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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 29/06/2025 05:15
"El objetivo con este personaje era de alguna manera poder exorcizar los temores que tengo del mundo en el que vivo", dice Furriel. (Foto: Gustavo Gavotti) A los 50 años, Joaquín Furriel está cumpliendo un sueño. Lo hace por las noches, cada vez que sube al escenario para convertirse en uno de los personajes más malvados y aterradores, Ricardo III (1452-1485), último rey inglés muerto en batalla y último de la dinastía Plantagenet, a quien la historia oficial le asigna el perfil de déspota cruel y sediento de poder. Shakespeare fue posiblemente quien más éxito tuvo con su retrato del famoso monarca como un sujeto deforme y sanguinario. Esa piel, la de un hombre resentido e incapacitado para el amor por los suyos y solo apto para eliminar cualquier obstáculo en su camino al poder absoluto, es la que Furriel se prueba en cada función. Desde el 27 de junio, en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín, el actor argentino protagoniza La verdadera historia de Ricardo III, una audaz versión libre del clásico de Shakespeare escrita y dirigida por el español Calixto Bieito. La pieza, una verdadera radiografía de la maldad, cuenta con un elenco de primerísimas figuras del teatro y habilita lecturas del presente y de las nuevas formas de la crueldad humana. Su historia personal cuenta que supo muy pronto dónde quería pasar la mayor parte de su vida. Joaquín Furriel (Buenos Aires, 1974) se preparó para actuar desde los 13 años, cuando comenzó a estudiar en un taller de su escuela de Adrogué, punto de partida de un recorrido que más tarde lo llevaría a consolidar el oficio en el entonces llamado Conservatorio Nacional de Arte Dramático. A los 20 llegó la primera obra de teatro y a los 22 hizo su primer papel en el cine y también el primero en la televisión. Hay hitos en la carrera de Furriel (Patrón, en cine; Montecristo, en TV; La vida es sueño y Hamlet, en teatro) y hay también muchos premios y nominaciones que respaldan un presente de desafíos y proyectos. Entre esos desafíos, este proyecto ahora concretado: volver a trabajar con el celebrado Bieito, ahora radicado en Suiza, con quien habían estrenado en 2010 La vida es sueño, de Calderón de la Barca, en el mismo teatro donde ahora puede verse Ricardo III. Para su adaptación, Bieito, con la colaboración de Adrià Reixach, eligieron no solo alterar escenas y cronologías y disolver géneros sino también poner a dialogar el texto de Shakespeare con la historia contemporánea de lo que fue la exitosa recuperación de los restos del rey en 2012, cuando fueron hallados debajo de un estacionamiento en Leicester, Reino Unido, cinco siglos después de su muerte en la batalla de Bosworth. Una escena de "La verdadera historia de Ricardo III", con Joaquín Furriel. Lo que sigue es la transcripción de la charla que mantuvimos con Furriel el viernes por la tarde en el foyer del teatro, café de por medio, unas horas antes de que saliera a escena. Tal como era de imaginar, fue imposible hablar sobre el mal sin desviarse todo el tiempo hacia el presente y hacia las diferentes formas de la crueldad -reales y virtuales- a las que asiste la humanidad cada día con agobio y perplejidad, sin haber encontrado aún las respuestas adecuadas para habitar una vida menos inquietante. — Me gustaría saber si alguna vez dijiste “Me enamoré de Shakespeare”. Si eso ocurrió, que me cuentes cuándo fue y por qué. — No siento que tenga un momento. Lo que sí me pasa es que, a medida que voy creciendo, que voy sumando años y más recorrido de vida, cada vez me gusta más. Mejor dicho, encuentro que puedo interpelarlo como autor con otra dimensión, con los temas que toca, con lo que dice. — ¿Y te pasa que hay personajes que tal vez no te llegaban tanto y con el tiempo eso va cambiando? — Mirá, a los 30 años me habían ofrecido hacer Hamlet y yo leía la obra, por supuesto la entendía, pero sentía que no tenía las herramientas interpretativas como para poder