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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 22/06/2025 04:35
Cristina Kirchner (EFE/ Stringer) Argentina vivió dos semanas históricas. Por primera vez, la Justicia dejó firme una condena por corrupción a una ex presidente. Cristina Kirchner quedó detenida para comenzar a cumplir la pena de seis años de prisión por el caso “Vialidad” en prisión domiciliaria en su departamento del barrio porteño de Monserrat. Es una modalidad que presentó varias preguntas: ¿Mejor preso en tu casa que en una cárcel? ¿Qué se puede hacer y qué no? ¿Y si la persona tiene una urgencia por la que debe salir? ¿Quién y cómo se controla una prisión domiciliaria? ¿Por qué se usa una tobillera electrónica? La prisión domiciliaria rige en el país desde 1921, cuando se aprobó el Código Penal de la Nación. “Cuando la prisión no excediere de seis meses podrán ser detenidos en sus propias casas las mujeres honestas y las personas mayores de sesenta años y valetudinarias“, estableció el Código hace más de 100 años. ¿Qué sería ser honesta y por qué solo mujeres? Valetudinaria es una con problemas de salud por su edad. Desde entonces hubo modificaciones y la prisión domiciliaria quedó regulada en el Código Penal y en la ley de ejecución de la pena. Allí se establecen los casos en los que se puede dar la detención en una vivienda. No es una obligación del juez otorgarla, sino una posibilidad ante determinados casos. Son cinco supuestos: una persona enferma que no pueda ser tratada en una cárcel; o con una enfermedad terminal; una persona discapacitada por cuya condición la prisión resulte un lugar inhumano; embarazadas; mayores de 70 años; y mujeres con hijos menores de cinco años o con una persona discapacitada a su cargo. Pero la ley se adapta a las circunstancias. Hubo casos en los que se otorgó la prisión domiciliaria a mujeres con hijos de más de cinco años porque siempre prima el interés superior del niño o también a hombres porque era la única persona a cargo de los menores. También fue excepcional el caso de Cristina Kirchner que se la otorgó por cuestiones de seguridad por el intento de homicidio que sufrió en 2022. ¿Qué se puede hacer y qué no en una detención domiciliaria? Sobre eso no hay ninguna normativa y las pautas las fija el juez para cada caso. El regla básica y obvia para todos es que no pueden salir de su casa, salvo en urgencias médicas que después tienen que justificarse. Otra pauta habitual es que las personas no pueden contactarse con sus víctimas, por ejemplo en casos de delitos sexuales. También se suele prohibir el consumo de alcohol y de drogas a personas detenidas por narcotráfico o por delitos cometidos bajo esas sustancias o cuando están al cuidado de menores. Pero el control de la ocurre en una prisión domiciliara es difícil. En una cárcel los presos se someten en las pautas de la unidad -horarios, requisitas, visitas de familiares- y a la vigilancia de los penitenciarios. En una vivienda eso no ocurre. “No se instalan cámaras ni se controla a las personas las 24 horas”, explica una de la decena de fuentes que Infobae consultó para esta nota. Los jueces son los que establecen las reglas de las prisiones domiciliarias según cada caso Ese control se intenta hacer de varias maneras. Uno es el uso de una tobillera electrónica que se le pone al detenido -Cristina Kirchner tiene una- para que no viole la prisión domiciliaria o se fugue. La tobillera tiene un sistema que se activa cuando sale del rango de la casa pero no todos los detenidos las tienen. También hay organismos -el servicio penitenciario, la Dirección de Control y Asistencia de Ejecución Penal, entre otros- que hacen visitas sorpresas o llamadas telefónicas para constatar que la persona esté. Pero eso es para que la persona no salga de la vivienda. Es difícil determinar el cumplimiento de lo que pasa puertas adentro Cristina Kirchner criticó que le hayan puesto restricciones de visitas en su casa. En una cárcel las hay. Y en una prisión domiciliaria se pueden poner, aunque en la mayoría de los casos no se ponen límites. Y aunque se haga en ese punto el control no difícil. La última estadística oficial de todo el país es de diciembre de 2023 e indicaba que en Argentina había 11.990 personas en prisión domiciliaria. Son datos del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena. Esas casi 12 mil personas son el 9,5 por ciento de las 125.041 detenidas en todas las modalidades (cárceles, comisarias o dependencias de fuerzas federales) a diciembre de 2023. “La prisión domiciliaria puede ser una trampa, hay que tomar dimensión de lo que es estar encerrado en tu casa, lo vivimos todos en la pandemia. Y siempre depende el contexto. Mucha gente que cumple domiciliaria vive en la vulnerabilidad. No es la panacea”, describe un juez que trabaja a diario con estos casos. En esa mirada coinciden varias de las fuentes consultadas. Pero también señalan que todo preso prefiere la