01/07/2025 22:18
01/07/2025 22:16
01/07/2025 22:15
01/07/2025 22:14
01/07/2025 22:14
01/07/2025 22:14
01/07/2025 22:13
01/07/2025 22:13
01/07/2025 22:12
01/07/2025 22:11
» Primerochaco
Fecha: 01/07/2025 11:40
En la Escuela N.º 37 “Primera Junta de Pueyrredón”, ubicada en la esquina de calles 20 y 25 frente a la plaza Leandro Alem de Presidencia Roque Sáenz Peña, un proyecto liderado por la docente Mónica Petrovich está generando un verdadero impacto en la comunidad educativa y en el entorno: “Mi Escuela Libre de Basura”. La propuesta nació a partir de una observación cotidiana: los chicos caminaban por los pasillos sin recoger los papeles que encontraban. A partir de ese simple hecho, Petrovich impulsó una iniciativa que combina educación ambiental, reciclaje, inclusión y trabajo en equipo, con resultados notables. De la basura al aula: conciencia que se construye El eje central del proyecto son los ecoladrillos, botellas plásticas rellenas con papeles no orgánicos y secos (como envoltorios de caramelos, paquetes de fideos o golosinas), compactados cuidadosamente. Estos ecoladrillos, elaborados por los alumnos y sus familias, se transformaron en “ecobancos”, mobiliario funcional para la escuela, y más recientemente en el innovador sillón inclusivo “Ecoabrazo”, diseñado para facilitar la movilidad de alumnos con dificultades motrices y fomentar la lectura. “Ese sillón no solo cumple la función de una silla de ruedas dentro del aula, sino que además tiene un espacio para libros. Permite a los niños desplazarse por los distintos espacios de lectura. Es práctico, inclusivo y hecho con materiales reciclables”, explicó la maestra. Una comunidad que se une y transforma Lejos de ser un trabajo individual, el proyecto sumó a padres, abuelas, comerciantes locales y docentes de otras instituciones. “Hay abuelas que desde el campo nos mandan botellas limpias y papeles. Es un trabajo comunitario que también actúa como una forma de terapia, de unión familiar, y de compromiso con el medioambiente”, detalló Petrovich. La Cámara de Comercio local también colaboró con materiales como carreteles para la base del sillón. El Colegio Industrial de la ciudad se sumó recientemente para ayudar con herramientas específicas y mejoras en el diseño del Ecoabrazo, demostrando el valor pedagógico y social de este tipo de alianzas. Educación ambiental visible y tangible “Las campañas ecológicas muchas veces quedan en teoría. En cambio, esto es algo que los chicos pueden ver, tocar, construir. Eso tiene un impacto directo en la conciencia que se llevan a casa”, afirmó Petrovich, quien también reflexionó sobre cómo los niños enseñan a los adultos hábitos de cuidado del ambiente, respeto por los animales y solidaridad. El proyecto también contempla el aprovechamiento del pan sobrante del desayuno escolar. “Les propusimos a los chicos que lo coloquen en la vereda, en un lugar limpio y visible. Se sorprenden al ver que siempre desaparece. Alguien lo necesita. Eso también es educar”, expresó. Un proyecto con trascendencia nacional El trabajo de Petrovich y sus alumnos ya trascendió los muros de la escuela. Ha sido compartido en medios nacionales y despertó el interés de otras instituciones. Sin embargo, la docente continúa con humildad, recordando que es maestra de grado, no directiva, y que actúa con responsabilidad y dentro del marco institucional. “Mi objetivo es dejar una semilla. No me importa si lo valoran o no todos. Estoy feliz con lo que generamos. Quiero que esto sirva para sembrar conciencia”, concluyó emocionada. Cómo colaborar Quienes deseen sumarse o conocer más pueden acercarse a la Escuela N.º 37, o contactarse con Mónica Petrovich a través de sus redes sociales personales, donde comparte regularmente el avance de los trabajos. Las donaciones de botellas plásticas limpias y papeles secos son siempre bienvenidas.
Ver noticia original