hacerlo en ese momento. Y Hamlet lo hice cuando tenía 40 y pico, no me acuerdo. Entonces me parece que sí me pasa que hay personajes que empiezo a entenderlos según la experiencia que tengo o el momento en que los leo. Y, también, como en el caso de Ricardo III que, después de Hamlet, pensaba: me gustaría dentro de cinco años volver a encontrarme con otra obra de Shakespeare. — ¿Así lo pensaste en ese momento? — Sí, sí, sí. También porque es como si internamente hubiese hecho una especie de pacto en el que dije “bueno, cada cuatro años me gustaría hacer una obra clásica”. Y empecé a leer y decanté por Ricardo III porque me parecía interesante no solo lo que hace el personaje en la obra, por la peripecia y la maldad. Sino porque cuando hago estos personajes me gusta mucho investigar; te diría que el trabajo de campo es lo que más me estimula. Me daban ganas de estudiar tratados sobre la maldad. — Profundizar más allá del propio personaje, decís. — Sí. Es como si te dijera que, en mi caso, que soy padre, mi hija ya es adolescente, pienso cómo puedo decodificar un mundo que me parece que está pasando hace ya varios años un momento de poco virtuosismo, ¿no? Donde se están ponderando cosas que no me parecen importantes. Me gustaría poder vivir en un mundo donde la intención sea mejorar la convivencia entre nosotros. Acompañar las decisiones de cada uno. Ser más respetuosos, menos prejuiciosos. Menos racistas. — Hablás de otra era. — Y, es otra era. Entonces es difícil porque investigar sobre la obra por supuesto que también me llevó a investigar los diferentes períodos históricos en relación al mal como subjetividad. No sé, tenés un libro de (Rüdiger) Safranski (N. de la R. El mal) que habla específicamente de eso. Él se propone analizar el mal históricamente, entonces va analizando según va cambiando con la cultura. No es lo mismo la idea del mal en el Medioevo, siempre hablando de Occidente que es a donde yo pertenezco en un mundo regido por una teocracia católica en ese momento, que en el Renacimiento o el momento que estamos viviendo. Yo creo que a partir del 89, con la caída del Muro de Berlín, se hegemonizó un sistema político que es el capitalismo, con variantes, pero quedó hegemonizado, y al no tener el capitalismo un enemigo, lo que estamos viviendo ya hace un tiempo es… — Sí, la implosión del capitalismo. — Claro. De alguna manera se ve como Saturno devorándose a sus hijos, ese cuadro de Goya, ¿no? Y son épocas de mucha incertidumbre. El elenco que acompaña a Furriel en la puesta de Bieito es de primerísimas figuras del teatro. — Sin matices, por otra parte. — Sin matices. Y donde los márgenes se han ido corriendo a tal punto que ahí volvemos a hablar de la obra, por momentos parece que estamos dentro de una farsa como lo es Ricardo III –el original, no la puesta de Calixto Bieito. Entonces un poco el objetivo para mí como actor y como persona de meterme con este texto y, sobre todo, con este personaje, era de alguna manera interpelar de frente y poder exorcizar los temores que tengo del mundo en el que vivo. — ¿Y qué Ricardo III tenías en la cabeza? ¿Qué habías visto? — Bueno, lo primero que vi fue la puesta de Agustín Alezzo en esta misma sala, con Alfredo Alcón. Gran elenco. Después vi el Ricardo III que hizo Thomas Ostermeier, que era muy trash. Lo vi en la Schaubühne, cuando estuve en Berlín hace varios años. Vi el Ricardo III en el Candlelit Theatre del Globo, que sería la sala chiquita, que solo se ilumina con velas. Que lo hacía una mujer. — ¿Y de cine habías visto? — Yo había visto a Laurence Olivier. Vi el de Ian McKellen. Y también, en su momento, no ahora, había visto el documental de Al Pacino, En busca de Ricardo III. — Quería volver un segundito a lo que estábamos hablando acerca de la historia del mal porque pensaba que es como si se estuviera descomponiendo el consenso en relación al mal al que se llegó después del nazismo, ¿no? Como si estuviera descomponiéndose al punto de que ahora se permiten decir ciertas cosas que durante muchísimos años nadie