolás, que siempre fuiste un cultor de la construcción de una alternativa moderada, ¿creés que se pueden estar creando condiciones electorales para que emerja una alternativa que no sea ni kirchnerista ni mileísta y que termine dándonos una sorpresa? Yo creo que antes que eso, lo importante es que se forme —y es lo que intentamos hacer nosotros en el Congreso, con algún grado de éxito en algunas cosas—, que se forme un contrapeso institucional a esta dialéctica maniquea entre kirchneristas y mileístas. Por supuesto que, una vez que uno logra representar, en cuestiones puntuales —como pueden ser los presupuestos universitarios, la defensa de la ciencia y la tecnología, la defensa del poder adquisitivo de los jubilados, y una cantidad de cuestiones que se han discutido en estos 18 meses—, que exista un correlato electoral de eso es un poco más natural. Yo te diría, de tu reflexión inicial, de si Milei está muy bien o no está tan bien como parece, yo creo —sin querer caer en un juego de palabras— que lo importante es cómo está la realidad económica y social del país. Y yo creo que ahí, al igual que la imagen de Milei, que obviamente guarda relación con eso, hay claroscuros. Uno sería muy necio si no pensara que el gobierno ha tenido algunos aciertos. Que la gente necesitaba poder volver a planificar, y para eso era muy urgente una estabilización en los precios. Bueno, eso es una obviedad. La desintermediación de los planes sociales fue un acierto. La agenda desregulatoria, más allá de algunos furcios que han cometido, creo que es acertada. Ahora, eso puede representar en parte la aprobación del Presidente. Lo que hay que abandonar es esta idea de que o está todo bien —y esos aciertos justifican las cosas que hacen ruido— o está todo mal y el gobierno tiene que terminar. Porque lo cierto es que lo que nosotros intentamos representar en el Congreso, y lo vamos a intentar electoralmente, es un espacio que también adhiera a la defensa irrestricta de la propiedad privada, al fomento de la iniciativa privada, la desregulación de la economía, la reducción de los impuestos, y muchísimas otras cuestiones que tal vez este gobierno intenta sostener, pero con una seria defensa de la industria nacional y del empleo argentino, con el ser humano en el centro, digamos. Porque, finalmente, yo creo que este gobierno adolece —y con esto termino esta introducción— de los dos rasgos principales que cada partido han representado, los dos partidos de masas tradicionales en la Argentina. Carece, sin duda, del apego institucional y de la defensa republicana y democrática de la Unión Cívica Radical. Y, sin ningún lugar a dudas, carece absolutamente de los conceptos equilibrados de justicia social y de favorecer el crecimiento del trabajo dentro de un marco capitalista que siempre representó el peronismo original. Entonces, yo creo que hay lugar para una síntesis, efectivamente. Tenemos pautada una nota con Emilio Monzó una entrevista para los próximos días. Y Emilio le plantea a los Macri que el PRO tiene que volver a su lugar y aspirar a representar algo más cercano al centro o a la centroderecha. Concretamente, tomar distancia del gobierno y no hacer una alianza electoral en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo. ¿Cuál es tu propia opinión, si nos podés ampliar este concepto? Bueno, yo sinceramente creo que, a esta altura, probablemente los Macri y una buena parte del PRO deben estar arrepentidos de haber sido tan impulsivos en diciembre del '23 y haber dado por sentado que lo que empezaba en la Argentina era un gobierno parecido a los valores del PRO y de Cambiemos, y que encima iba a tener la generosidad de dejarse ayudar. Nada de todo eso pasó. Creo, además, que el sector del PRO que termina queriendo forzar un acuerdo lo hace totalmente despegado de su identidad, y simplemente por un negocio electoral, de algunos cargos y de la supervivencia electoral. Y te voy a decir más: el bloque que nosotros formamos en diciembre del '23 nació precisamente del desacuerdo en que se desarmara Juntos por el Cambio para iniciar un desembarco prematuro en el gobierno de Milei. Todos, o la mayoría de los que estamos en el bloque —desde Miguel Pichetto, Emilio Monzó, Ricardo López Murphy, Rogelio Frigerio, Ignacio Torres, Margarita Stolbizer, mi persona, Oscar Agost Carreño— fuimos todos parte de Juntos por el Cambio. Es decir, que ese bloque lo que representa fue el desacuerdo de que desarmáramos a la principal coalición opositora en la Argentina, que gobierna 10 provincias, más de 300 municipios, y que podría haber tenido bloques en las dos Cámaras más grandes que el propio peronismo, y haberse constituido, al mismo tiempo, en la garantía de gobernabilidad y en la garantía de límite, en simultáneo, de este gobierno. Yo creo que, a esta altura, gran parte del PRO debe estar arrepentido, y está intentando ver cómo maniobrar después de haber comprometido la palabra y las acciones en defensa de cuestiones que, probablemente, en el PRO pensaban que iban en una dirección, y el gobierno terminó