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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 15/06/2025 07:14
Militantes en la puerta de la casa de Cristina Kirchner En el año 2004, Elisa Carrió inició un camino difícil que marcaría su vida política: fue la primera dirigente que mencionó el nombre de Lázaro Baez, hasta entonces desconocido. La condena que derivará en estos días en la detención de Cristina Kirchner no se podría explicar sin aquellas denuncias lejanas y solitarias de Carrió quien, como contrapartida, debió resistir largos años de agresiones, denuncias, burlas y escraches en su contra. El martes, luego de que se conociera la sentencia definitiva contra Kirchner, Carrió tenía todos los motivos para ensañarse, brindar con champagne, golpear al caído. Sin embargo, durante su única aparición, en una entrevista con Joaquín Morales Solá, Carrió dijo: “La verdad y la justicia y la condena no me pueden desprender a mí de que eso no significa que yo no tenga compasión por lo que está viviendo Cristina y su familia. No sé si fui amiga pero era la única con la que ella hablaba. Yo no hubiera querido que termine así. Yo pienso en su hija, pienso en su hijo. Creo que hay que tener respeto por eso. Porque es una tragedia, independientemente de que sea culpable. También hay que tener silencio por mucha gente que la ha querido y que la quiere y que siente que ella no es culpable. ¿Viste que ahora hay constitucionalistas opinólogos por todos lados…? Es imposible mirar la televisión. Ahora hay panelistas de todo, todos los días. Entonces es un horror ¿eh? Lo que pasó con (José Luis) Espert… pero ¿qué se cree este señor? ¿Dónde estaban? Yo no voy a hacer leña del árbol caído”. La mención de Carrió a Espert era una referencia a un episodio que había sucedido apenas unas horas antes. Espert es uno de los hombres de confianza del presidente Javier Milei y, si nada cambia, será el principal candidato de la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO en las elecciones de octubre, porque encabezará la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. O sea: no es un personaje marginal, más allá de que su estilo a veces lo sugiera. En las horas posteriores a la condena, Espert tuiteó insultos a repetición: cárcel o bala, chorros, chaleco de fuerza para este tarado, pendejos del orto, entre tantos otros. El momento más impactante de esa seguidilla se produjo fuera de las redes: ocurrió durante una conferencia que dio en la Universidad Católica Argentina, donde recordó que hace unos años había calificado a Florencia Kirchner como “la hija de una gran puta”. El insulto de Espert provocó una reacción de una parte minoritaria del público, luego un inusual comunicado de repudio de la Universidad Católica, y finalmente esa mención despectiva de Elisa Carrió: “¿Qué se cree este hombre? ¿Dónde estaba?”. El ensañamiento de Espert no fue un hecho aislado. Un rápido recorrido por la televisión política y por las redes puede dar una idea del fenómeno al que se refería Carrió: brindis con champagne, excitadas celebraciones, reclamos para que se pudra en una cárcel común, recomendaciones irónicas sobre cómo debería ponerse la tobillera electrónica, caricaturas horrendas de la ex presidente con traje a rayas, difundidas por personajes muy conocidos. Por momentos, todo parecía una sucesión de los viejos clichés del antiperonismo más violento. El contraste entre la compasión de Carrió y la brutalidad de Espert y los suyos es realmente relevante para entender algunos de los dilemas que enfrenta la sociedad argentina luego del fallo condenatorio contra Cristina Kirchner. En la oposición al peronismo han convivido desde siempre corrientes ideológicas distintas. Las más violentas de ellas apostaron por su desaparición, y para ello utilizaron todos los medios disponibles. La historia es muy conocida. Pero también hubo liberales de verdad, que combatían los excesos peronistas en el poder pero nunca estuvieron de acuerdo con las persecuciones y la venganza. Algo de aquellos ruidos hacen eco en el debate entre Carrió y Espert. En cualquier caso, de un lado hay muchas personas que celebran eufóricas la detención de Cristina Kirchner y piden que se le aplique el máximo rigor, mientras celebran enardecidas en las redes y por televisión. Del otro, hay cientos de miles, tal vez algunos millones de argentinos que, como describió Carrió, quieren a su líder, no piensan que sea culpable y observan la fiesta ajena. ¿Qué saldrá de esta mezcla entre personas dolidas y otras que echan sal sobre sus heridas? Quien prefiera no verlo está en todo su derecho, pero parece haber allí un desafío de convivencia muy fuerte para el futuro próximo, más fuerte aún que los de los últimos años. Se trata, como se sabe, de una sociedad donde los agravios no se olvidan fácilmente y, suele suceder –como pasa en estos días—que los roles tarde o temprano se intercambian. Cristina Kirchner en el balcón de su departamento en Monserrat Asi que la condena a Cristina Kirchner es un hecho consumado, más allá de las diversas opiniones sobre si los delitos están probados o no, o de los señalamientos sobre las diferentes velocidades de la Justicia según la procedencia