decía. Aunque tal vez lo pensaban. — Claro. — Está cambiando de nuevo la mirada sobre qué es el mal. O qué es la conciencia. — Está cambiando, El fallecimiento del Papa Francisco generó una semana de discursos condescendientes con nuestra especie y con su pensamiento. Como la pandemia, cuando parecía que iba a ser una gran lección para la humanidad y sacó lo peor de nosotros, el individualismo. Me parece que realmente hoy no hay Dios. Entiendo y respeto a la gente que cree pero estamos entrando en un terreno cultural donde nos hemos vuelto poderosamente terrenales y al ser terrenales lo queremos todo, ¿no? Empieza a haber una especie de individualismo exacerbado que comienza a partir de la década del 60, de a poco, con la tecnología, y somos individuos tiranos a partir de las redes sociales porque al poner que algo te gusta o no te gusta estás, de alguna manera, estupidizando tu subjetividad. Es algo en lo cual yo también estoy metido. Ahora, envalentonarte atacando gente sabiendo que tu identidad no es revelada es algo es un permiso que en otra época no había. El problema es que uno le dé entidad a la cobardía. Furriel, como uno de los monarcas más crueles de la historia, según el retrato de Shakespeare. — ¿Pero no te quedás mal cuando un anónimo te dice algo horrendo? — No. — ¿No? — ¿Sabés que no? No, porque después cuando estoy en la calle no percibo que nadie me venga a encarar como me vienen a encarar de manera anónima. Entonces, entiendo que el ataque que puedo estar recibiendo por algún comentario que puede incomodarle a alguien es sobre todo por su propia frustración y porque cree ciegamente en alguna salvación, por lo que, en la soledad de su propio ser, esa persona tiene el coraje de atacarte. — Pero gente resentida hubo siempre, solo que esta etapa de crueldad habilita cosas que antes no se permitían. — ¿Pero qué pasa si no hay más moral? Si corremos los libros sagrados, el que fuere, y corremos respetar las Constituciones. Realmente decimos: no hay más moral. Que cada uno se comporte como se le dé la gana. Suponete que no hay Dios, no hay moral y alguien puede decir: yo soy malo. Yo desconfío de alguien que dice: yo soy bueno. Me parece una construcción y un esfuerzo por querer ser bueno, por querer ser querido, es de una especie de intemperie… — Amorosa. — Amorosa. Que expone muchas cosas. Pero lo puede exponer desde un lado o del otro, si vamos a hablar de extremos. Lo interesante de la puesta de Calixto Bieito con Ricardo III es que corre esos márgenes y de repente el Ricardo III que yo estoy haciendo es un personaje que está en una zona de permiso total en cuanto al odio. Pero no en contraposición a que los demás son buenos. — No, claro. No parece eso. — Todos los demás pueden ser como él. Estaba viendo estos días el documental de Hitler y los nazis: La maldad a juicio, de Joe Berlinger. Muy bueno el documental. Los primeros dos episodios son Alemania después de la Primera Guerra Mundial, la inflación, quiénes ocupaban los lugares de poder. Empezás a notar que el germen de las grandes tragedias de nuestra humanidad es el miedo. — Es que la gente reacciona por miedo. — Claro. Entonces, no estamos lejos de que venga una persona de nuestra especie, se ponga adelante y empiece a funcionar como un catalizador del miedo de un montón de otra gente. — Yo te diría que lo estamos viendo. — Bueno, lo estamos viendo. — No solo acá quiero decir. Me parece que es un momento del mundo en donde eso está apareciendo en todas las esferas. — Sí. Porque hay días que yo digo: nos merecemos la extinción. Y otros días digo: bueno, no. — ¿Habías visto Zona de interés, de Jonathan Glazer? Me imagino que sí. — Sí. Sí, porque además la protagonista, Sandra Hüller, trabajó con el equipo de Calixto. Es una actriz alemana. — Es la misma actriz de Anatomía de una caída. La película de Glazer es extraordinaria. — Sí, sí. En la película de Glazer hay un punto de novedad en relación a esa temática, sobre la que hay muchas películas. Hay una escena que para mí es lo que hace sentido y es la escena de