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Fecha: 02/07/2025 15:00
Con la salud como vocación y la enfermería como bandera, Mirta Raquel Sánchez ha dejado una huella imborrable en el Hospital Madariaga de Posadas. A sus 63 años, y tras 44 de servicio en diferentes instituciones, acaba de cerrar un capítulo importante en su vida laboral, marcando su última jornada en el hospital que la vio crecer profesionalmente. “Soy Mirta Raquel Sánchez, tengo 63 años, empezando mi jubilación a partir del martes. Hoy lunes es mi último día”, comparte con una sonrisa llena de orgullo y gratitud. Mirta llegó al Hospital Madariaga en 2010, cuando junto a un grupo de profesionales de la salud, comenzaron a trabajar en la inauguración de este centro, que hoy es un referente en la región. “Acá vinimos en el 2010, empezamos la guardia, un grupo de enfermeros, médicos, kinesiólogos. Todo era diferente al hospital anterior donde trabajaba”, relata. Desde entonces, su labor ha sido fundamental en la formación y atención de pacientes, además de acompañar a las nuevas generaciones de profesionales que pasaron por sus manos. “Fui una de las más grandes de la guardia, junto a un compañero, que por ahí yo le decía mamá, mamita”, comenta con cariño. La experiencia adquirida en estos años le permitió acompañar a muchos jóvenes en sus inicios, transmitiendo conocimientos y valores que hoy la llenan de orgullo. “Me llevo lo más grande de todos, porque la verdad que estoy muy orgullosa con todas las personas que conocí. La mayoría me apreciaba y respetaba”, expresa Mirta, quien se despide con un profundo agradecimiento a Dios, a su familia y a todos quienes formaron parte de su trayectoria. Antes de su paso por Posadas, Mirta inició su carrera en 1981 en El Dorado, Misiones, donde trabajó hasta 2006. “Trabajé ahí hasta el 2006 y después tuve que venir por trabajo a Posadas”, explica. Su mensaje para las nuevas generaciones es claro y alentador: “Sigamos adelante. Esto es bueno, nos llena el alma y hace muchas cosas buenas por las personas que nos necesitan tanto”. Con una sonrisa de satisfacción, Mirta concluye: “Tenerle mucha contención y paciencia a los pacientes y sus familiares es fundamental. ¡Un beso gigante a todos!”. Su historia es un ejemplo de dedicación, compromiso y amor por la profesión, que deja un legado imborrable en la salud de los misioneros y en quienes tuvieron el privilegio de compartir su camino.
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