política de los afectados, o de las conductas improcedentes de algunos jueces que participaron del proceso. Y en los próximos años la sociedad argentina, su democracia, deberá procesar el disruptivo hecho de que una de sus máximas líderes –la principal dirigente de la oposición- está condenada por corrupción y que –al mismo tiempo- millones de personas no podrán votar a quien lo desean. Entre ellos y la creciente masa de votantes que no concurren a las urnas se conforma un panorama incierto para la democracia tan participativa que se construyó en la Argentina desde 1983. Se verá si el nuevo escenario es producto de la mirada compasiva de Carrió o de la escalada que anuncian los insultos de Espert. Tal vez el revanchismo antikirchnerista tenga motivos para sentirse el favorito en esa contienda: el insulto, la humillación, el ensañamiento, las domadas, parecen estar de moda en estos tiempos. Más aun cuando el contendiente es relativamente débil. Por alguna razón, esas conductas parecen asegurar un camino al éxito personal. En otros tiempos, los agravios contra periodistas o disidentes recibían una condena social. Ahora, no. La venganza y el ensañamiento garpan, aunque se trate de éxitos de corto plazo. Pero además, hay hechos cotidianos que estimulan la escalada, y no solo en las redes sociales. El ataque contra el canal Todo Noticias, luego de conocida la sentencia, es una señal fuerte en ese sentido; entre otras razones, porque no fue repudiado por la dirigencia kirchnerista. Es bastante obvio que, en silencio, muchos creen que corresponde, o que es comprensible, ese tipo de reacción. Por otra parte, el jueves, en Santa Fe, un militante peronista fue detenido por haber pintado “Ojo Rosatti”, apenas eso, en una pared: una especie de advertencia al presidente de la Corte Suprema. Allanaron su casa, lo esposaron y exhibieron el material encontrado en el operativo: había una remera con la leyenda “Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro”; una docena de volantes con la imagen de Cristina Kirchner y el slogan “proscribirla no te llenará la heladera”, un escudo del Partido Justicialista y una imagen donde se reunía a Perón, Eva Perón y el Che Guevara. Eso es todo lo que pudo exhibir la policía para demostrar la culpabilidad del detenido. En otros tiempos, la democracia argentina no hubiera tolerado esta conducta policial. Una de las pintadas que fueron detectadas cerca de la casa del juez La condena a Cristina Kirchner admite, naturalmente, miradas complementarias. A través de ella se puede ver el deterioro moral que atravesó a un proceso político que generó esperanzas en la mayoría de la sociedad y terminó ensuciado por la venalidad de sus principales dirigentes. Los dirigentes que rodean a la ex presidenta podrán sostener que la Justicia la persigue. Pero, ¿cómo explicar la tragedia de Once, los bolsos de Lopez, el enriquecimiento de Lazaro Baez sin concluir en, al menos, la responsabilidad política de la familia Kirchner? Las personas sanas que celebran el fallo como un paso importante en la lucha contra la corrupción tienen motivos para hacerlo. Al mismo tiempo, la parálisis absoluta de la Justicia frente a los financistas que fugan capitales hacia paraísos fiscales, los grandes evasores o políticos no kirchneristas es tan grosera: ¿Cómo no sospechar que, más allá de la corrupción kirchnerista, hay un doble estándar escandaloso donde se persigue a unos y se protege a los otros, o sea, que la venalidad es bastante transversal? El apuro de la Corte para dictar el fallo antes de las elecciones, cuando otros temas tanto o más trascendentes –el decreto inaugural de Javier Milei, por ejemplo- esperan cajoneados desde antes de que llegaran los recursos por el caso Vialidad, aporta otro elemento de degradación del sistema. Es la misma Corte que tomó juramento a alguien designado por decreto, entre tantos otros pecados. Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti Parece una historia donde nadie está limpio, y en la que todos tienen razón cuando hablan de los demás: todo un retrato del poder en la Argentina. Mientras tanto, Elisa Carrió sigue su camino. En su única aparición posterior a la condena, además de hablar de compasión, anunció que prepara una denuncia por la corrupción en el PAMI libertario. “Es escandalosa la corrupción en las provincias. Es como en la época del menemismo. Son hasta los mismos nombres”. Carrió se refirió también a la situación del Hospital Garrahan. “Dicen que esto es la libertad. Pero hay precondiciones para la libertad, como el derecho a la vida y el derecho a la salud. Hoy la gente se muere por falta de salud. Los niños, las madres, las familias. En todos lados la gente ha dejado de ir porque no puede comprar los medicamentos. Lo he vivido. He tenido que ayudar a gente que se moría, pero se moría por una apendicitis, por enfermedades curables”. Carrió calificó al proyecto anarcolibertario como un modelo “de aniquilación, de humillación”. Y advirtió: “Todo el mundo cree que porque hubo Justicia en la Corte hay República en la Argentina, como dijo el Presidente. Yo creo que estamos ingresando en la oscuridad de la República”.
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