ella con su madre en el jardín, cuando la madre le dice que su patrona, por llamarlo de alguna manera en términos nuestros, a quien ella le limpiaba la casa, estaba en Auschwitz. Cuando todavía la madre no entiende lo que está pasando en Auschwitz y cree que es un campo de concentración pero como si fuera un campo de reeducación de vaya a saber qué, ¿no? — Claro, no de exterminio. — No. Que esto después deriva en la escena de la noche donde la madre huele y observa fuego y ahí la mujer se va. Sin embargo, la escena esa en la que ellas están ahí con su pileta, su jardín, yo creo que ahí radica el gran problema del mundo en el que vivimos. "Vivimos un tiempo pornográfico de ostentación", dice Furriel en esta entrevista (Foto: Gustavo Gavotti) — La asocio con otra escena en la que con ella se prueba el tapado de piel que perteneció a una mujer que está o estuvo en Auschwitz. — También. Es que habla de lo mismo. Está hablando de si yo siento que tengo una vida desgraciada o que estoy corrido de los privilegios. Jeff Bezos alquila Venecia para hacer un casamiento fastuoso y en un montón de medios europeos están empezando a demostrar que es una persona que ha evadido impuestos hasta más no poder. Vamos a suponer que esto fuese así. Pero lo que es interesante es que vivimos un tiempo pornográfico de ostentación. Ahora, yo me pregunto, que no es mi caso, por la educación que tuve en mi casa, en las instituciones públicas en las que estudié y por lo que el Estado atravesó mi vida durante mi formación y ahora estoy trabajando además en un espacio público, pero te decía que me pregunto qué pasa si una persona que está fuera de todo, del Estado, del ámbito privado, empieza a pensar que hay que matar a todos los Jeff Bezos. Como el chico que asesinó al millonario de salud en Estados Unidos. (N. de la R.: se refiere al asesinato de Brian Thompson, director ejecutivo de UnitedHealthCare). — Eso ocurrió en diciembre pasado, en Manhattan. Y el asesino se convirtió en un ídolo para muchos en las redes sociales. — Entonces, guarda con estos extremos porque el nazismo demostró que rápidamente el miedo puede organizar y los que hoy son unos campeones, en cuestión de nada dejan de serlo. Porque si vos realmente estás comportándote como un Dios es porque para el capitalismo sos un Dios si podés alquilar una ciudad para casarte. Y te mostrás como un Dios porque evadís impuestos porque el Estado es una porquería que no tiene que existir y llevás la gran vida y te cubrís con el hecho de que generás muchas fuentes de trabajo, ¿no? Esos ejemplos están en ascenso, pero todo lo que está en ascenso en un momento cae por el propio peso del miedo y de los que se quedan afuera. Pensaba en lo que hablábamos y quería decir también que hay mucha gente, y también empresarios, que tienen un trabajo filantrópico admirable pero hoy no tienen la visibilidad que tienen esos otros que se gastan el PBI de varios países en ir diez minutos a la estratósfera. Es muy extraño el mundo en el que estamos viviendo... — Claro, no es solo acá. — Pero si hablamos de acá, también tengo que decirte que no es que lo que está pasando lo trajo la cigüeña. Tenés a las dos principales fuerzas políticas de los últimos quince años con muy malos gobiernos en términos económicos y defraudando a una gran parte del electorado. Un presidente que, qué sé yo, para mí es un extremo festejar un cumpleaños cuando todo tu país está encerrado porque es una decisión política tuya. Hay un límite cuando hablamos de democracia y queremos defender las instituciones; perdimos muchos momentos históricos cuando había mayores posibilidades de cuidar que las instituciones sean en lugar de bolsones de trabajo lugares de mayor eficacia. Apuntar hacia ese lugar. El déficit fiscal, que es un concepto que le pesaba a mucha gente, yo creo que deberían haberse hecho cargo de entrada. Como decir: che, hay que trabajarlo seriamente. Entonces, claro, lo que estamos viendo hoy es el prólogo de un epílogo. Otra escena de la puesta del "Ricardo III" con Furriel e Ingrid Pellicori. — ¿Vos