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Parana » Informe Digital
Fecha: 13/06/2025 01:08
Un enemigo microscópico acecha con fuerza a los apiarios del país: el virus de las alas deformadas (DWV, por sus siglas en inglés). Este patógeno tiene la capacidad de debilitar a las abejas, acortar su vida útil y, en los casos más severos, provocar la desaparición total de las colmenas. Investigadores del Instituto de Virología del INTA han logrado identificar su presencia en la provincia de Entre Ríos y, como parte de este avance, han secuenciado por primera vez en Argentina su genoma completo. Este tipo de estudios, enmarcados dentro del Programa Apícola Nacional, pretenden generar herramientas que ayuden a proteger una actividad estratégica: la apicultura, que se desarrolla en 22 provincias argentinas y contribuye significativamente a numerosas economías regionales. El DWV no es un virus cualquiera. Su impacto directo se manifiesta en abejas con alas deformadas, limitaciones en su capacidad de vuelo y una expectativa de vida reducida. Fernanda González, investigadora del INTA, explicó que “si la infección no es controlada, puede provocar una disminución progresiva de la población de la colonia hasta su colapso total”, lo que resultaría en la pérdida de unidades productivas. Para investigar su comportamiento, el equipo del Instituto de Virología analizó 145 colmenas distribuidas en diversas regiones de Entre Ríos. El relevamiento abarcó apiarios en distintos entornos florales —desde zonas dominadas por monocultivos de cítricos y eucaliptos hasta regiones con praderas naturales— y consideró dos sistemas de manejo: migratorio y estacionario. Los resultados fueron contundentes: el virus se detectó en el 62,06 % de las colmenas muestreadas. La mayor incidencia se observó al inicio de la temporada en las colmenas migratorias, donde un 86,2 % dio positivo. Además, de este grupo, más de un tercio fue clasificado como débil. En los apiarios estacionarios, la presencia del virus fue inferior: el 44,11 % resultó positivo, y todas las colmenas afectadas tenían poblaciones fuertes o medias. “Fue posible detectar el virus en ambos tipos de manejo sin registrar pérdidas de colonias durante los muestreos”, detalló González. El análisis también consideró el estado de las colmenas según la cantidad de abejas: fuertes, medias o débiles. La interacción entre el tipo de manejo, el entorno floral y el nivel de infestación permitió construir un panorama más completo sobre cómo y dónde circula este virus. El DWV puede propagarse de diversas maneras: de la reina a su descendencia, de abeja a abeja o a través de parásitos como el ácaro Varroa destructor, que también fue hallado en los apiarios evaluados. En condiciones saludables, la presencia del virus no siempre se traduce en síntomas visibles; sin embargo, factores como el estrés ambiental, la alimentación inadecuada o la infestación por ácaros pueden desencadenar sus efectos más dañinos. “El conocimiento que obtuvimos con este estudio es fundamental para proteger a las abejas”, comentó González, quien además enfatizó la importancia de mantener buenas prácticas apícolas para preservar colmenas sanas y productivas. Uno de los logros más significativos de esta investigación fue la secuenciación completa del genoma del virus DWV, una herramienta vital para avanzar en su estudio y en el desarrollo de estrategias de prevención y control. Asimismo, los investigadores lograron obtener el genoma completo del Black queen cell virus (BQCV), otro patógeno que puede comprometer la producción de nuevas reinas y afectar el equilibrio de las colmenas. Ambos registros genéticos representan un hito para la sanidad apícola en el país y abren la puerta a investigaciones futuras que profundicen en el comportamiento de estos virus, su relación con el ambiente y su impacto en la producción. La apicultura, más allá de la miel, desempeña un papel crucial en la polinización de cultivos. Cuidar la salud de las abejas es, por lo tanto, también una forma de proteger la biodiversidad y garantizar la alimentación. Fuente: Inta
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