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  • Automedicación: el Hospital de Clínicas advierte que casi la mitad de la población recurre a remedios sin consulta médica

    Parana » Inventario22

    Fecha: 01/07/2025 09:54

    La automedicación es una práctica extendida y persistente en Argentina. Desde el Hospital de Clínicas sostienen que «aunque no existen estadísticas oficiales actualizadas con precisión, diversos estudios estiman que entre el 40 y el 50% de la población recurre al uso de medicamentos sin consulta médica«. La lista es larga. Desde antiinflamatorios y analgésicos hasta psicofármacos, el acceso libre o informal a la medicación se instaló como parte de la rutina cotidiana, y se profundiza con un Gobierno que, para favorecer a laboratorios, sumó en este año y medio más medicamentos de venta libre, como los prazoles. Especialistas advierten que esta tendencia, lejos de ser inofensiva, puede tener consecuencias graves. “La percepción de que un medicamento de venta libre no implica riesgo es un error común. Cualquier sustancia que tenga efecto terapéutico también puede tener efectos adversos si se usa sin criterios clínicos adecuados”, remarca Pia Majdalani, jefa de la División Medicina Interna General en el Hospital de Clínicas de la UBA. Entre los principales riesgos, enumera el daño renal por uso crónico de antiinflamatorios, las interacciones medicamentosas en personas con múltiples tratamientos y la posibilidad de enmascarar síntomas de enfermedades más serias. La automedicación, un fenómeno que también es cultural El fenómeno no es exclusivamente farmacológico, sino también cultural. Así lo plantea Majdalani: “mucha gente accede a medicamentos en un circuito informal: la farmacia de confianza, un consejo de familiares, la herencia de recetas previas. Eso no va a desaparecer. Por eso, más que prohibir, lo urgente es generar información accesible y clara sobre qué se puede manejar en casa, qué no, y en qué casos hay que consultar”. Uno de los núcleos más problemáticos es el uso de antibióticos sin indicación médica. El sobreconsumo de estos fármacos —en contextos de infecciones virales, resfriados o por «las dudas»— acelera la aparición de bacterias resistentes. “Esto ya no es un problema futuro. Es actual. Hay gérmenes que antes se controlaban con tratamientos simples y que hoy no responden más. Y esa resistencia se construye cada vez que alguien toma un antibiótico innecesariamente o lo abandona antes de tiempo”, advierte la médica. En el mundo la resistencia antimicrobiana es uno de los mayores problemas de salud pública. La gestión anterior había creado un grupo para abordarla, pero con la actual administración dejó de seguirse el tema. La resistencia En Argentina los antiinflamatorios, los antigripales y los antibióticos encabezan la lista de los más consumidos por quienes eligen no consultar con profesionales de la salud. “El uso de antibióticos y antimicóticos favorece la resistencia microbiana, y eso es un problema mundial. Está lleno de gente que dice ‘estoy resfriado, me tomo un Amoxidal‘, pero resulta que su cuadro es viral y no necesita ingerir antibióticos. El día que lo necesite de verdad, los gérmenes ya se habrán hecho resistentes y no le va a servir de nada”, explicó a este diario tiempo atrás Raúl Mejía, del Hospital de Clínicas. El sildenafil (más conocido por el nombre comercial Viagra) es otra de las medicaciones que se suele utilizar sin consulta médica. Esta droga, enseñan los profesionales, no se debe alternar con ciertas medicaciones como, por ejemplo, los llamados nitratos en el caso de pacientes con algunas enfermedades del corazón. La melatonina es otra medicación frecuentemente utilizada para dormir sin indicación médica, ya que es de venta libre. En muchos casos se suele tomar combinada con antihistamínicos, una mezcla que no es recomendable porque genera somnolencia, que se puede trasladar durante todo el día posterior. “La melatonina, en realidad, es una droga que sirve para mantener el ritmo circadiano –remarcó Mejía–. Pero en la mayoría de los casos, el insomnio se debe a problemas relacionados con la ansiedad o la depresión, el consumo excesivo de estímulos como la cafeína y el uso de pantallas, principalmente celulares y computadoras, que contribuyen a las alteraciones del sueño”. También en psicofármacos También preocupa el uso extendido de psicofármacos sin control profesional. Tranquilizantes como el clonazepam o el alprazolam suelen circular sin receta y bajo la idea de que “calman la ansiedad”, sin considerar el riesgo de generar