decís que esa foto en Olivos durante la pandemia forma parte también de esa pornografía de la ostentación de la que hablabas? — Pero mirá todo lo que podés analizar de esa foto. Descartando que el máximo responsable es un presidente, porque él es quien tomó la decisión de cómo llevar adelante la pandemia, ¿no? Pero la primera dama no acepta lo que un presidente le dice, como lo tuve que aceptar yo y quedarme adentro de mi casa. O sea, ya en su círculo más íntimo tiene una persona que cívicamente no se está comportando como el presidente nos dice a los demás que nos tenemos que comportar. Pero hay que analizar a todos los que están en esa foto, porque con amigos así ojalá nunca yo tenga un cumpleaños. Porque cualquier amigo que tenga una responsabilidad cívica, ética, otro tipo de valores, tiene que decir “te estás mandando una cagada, Fabiola”. Y no. No solamente van sino que vos fijate estéticamente cómo están vestidos. La desesperación aspiracional estúpida por estar en la Quinta de Olivos por un segundito, donde sienten que tienen su propio poder. Mirá el nivel de mediocridad del que estoy hablando, eh. Está todo el país está encerrado y yo tengo la posibilidad del poder de irme a festejar el cumpleaños porque soy amiga o amigo de Fabiola a la Quinta de Olivos. Y después, hay toda una manipulación de esa foto. De cómo fue mostrada. En qué momento. La operación. Todo lo que expone es una cantidad de falta de valores y de especulaciones, y de manipulaciones, que son el caldo de odio de mucha gente para que suceda lo que va sucediendo. Lo único que te va a salvar ahí es si la economía te estupidiza cualquier acción. Joaquín Furriel y Calixto Bieito, actor y director de "La verdadera historia de Ricardo III". — Es lo que estaría pasando, en principio la inflación bajó mucho y era algo necesario. — Yo trato de no tener un pensamiento tan espontáneo, me parece que es mucho más complejo que eso. Creo que tenemos que hacernos cargo de que hay que volver a poner en valor las instituciones y la democracia. Porque nadie de la dirigencia política que nos gobernó en las últimas décadas se está haciendo cargo seriamente de lo que hicieron mal. Porque lo bueno sería que cada gobierno sume lo que se hizo bien y mejore lo que se hizo mal. Pero hemos entrado hace mucho tiempo en un relato de una épica tan alejada de lo que la gente necesitaba en el día a día que nos llevó a este callejón. Que tiene salida... — ¿Cuál sería esa salida? ¿Por dónde la ves? — Yo la veo porque creo que el mundo occidental está entrando en un terreno de autoritarismo total. Digo, entiendo que cada vez los Congresos molestan más a todos los que gobiernan y cada vez los periodistas son no solo más perseguidos sino también más precarizados en su trabajo. Y los que forman parte de la cultura, yo laburo de lo que hago, soy un actor que labura como actor pero suponete que formo parte de ese colectivo, y también. Entonces, ese nivel de ataque permanente es similar en un liberalismo extremo o en un estatismo extremo. Es difícil pensar en un consenso. Lo que pasa es que el alma de muchísima gente empezó a estar corrompida porque sus valores se fueron… — Erosionando, claro. — Y ahí es donde no sé cuál será el fondo pero siento que muchos sabemos que el país en el que vivimos es mejor a muchos otros países de la región por el simple hecho de que en algún momento se pensó como un país que puede aspirar a tener una sociedad de bienestar. Una imagen de los restos de Ricardo III que fueron descubiertos en 2012 en Leicester. (AFP) — Sí. Con clases medias amplias. — Clases medias amplias como tienen los países escandinavos. — Con gobernantes que llegan desde las clases medias, cosa que en el resto de Latinoamérica no suele ser así. — Exacto. Lo que estamos observando acá es que empieza a aparecer un liberalismo que se va alejando de la democracia como ejercicio y eso demuestra que solo se sostiene por el poder económico, que es siempre el mismo poder económico concentrado al que la democracia no le interesa en lo más mínimo. Y