domiciliaria al contexto de la violencia y los riesgos permanentes que se viven en una prisión, además de las lamentables condiciones generales de las cárceles argentinas. A partir de ahí siempre se debate si la domiciliaria es un derecho o un beneficio. Tal vez las dos. Es un derecho porque está contemplado en la ley argentina. Y quien puede acceder está obteniendo un beneficio frente al resto y por la posibilidad de estar -siempre según el caso- en un ambiente más amable que el de una cárcel. Sobre todas las personas detenidas hay un criterio universal: el único derecho que pierden es la libertad, el resto los tienen garantizados. Y si los tienen en una cárcel, también en una prisión domiciliaria. Ocurre que en una unidad esos derechos pueden estar más resguardados que en una vivienda. En una penitenciaria se puede estudiar o trabajar, hay hospitales o médicos para atender los problemas de salud, patios para hacer actividad física y recreación. El pabellón de una cárcel federal. “La prisión domiciliaria puede ser una trampa" ¿Cómo trabaja una persona detenida en su casa? ¿O como hace actividad física si un médico se la ordena por cuestiones de salud? ¿Y quien lleva a los chicos al colegio si están al cuidado de su padre o madre porque son la única persona que tienen? Y sobre todo cuando eso se da en casos de vulnerabilidad social. Ante esas situaciones se debe pedir autorización a la justicia que analiza cada caso y resuelve. Y a partir de eso surgen muchas historias. Prisiones insólitas Una ex oficial de la Policía Bonaerense cumplía en 2018 arresto domiciliario con pulsera electrónica. Pero fue detenida cuando entró a robar a un negocio cercano a su casa, en la ciudad de La Plata. Luego se comprobó que no era la primera vez, sino que había cometido otros robos. Lo que llamó la atención es que usaba tobillera electrónica pero en el sistema nunca se registró que haya salido del perímetro de su casa. Pero tampoco la tenía puesta. ¿Qué pasó? De alguna manera se la sacó -perdida de peso o estuvo mal colocada- y se la puso a en el cuello de su perro caniche que en rigor fue el que nunca salió de la casa. El empresario peronista Alberto Samid cumplía domiciliaria por razones de salud en una causa en la que fue condenado por evasión. La Justicia lo autorizó a tener salidas laborales tres veces por semana para ir a trabajar al Mercado Central. El 21 de junio de 2021 Samid salió de su casa pero en el Mercado Central había paro y en vez de regresar a su domicilio se fue a comer a una parrilla en Ramos Mejía. Allí, un grupo de personas lo reconoció: lo increparon por violar la prisión domiciliaria, algo que era público. La Justicia le revocó las salidas laborales pero lo mantuvo preso en su casa. Algunas pasiones no tienen límites, ni una detención domiciliaria las frena. Agustina Ayelén Ercoli Navarro, detenida por ser la presunta testaferra de su pareja, un jefe narco, recibió la prisión en su casa de un barrio privado de Córdoba para cuidar a su hijo menor de edad. Pero el mes pasado fue detenida mientras participaba de un torneo de equitación en el Club Hípico Argentino de Buenos Aires, en el barrio de Palermo. Viajó 800 kilómetros para subirse a su caballo. Fue detenida después del torneo y llevada a una prisión federal. Alberto Samid Jorge Magnacco fue uno de los genocidas de la ESMA. Estaba en prisión domiciliaria y la Justicia lo autorizó a salir para ir presencialmente a las audiencias del juicio oral que se hacía en los tribunales de Comodoro Py. El represor vivía cerca de los tribunales y el trayecto lo hacía caminando. Pero la agrupación H.I.J.O.S. descubrió que en esas salidas Magnacco también las usaba para ir de compras al shopping “Patio Bullrich” que quedaba cerca de su casa. Lo denunciaron y el genocida volvió a la cárcel. El hombre tenía una enfermedad terminal que lo obligaba a movilizarse con muletas. El Cuerpo Médico Forense concluyó que la cárcel no era el lugar para que esté detenido y le otorgaron la prisión domiciliaria. Pero apenas dos meses después la violó. Fue a robar a un negocio cercano a su casa. “No tengo armas pero tengo esto”, amenazó con las muletas. Pero no tuvo éxito. Lo detuvieron en el momento y volvió a la cárcel. Trabajar es un derecho En una cárcel una persona puede trabajar y cobrar un sueldo, que se conoce como peculio. Y tiene comida. ¿Pero cómo se mantiene una persona que vive sola? ¿O que no tiene familiares que lo ayuden? O, inclusive, nadie alrededor. Eso le pasó a un hombre al que le dieron la prisión domiciliaria por una enfermedad que en la cárcel no le podían tratar. Su vivienda estaba en una de las islas del delta de Tigre. Con la particularidad de que era la única casa de la isla. Así, solo podía comer si salía con la lancha comunitaria a comprar comida. La Justicia lo autorizó a eso y también a ir a la isla del vecino a cortar el paso como trabajo que le pudiera permitir un ingreso. Un caso actual es el del utilero de un club de fútbol de la