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» Diario Cordoba
Fecha: 05/06/2025 03:04
En tu desesperación por el estado actual del Estado, y en tu desesperación por no poder soportar, encajar, asumir que los tuyos se pasen a lo de ellos, acabas por concluirme que «todos los políticos son iguales». Y yo, en mi desesperación por que no te desesperes, y en mi desesperación por no caer en la desesperación, que es el umbral para que triunfe el totalitarismo, te razono que «todos los políticos no son iguales», que para verlo basta con comprobar si el interior de la caja corresponde con lo que dice la etiqueta. Que un ladrón robe, no engaña a nadie; que un político de derechas haga una política de derechas, no engaña a nadie. Lo malo, por perverso, por enmarañar la verdad con la mentira, está en que la etiqueta diga «vino», y, al probar el contenido, bebamos vinagre; y peor: que no reconozcamos que es vinagre. Éste es el terrible peligro en el que estamos quienes nos erigimos en buenos, en progresistas. Si, en la realidad de cada día, traicionamos la etiqueta que nos adjudicamos, entonces sí que transpiramos podredumbre. Éste es el problema, porque no hay corrupción mayor que corromper con la mentira el espíritu de la verdad en lo que sea. Un maestro que engañe a sus alumnos, un juez que defienda la iniquidad, un político que traicione su programa. Y así, no repudiamos el mal, sino que, cuando aparece, lo justificamos y nos justificamos con que los otros también lo hacen, en esa triste competición de haber qué bando supera al otro en fechorías. Si los míos hacen algo, en vez de repudiarlo sin más, busco que los suyos hayan hecho lo mismo, o mejor si peor. El resultado de esta perversa igualdad es el triunfo de la corrupción, empezando por cada uno consigo mismo. *Escritor
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