además Argentina, lamentablemente, esto sí es doloroso, hace mucho tiempo se transformó en un país extraccionista. Si alguna persona quisiera hacer un estudio de adónde van a estudiar los hijos de las principales familias –entre las que está el principal caudal económico de nuestro país– yo te diría que un porcentaje muy alto están viviendo fuera de la Argentina. Esos capitales están fuera de la Argentina, entonces extraen sus negocios en la Argentina pero el dinero de su bienestar lo están viviendo en otros países. Y aman a la Argentina en el momento que ganamos el Mundial o cuando se muere el Papa. Son argentinos en esos momentos y porque toman mate, pero no tienen ninguna solidaridad con el país. El país hace bastante tiempo que se segregó. Se está armando ya hace un buen tiempo un país segregado. — Me resultó interesante cuando hablabas de cómo te educaron tanto en casa como en las instituciones estatales a las que asististe y hablabas de tu hija adolescente. No recuerdo cuántos años tiene tu hija exactamente. — Diecisiete. — Decías que querés traducirle de algún modo que puede haber una vida diferente. Está bien difícil. ¿Cómo se hace para que entiendan que puede haber una vida diferente a esta que no parece tener ninguna salida, ningún modelo a seguir? — Bueno, la mejor manera es mostrándole la historia. La historia argentina. Unitarios y federales. Se mataban. La historia de 1900 hasta acá. Quiénes quedaban incorporados para algunos gobiernos y quiénes quedaban segregados. — Pero el tema es que para muchos, no es el caso de tu hija, pero para muchos jóvenes la democracia no es más que deuda. — Bueno, lo que pasa es que también tenemos que asumir que una gran parte del electorado que está modificando las elecciones vivieron toda su vida en democracia. Entonces ellos no tienen el cuco que tuvimos nosotros que nos criamos, en mi caso, una parte en un gobierno cívico militar, después en una democracia donde todavía había muchos intentos de volver a lo anterior. Donde hubo una hiperinflación que fue una hecatombe. Y donde vino un gobierno neoliberal que dejó de mirar a Europa culturalmente y empezamos a transformarnos en una especie de Miami berreta que fue la década del 90 y bueno, el desastre del 2001. Luego vuelve a ponerse en valor la democracia, la política sobre todo con Néstor Kirchner y su primer gabinete, que se instalan temas como los derechos humanos. Sin lugar a dudas lo más importante siguen siendo los movimientos feministas. Y hoy estamos viviendo una especie de respuesta de los que quedaron afuera de aquellas épocas. — ¿Entonces? — Y, si agarrás a un pibe o una piba de 18, 20 años, solo vivió esa época. Vivió una época donde se pusieron en cuestionamiento poderes fácticos muy arraigados. Digo, de repente darse cuenta de que nuestra sociedad es patriarcal, el lugar que ocupan los hombres, el lugar que ocupan las mujeres. Porque está claro dónde está el poder económico, ¿no? Dónde sigue estando, en algún punto. Pero, aun así, yo tengo la tranquilidad de que mi hija no podría estar con un machista. Ella detecta muy rápidamente cuando alguien trata a las mujeres subestimándolas por el solo hecho de ser hombre. Estoy hablando de Buenos Aires, del contexto en el que yo me muevo. Nuestro país es muy grande y muy diverso y es difícil hablar taxativamente porque muchas veces nos encerramos en lo que nos pasa acá en Buenos Aires y ahí nos ponemos porteñocentristas. Pero siento que para ver teatro hay que armar el teatro, la carpa. Pero las obras en algún momento se terminan y hay que desarmar la carpa. — Para volver a Ricardo III, una obra y una puesta tan exigente con los artistas, y creo que también exigente con el público, ¿cómo vive un actor que entrega tanto durante una temporada, cómo es la vida cotidiana? Todo gira alrededor de algo así, me imagino, porque tanto el cuerpo como la cabeza están completamente comprometidos con lo que estás haciendo cada noche. — Es que yo desde chico… Mirá, mi viejo me llevaba a mí teatro y después a mi hermano a fútbol. Entonces