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Colon » El Entre Rios
Fecha: 22/06/2025 09:31
El jueves por la mañana, varios diarios nacionales publicaban notas en las que se esperanzaban con que esa misma tarde MSCI, la empresa a cargo de elaborar índices de acciones, haría un anuncio positivo respecto de Argentina. Se especulaba con que reclasificaría al país desde la categoría “Standalone” actual a la categoría de “Mercados Emergentes” o, en el peor de los casos, a la de “Frontera”. Más allá de los logros de la política económica, y del entusiasmo que provoca la remoción de trabas al mercado cambiario y las desregulaciones del ministro Sturzenegger, MSCI elabora sus índices de manera metódica, casi sin espacio alguno para la flexibilidad. Su conclusión fue que “varias restricciones para los inversores institucionales extranjeros siguen vigentes”. Razón suficiente, según el manual de MSCI, para que sigamos fuera de los índices. Esta noticia parece tener más significación emocional que efectiva, pero la realidad es que devela cosas que en Argentina es anatema mencionar. Para MSCI, el cepo no se terminó, como asevera Economía; para quienes miran la cosa desde el exterior, con una visión racional, desprovista de toda otra emoción que la que provoca ganar o perder dinero, la cosa no es tan así. MSCI lo puso por escrito en su comunicado. Mandriles, les arrojaría el Presidente. Argentina necesita dólares de los inversores extranjeros, poque el superávit fiscal es en pesos. Para pagar las deudas en dólares que tenemos, el Tesoro debería convertir los pesos del superávit en dólares. ¿Cómo? Comprando en el mercado libre de cambios, o comprándole al Banco Central parte de las reservas que éste compre en el mercado. Pero el equipo económico ha dicho que no hará ni lo uno ni lo otro. No hace falta mucha más razón para explicar por qué cuesta tanto que los bonos argentinos mejoren su cotización y baje el riesgo-país. Los tenedores extranjeros de bonos argentinos quieren tener mayor certeza de que cobrarán, y para ello piden ver los dólares en el Tesoro, o en el Banco Central. Si ninguno compra, ellos tampoco comprarán más bonos. Otros mandriles. Si es tan alto el beneficio de sumar dólares para que el mercado de bonos mejore las cotizaciones y permita al Tesoro refinanciar y no pagar en efectivo los vencimientos, cabría preguntarse por qué no les damos el gusto a los bonistas y listo. Una respuesta sería que no lo hacemos porque el programa económico del Gobierno consta de varias fases: la fase 1 fue la del ordenamiento fiscal, la fase 2 la del ordenamiento monetario, y la fase 3 actual es la del abatimiento de la inflación. Por ahora, todo parece marchar de acuerdo con el plan. Si el Tesoro y el BCRA no intervienen en el mercado de cambios es para evitar que haya una sobredemanda de dólares que dispare la cotización y ponga en riesgo la caída de la inflación. ¿Es una explicación meramente económica? Se dice que sí, pero se percibe que podría haber también una arista política. El éxito en bajar la inflación es el principal arma de la popularidad del Gobierno, y podría pensarse que no vale la pena arruinarlo a tan poco de una elección. El eterno problema argentino está en que después de esta elección, ya queda la siguiente, presidencial, a la vista. ¿Se avanzará con el plan después de octubre, a pesar de los costos potenciales? El riesgo que algunos ven en que se repita la paradoja histórica: suponer que sólo un candidato es capaz de enderezar el rumbo impide enderezarlo del todo por temor a que hacerlo impida a ese candidato reelegirse. Todos los planes de estabilización argentinos que se recostaron sobre un ancla cambiaria fracasaron. El plan actual tiene el factor diferencial del ancla fiscal, y por eso tiene más probabilidad de terminar mejor. Pero los mandriles extranjeros de MSCI y del mercado de bonos, que no comen vidrio ni son escépticos recalcitrantes, conocen Argentina y nuestro prontuario. Quieren ver para creer y, a nuestro pesar, tienen los dólares que a nosotros nos faltan. Fuente: El Entre Ríos
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