utilizando para llevar al país a otra dirección. Y aunque ya no sean como primos interpares, ¿te imaginás posible que se creen las condiciones para que se vuelva a crear algo parecido a Juntos por el Cambio, y se vuelva a juntar parte del radicalismo, parte del PRO que no haya quedado cooptado por La Libertad Avanza, incluso —agrego— del peronismo no kirchnerista? ¿Te imaginás una alianza más grande inclusive que Juntos por el Cambio, en un futuro, como alternativa? Una especie de límite sanitario al libertarismo. Más que límite sanitario, Jorge, yo lo que me gustaría es poner mi energía —y lo intento hacer— en que vuelva a emerger dentro del sistema de partidos argentino una garantía de largo plazo. ¿Qué significa esto? Que, finalmente, no va a haber nunca una tasa de inversión relevante para generar empleo sostenidamente, sacar más argentinos de la pobreza y mejorar el poder adquisitivo —que es, finalmente, todo lo que la gente necesita para que después, con libertad, cada uno pueda decidir el plan de vida que desea vivir, y cómo desea realizarse dignamente—. Esa es la verdadera base de todo liberalismo, y que este gobierno parece haber olvidado. Es decir, para que eso ocurra, lo que tenemos que lograr es un sistema de partidos que abandone la relegitimación permanente de extremos antagónicos. Porque si no, esa dinámica explica la ganancia de corto plazo electoral para ambos extremos, y la inexistencia permanente de un largo plazo. Porque, obviamente, si cada dos o cuatro años el riesgo de alternancia lo representa tu antípoda, tu antagónico, entonces nada tiene solución de continuidad. Bueno, no hay ninguna posibilidad de que los proyectos privados de inversión y de empleo que tengan un horizonte de realización mayor a cuatro años —que es la mayoría de las inversiones relevantes—, no hay ninguna posibilidad de ocurrencia. Entonces, la garantía de largo plazo es que emerja, o que se reorganice un centro político que —no por centro— sea difuso ni dubitativo, sino que sea tan apasionado como los extremos por garantizar la propiedad privada, el régimen de instituciones capitalistas, pero con un gobierno presente que garantice lo que ya sabemos todos que el mercado no garantiza, que es un piso mínimo de dignidad. Que esto no se transforme en una autocracia de los costos de producción, y que no nos querramos parecer a Indonesia, a Taiwán o a China. Porque nosotros, cuando compramos productos argentinos —que, sin lugar a dudas, como en el resto del mundo, son más caros que los de otros países—, estamos pagando una forma de vida. Estamos pagando aguinaldo, vacaciones; estamos pagando la condena al trabajo infantil, al trabajo esclavo; estamos pagando cobertura social, cobertura médica, cobertura previsional. Y la verdad es que yo estoy muy de acuerdo con todo eso. Entonces, yo creo que eso hay que reivindicarlo. Hay que reivindicar una cierta cuota de política industrial inteligente. Hay que reivindicar —siempre dentro del marco de la justicia, de lo merecido en función del mérito y del trabajo— una cuota de redistribución sana que garantice, de vuelta, para los más necesitados, ese principio de subsidiariedad que la doctrina social de la Iglesia siempre reivindicó. Es decir, yo creo que eso es lo que tiene que surgir. Y eso va a dar largo plazo, porque eso va a generar continuidad en muchas de las instituciones que deben garantizar inversiones. No estoy hablando de un antagónico al régimen actual, estoy hablando de una superación, de un equilibrio. Alejandro Gomel (AG): Quería llevarlo a la coyuntura, y sobre todo a lo que está pasando en la Cámara de Diputados con el caso de Libra. ¿Logró el gobierno frenar el tema en la Cámara? Bueno es sin duda, lo que más energía le ha consumido al gobierno. Es notable que —digamos, nosotros lo vemos por sus reacciones— lo que realmente ponen siempre primero de todo, antes que cualquier cuestión de agenda social o pública, es que la hermana del Presidente no quede expuesta. Ese es el principal interés del gobierno en este momento. Y es muy llamativo, porque yo siempre digo lo mismo: yo le doy el beneficio de la duda a cualquier ciudadano —está en nuestro compendio legal— y especialmente al Presidente. Entonces, si —como dijo Guillermo Francos, después de haber procrastinado mucho las explicaciones y haber asistido al Congreso recién 90 días después de consumada la estafa— si, como dijo, en realidad el gobierno y el Presidente fueron estafados —aunque se negó a decirnos por quién. Se negó a decirnos quién fue el que le acercó el papelito, el WhatsApp, el mail, el mensaje o le dictó al oído ese código encriptado tan complicado de memorizar que el Presidente posteó, sin duda, tan solo 11 minutos después de registrar la criptomoneda—... pero se negaron a decirnos quién fue. Y el Presidente, encima, se niega a denunciarlo en la Justicia. Entonces, es el único caso que yo conozco de alguien que se considera estafado, pero que está cómodo con ser el principal denunciado como estafador. Es como una enorme contradicción que pasan los