primera B. Lo autorizaron a ir al club los días que el equipo entrena porque necesita trabajar. Pero recientemente esa autorización se extendió: le permiten viajar con el equipo por todo el país cuando juega de visitante. Siempre debe informar a la Justicia cuando regresa. Estar preso en tu casa a veces puede ser un buen negocio. Eso le pasó a un hombre que en su vivienda en la cumplía prisión domiciliaria tenía un galpón que lo aprovechó para llevar adelante un emprendimiento. Puso un pequeño frigorífico con el que fue muy bien. A tal punto el negoció creció que le pidió autorización a la Justicia para alquilar e ir a trabajar a un depósito que estaba en la misma cuadra de su casa. Se lo permitieron. Pero no todos los negocios son legales. Un acusado de narcotráfico recibió la prisión domiciliaria para cuidar a su hijo menor. En pleno juicio oral por ese caso, en el que fue condenado, se supo que en otra investigación por narcotráfico llegaba hasta él: la Policía lo fotografió en su casa vendiendo droga y se descubrió que tenía una plantación de marihuana. Obviamente volvió a la cárcel. Prisiones violentas Tu casa puede llegar a ser el peor destino. Hubo casos de mujeres que sufrieron graves episodios, estuvieron cerca de ser asesinadas. Uno de ellos lo vivió una joven que hacía pocos días había sido madre. Su marido era violento y tras una golpiza la mujer logró comunicarse con las autoridades. Agentes del Servicio Penitenciario Federal (SPF) lograron sacarla de la casa. Pero como no tenía otro lugar para ir tuvo que volver a la cárcel, donde, paradójicamente, iba a correr menos riesgos. Carlos Salvatore Carlos Salvatore fue un abogado detenido por “Carbón Blanco”, uno de los casos de narcotráfico más grande la historia argentina. Siempre buscó el arresto domiciliario por razones de salud. Se internaba en una clínica que era de su propiedad hasta que logró que le otorguen la detención en su casa, en una circunstancia sospechosa: en feria judicial, sin el juez natural de la causa y sin que opine la fiscalía. El abogado también era investigado por lavado de dinero y tenía teléfono intervenido. Así se descubrió que planeaba fugarse en el baúl de un auto para ir a un aeropuerto y de ahí viajar a Brasil con pasaportes falsos. También una amenaza a la jueza que lo investigaba: “Yo pago este homicidio, pero ella se muere”. Le revocaron la detención domiciliaria y volvió a la cárcel. Pero allí, en convivencia con médicos, tomaba pastillas para provocarse hemorragias e insistir con el regreso a su casa. En un allanamiento se encontraron esas pastillas debajo de la cama. Murió en prisión en mayo de 2018. Detenciones desesperadas Si la convivencia no es fácil en situaciones normales, menos cuando la persona no puede salir de la casa. Una mujer logró la prisión domiciliaria para cuidar a sus tres hijos menores de edad. El fin de las clases se acercaba y la mujer llamó al juzgado. “No aguanto más a mis hijos y no sé qué voy a hacer en las vacaciones”, rogó desesperada. En el tribunal la ayudaron y le consiguieron una colonia de vacaciones para sus hijos. Lo mismo le ocurrió a un genocida de la última dictadura militar detenido en su departamento de La Plata porque tenía más de 70 años. Una tarde su abogado lo fue a visitar para saber cómo estaba y tuvieron el siguiente diálogo: -Dr., tengo que pedirle algo. ¿Cómo puedo hacer para volver a la cárcel? -¿Pero porqué quiere volver a la cárcel? -No aguanto más a mi mujer, ni estar en mi casa. Me piden que haga de todo. No se ría doctor, no aguanta mas de verdad Al amor no se lo encierra El serbio Dragoslav Ilic fue detenido en el caso de narcotráfico “Viñas Blancas” de 2004, en el que luego fue absuelto. Pero durante la investigación había logrado la prisión domiciliaria en un departamento de Puerto Madero. Ilic pidió autorización a la Justicia para casarse con una ex miss universo venezolana. Se la dieron. El juez federal Daniel Rafecas lo había autorizado a celebrar una ceremonia religiosa con sus familiares y allegados más íntimos. Pero la boda fue a puro lujo: en el hotel “Four Seasons” con 200 invitados. Cuando el fastuoso casamiento se hizo público, Ilic volvió a la cárcel. El hombre logró la detención domiciliaria después de estar tres años y medio en prisión preventiva en una cárcel. Fue a cumplir el arresto a un campo en las afueras de La Plata. A través de una red social conoció a una mujer. La relación virtual iba muy bien y llegó un momento en el que le tuvo que contar no solo que estaba preso, sino que si querían concretar una salida tenía que ser en su casa. No podía ir a ningún otro lugar. La mujer aceptó y varios años después de eso, la relación continúa. Lo que ya se terminó fue su condena y su prisión domiciliaria. Cristina Kirchner estará seguramente lejos de cualquiera de esos casos. Por lo excepcional e histórico de su condena escribirá la historia de su propia prisión domiciliaria.
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