dependencia física y emocional. A esto se suma la automedicación con drogas más complejas —neurolépticos o antipsicóticos— por confusión, mal asesoramiento o simple desconocimiento. Estos errores pueden provocar efectos neuromusculares agudos que llevan a las guardias hospitalarias. Majdalani subraya que es necesario diferenciar entre el “uso razonable” de ciertos recursos hogareños y el manejo indiscriminado de sustancias. “Hay molestias leves, como un resfriado común, que pueden atravesarse sin medicación. Pero hay que abandonar la idea de que cualquier malestar debe silenciarse con una pastilla. Y también reconocer que hay casos en los que la automedicación puede postergar diagnósticos importantes o agravar condiciones crónicas.” El desafío, señala, no es solo médico sino generar conciencia en la sociedad sobre esta temática: “hoy hay un exceso de información —no siempre confiable— que genera desinformación. El sistema de salud no puede responder a cada dolor de cabeza, pero tampoco se puede delegar todo en el individuo sin herramientas. La clave es formar ciudadanía sanitaria: que las personas puedan identificar síntomas que sí ameritan consulta, que conozcan sus propios antecedentes de riesgo, y que tengan profesionales de referencia con quienes pensar sus decisiones de cuidado.” Entre las redes y las publicidades engañosas A fines de noviembre, a través del Decreto 1024/2024, el Gobierno Nacional habilitó que los medicamentos de venta libre puedan ser exhibidos en las góndolas de las farmacias y las personas los adquieran de forma directa, sin intermediación de un profesional matriculado en farmacia. Los remedios de venta bajo receta sí mantendrán ese requisito. En la salud mental el problema se expone en primer plano. “Quiero destacar la presencia en los hogares de psicofármacos: esto no era así hace algunos años”, pide con gesto severo la psicóloga y docente Miriam Maidana. Enseguida aclara el interés: “La automedicación viene en aumento sostenido desde hace varias décadas, sorteando todo límite durante el encierro producto de la pandemia. Lo que sucede en los tiempos actuales está ligado, en mi experiencia, a la búsqueda de una ‘solución mágica’ que no me responsabilice, sino que apague el síntoma. Por ejemplo, no puedo dormir porque no me siento bien con mis actividades, sean afectivas, laborales, estudiantiles, familiares, amistosas. Pero quiero solucionar solo el síntoma (en este caso que no puedo dormir) así que recurro a contárselo a algunas personas, quienes no dudarán en compartirme: ‘Tomá esto, a mí se me pasó enseguida’”. Maidana, con una extensísima experiencia en trabajo con personas en situación de vulnerabilidad, reconoce que el problema se agiganta por la época: sobreinformación de efectos de la medicación vía redes (sobre todo X, antiguo Twitter) y la falta de accesibilidad a tratamientos de salud mental: “Conseguir psiquiatría por obra social o en lo público suele ser dificultoso y las consultas privadas son inaccesibles para muchos”. Para Raúl Mejía, jefe del Departamento de Medicina Ambulatoria del Hospital de Clínicas de la UBA, lo primero es distinguir entre la automedicación –donde la persona adquiere un medicamento de venta libre–, y la autoprescripción, que implica hacerse de remedios que debieran ser recetados como los antibióticos o los psicofármacos, y donde sin embargo “la gente los consigue de alguna manera y los toma como les parece”. “El primer inconveniente de la automedicación –enumera– es que uno puede estar tomando algo que no sea para lo que le está pasando. Segundo, eso que está tomando puede estar enmascarando algún síntoma de otra cosa. El tercero es que la persona puede estar gastando dinero en un producto que no se ha demostrado que sea útil, como ocurre con los polivitamínicos y por último, los efectos adversos que producen. Los antiinflamatorios, por ejemplo, pueden dañar el riñón y el estómago”. Mejía confirma que “la automedicación es un problema de salud pública frecuente”, aunque reconoce que para él “hay más uso en la actualidad porque existe mucha más propaganda de medicamentos de venta libre”. “Si uno pone la televisión a las once de la noche –insiste, y se comprueba poniendo Canal 13– se va a encontrar con un aviso detrás de otro sobre antimicóticos, vitaminas, medicamentos para bajar de peso, para las alergias, miles de productos para ser más joven, más sano, más bello y la gente los consume, aún cuando la mayoría no tenga resultados científicos comprobados. Para mí es publicidad engañosa”.

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