días y el gobierno insiste en no esclarecer. Entonces yo digo: es muy fácil. Acá no hay tres posiciones. El Presidente o fue estafado o fue parte de la estafa. Es decir, o todo esto es lo que parece —y es que efectivamente alguien del entorno del Presidente, o el propio Presidente, se benefició económicamente por un desplazamiento patrimonial multimillonario que lo tuvo a él como partícipe necesario y eventualmente voluntario—, o, si eso fue involuntario, él tiene el deber de denunciarlo. Pero el deber frente a la sociedad argentina de denunciarlo. Entonces, él tiene que definir, y definirnos, si fue estafado o si es estafador. Elizabeth Peger (EP): Han aparecido en los últimos días, algunos elementos en materia económica y financiera que empiezan a generar bastante incertidumbre. No sé si tuvo oportunidad de ver o de leer el informe de JP Morgan del día viernes, que recomendó desarmar las inversiones para quienes estaban con operaciones de carry trade en la Argentina. También, la semana pasada, el dato vinculado al profundo deterioro de la cuenta corriente —el déficit de casi 5.200 millones— y el propio gobierno, o el Ministerio de Economía, aceptando que puede ser del 2 % del PBI. Aparecen estos elementos también en medio de la campaña. ¿Cómo lo observan ustedes, y si no es un elemento que podría, de alguna manera, oscurecer también los planes del gobierno en materia electoral? Mirá, todo lo que vos mencionás es obviamente preocupante, y son señales de alarma objetivas que el gobierno hace lo imposible por tapar el sol con la mano. Pero en economía siempre lo más difícil es determinar cuándo van a ocurrir las cosas. Es más difícil determinar el cuándo que el qué. Y yo creo que va de suyo que, con la dinámica actual, la Argentina no está pudiendo financiar su restricción externa de manera endógena. Es decir, no estamos acumulando dólares por comercio. Los únicos dólares que hemos acumulado han sido stocks: el stock del blanqueo, el stock de los dólares que vinieron para pagar el adelanto de cinco años de Bienes Personales. El stock de los dólares que vinieron el año pasado para pagar la moratoria de las personas jurídicas, el stock que representa el nuevo crédito con el Fondo Monetario Internacional y con otros organismos, el nuevo stock que el gobierno intenta ahora —que es como esta suerte de blanqueo generalizado para que la gente bancarice dólares informales—, el stock del dólar soja, que terminó no hoy… Es decir, no hay nada, no hay ninguno de los flujos de comercio, de turismo y de repago de deuda que tiene que afrontar frecuentemente el gobierno que sean financiados con otros flujos. Y los stocks se acaban. Y ya se están acabando pronto. Es decir, ¿cuándo eso ocurra? Bueno, es más difícil saberlo. Y yo quiero ser prudente. Pero no hay ningún tipo de dudas de que, cuando el gobierno deje de intervenir en los futuros del tipo de cambio, y realmente libere —cosa que no está ocurriendo—, libere el cepo de verdad, las empresas y todas las restricciones que todavía permanecen en el mercado de cambios... va a haber una corrección en el tipo de cambio importante, que precisamente equilibre los flujos. Ahora bien, déjame decirte que lo más preocupante de todo —yo no leí el informe de JP Morgan más allá del copete, no me sorprendió—, la verdad que era algo esperable. De vuelta: era difícil adivinar qué iba a pasar el día que pasó, pero era muy esperable que pasara. El desarme va a ser generalizado en algún momento, es todo una cuestión de expectativas. Pero lo que sí leí pormenorizadamente —y trato de seguir en base mensual— es el informe de empleo del INDEC. Y yo creo que el gran problema está en la falta de trabajo. Porque eso sí es un flujo que crece todos los días. La cantidad de pedidos diarios que todas las oficinas de ANSES están recibiendo de solicitudes de fondo de desempleo son alarmantes, son récord. El desempleo creció en 18 meses un 25 %, de 6,4 a casi 8. Parece poco en términos absolutos. Bueno, un punto y medio es un montón. Son cientos de miles de personas que se han quedado sin trabajo. Es algo que va a continuar, porque generalmente las pymes y las empresas lo que más defienden son sus trabajadores, que son muy difíciles de reponer. Las empresas dejan de pagar primero los impuestos, los servicios, y dejan de invertir. Pero lo que más defienden es la mano de obra. Con lo cual, yo creo que la peor parte del desempleo, de las suspensiones y de la destrucción de empleo está por venir en el corto plazo. Y eso sí que es preocupante. Porque cuando uno pierde el empleo, ya no hay baja de la inflación, ni estabilización, ni anuncio público que pueda servir de consuelo. Y, como vimos a finales de los 90, la industria que cierra, la pyme que se vende o que despide a sus empleados, difícilmente en el futuro se vuelva a reconstruir. Ese es un costo muy severo que está pagando la Argentina, y es lo que a mí más me preocupa. Y creo que es lo que, finalmente, va a degradar más la legitimidad de este gobierno.

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