tuvimos un vínculo teatral. Cuando volvíamos a mi casa, volvíamos de las actividades de nenes y en mi casa nos preguntaban ¿cómo te fue? “No, ahora estoy jugando de 9 porque parece que ando mejor pero bueno, a mí me gustaba de 5, no sé qué”. ¿Y a vos? “Y, ahora pasamos de improvisaciones a texto pero…” Todo dentro de un mismo interés. Yo me considero un actor de alto rendimiento, para eso me preparé. Cuando hacés una obra como ésta, lo mínimo que puedo hacer es dormir ocho horas. Descansar. Llevar una vida ordenada. Por supuesto, sana hace mucho tiempo, si no no podría estar dos horas en el escenario con este nivel de trabajo físico y vocal y emocional, ¿no? Pero la relación que yo tengo con mi trabajo es esa. Entreno mucho, hace muchos años. Furriel dice en esta charla que le interesaría dirigir teatro. — Cuando decís “entreno mucho”, para alguien que no está en este universo, ¿de qué hablamos? — En mi caso, por ejemplo, yo no fumo. No tengo adicciones. Como de manera equilibrada. Entreno tres, cuatro veces por semana. Hago natación una vez por semana, a veces dos. Eso es lo que tiene que ver con el cuerpo. Después tengo una entrenadora vocal, con quien trabajo ejercicios vocales. Viene a ver la obra, por ejemplo, y me marca la coreografía vocal que tengo dentro de la obra para no lastimarme y para poder cada noche sostener la potencia vocal que necesitan esta sala y esta obra. Y después me gusta estudiar filosofía, antropología. O piano, a veces. Me gusta siempre estar estudiando. Me gusta hacer diferentes actividades porque la sensación de estar aprendiendo algo me coloca en un lugar de desconocimiento y esa es una zona en la que a mí me interesa mucho estar, así que eso también entreno. — ¿Te imaginás dirigiendo? ¿Querés dirigir? — Me gusta la dirección, sí. — Porque todo lo que te escucho, de algún modo, también conduce un poco a eso. — Sí, creo que hace mucho tiempo que me vengo nutriendo artísticamente de diferentes expresiones. Soy muy curioso. Y la curiosidad es un buen puntapié para dirigir. — De la puesta, de lo que haces cada noche, ¿cuál es la escena que más te costó y cuál la que más te emociona? — No, yo creo que lo más difícil con Calixto fue el primer monólogo. Pero no porque sea difícil encararlo sino porque él fue avanzando con la puesta y, cuando terminó de montar todo, modificó el inicio de la obra. Y cuando apareció la idea finalmente ahí sí me ordenó. O sea que Calixto Bieito es un director muy preciso en lo que te pide. Es una persona muy libre creativamente y genera que vos tengas esa misma libertad creativa. A mí me gusta ser un actor creativo, no que me digan lo que tengo que hacer sino que me digan qué se necesita para poder yo adueñarme, invocarlo, trabajarlo. Entonces, cuando tenés mucho trabajo para hacer no hay dificultad. Para mí la dificultad aparece cuando siento que no hay trabajo. Me empiezo a exasperar porque no sé muy bien cómo agarrar los personajes. Por eso quería volver a trabajar con Calixto. Joaquin Furriel, en la puesta del "Hamlet" dirigido por Ruben Szuchmacher. — No te pasa eso con él. — Jamás. Es un director extraordinario. Por eso me gusta tanto trabajar con él y por eso quería hacer Ricardo III con él. Porque me siento un actor muy libre creativamente hablando en el escenario. De hecho, ayer, que fue el estreno, hice tres, cuatro cosas que no las había hecho en otras funciones. Yo, dentro de la zona de impunidad que me propone el personaje, improviso. Juego. Estoy presente. Muy presente. No estoy todo el tiempo... — Replicando. — Sí, o imitando coreografías. No, yo estoy todo el tiempo descubriendo qué va pasando. Y para eso necesitas estar acompañado de un elenco de la calidad que tiene este elenco, que es extraordinario. Entonces, es muy potente la sensación que tenemos cuando estamos haciendo la obra. A mí en lo personal no siento que haya un momento de la obra como si te dijera en Hamlet el “ser o no ser”. O el monólogo de Segismundo de que “los sueños, sueños son”. O el último monólogo de Final de partida, cuando Hamm, el personaje que hacía Alfredo Alcón, se muere y Clov queda por primera vez solo en este mundo apocalíptico. Acá es una combinación de momentos. Pero sin lugar a dudas el momento en el que digo “mi reino por un caballo” yo siento que desde los 13 años de alguna manera hay reinos simbólicos en mi vida que relegué por el caballo, que es mi profesión, mi vocación y lo que me da un sentido en la vida. Mi hija anoche vino al estreno y hoy me escribió un mensaje que sentí que algo de lo que ella me está diciendo le dio sentido a esto, que ahora ella empieza a entender, con otras capas, el caballo en el que yo estoy. — Claro. — Y que nuestros reinos son otros. Y que también compartir esta profesión y compartir la vida con un padre que tiene una vocación que es lo más cercano al amor que puedo tener en mi vida, me parece que es un reino muy importante. De hecho ella, que hace mucho tiempo toca el piano, canta y compone, lo está empezando a sentir en su propia vida. Hacer algo que a uno le haga sentido, lo que sea, no tiene ni siquiera que ser algo creativo, esas personas que hacen su trabajo, el que fuere, que les gusta lo que hacen, sienten que tienen un sentido en su vida. Es un poco una declaración de amor. — Eso es la pasión. — Sí. Es una declaración de amor. Parece ingenuo en estos tiempos hablar desde este lugar porque están permanentemente estimulando la carrera corta, o esta cantidad de pelotudos que están vanagloriándose de que son millonarios y parece que no sé en qué mundo viven; les falta mucho recorrido de experiencia. Entiendo que son chicos y que se están dejando llevar puestos por esta época donde los estafadores son bendecidos y todo eso. Pero somos una especie mucho más compleja que eso. Cuando uno quiere ser un estúpido y comportarse de manera estúpida, en algún momento la estupidez te pone frente al espejo. El otro camino es más complejo porque no está exento de contradicciones, dudas y sufrimiento. Pero se duerme bien. Furriel: "Cuando uno quiere ser un estúpido y comportarse de manera estúpida, en algún momento la estupidez te pone frente al espejo". — ¿Qué pensás que puede aportar hoy esta puesta de Ricardo III? — Yo creo que lo interesante que tiene la obra es que tiene muchas capas y la versión de Calixto Bieito ofrece la posibilidad de ver una puesta de uno de los mejores directores del mundo, en su mejor momento. No es tan habitual lograr que venga un director así a veces, ¿no? Y la obra en sí, creo que es un buen espacio poder entretenerse. Reírse. Y quedarse después recordando imágenes de cosas que pasan en la obra porque es importante también reírse del mal y la crueldad. No tomárselo de una manera tan solemne. Es lo que estamos haciendo nosotros, Calixto se ríe mucho. De diferentes maneras, de manera sarcástica, irónica. Entonces, ver la obra, poder entretenerse y reírse con eso también hace que le bajemos un poco el precio al miedo y podamos empezar a darnos cuenta de que, como les pasa a casi todos los personajes de la obra, no se la ven venir en principio porque tienen miedo y porque no se atreven a verla venir. Reírse ya es empezar a no solamente vérsela venir sino a decir: “sabés qué, me estoy riendo de vos, no te estoy tomando tan en serio. No me provocás dolor, me provocás risa”. Y ese es un camino para empezar a unirnos con humor y creatividad para armar, en definitiva, el mundo que nos merecemos. ......................................................... *La verdadera historia de Ricardo III, Versión del clásico de Shakespeare de Calixto Bieito y Adrià Reixach. Dirección: Calixto Bieito. Intérpretes: Joaquín Furriel, Luis Ziembrowski, Ingrid Pelicori, Belén Blanco, María Figueras, Marcos Montes, Luciano Suardi, Iván Moschner, Luis Herrera y Silvina Sabater. Vestuario: Paula Klein. Escenografía: Barbora Haráková Joly. Iluminación: Omar San Cristóbal. Música: Janiv Oron. Video: Adrià Reixach. Sala: Martín Coronado, Teatro San Martín (Corrientes 1530). De miércoles a sábados a las 20 y los domingos a las 19.
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