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  • El choque entre las galaxias Vía Láctea y Andrómeda parecía inevitable, pero un nuevo estudio lo puso en duda

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/06/2025 16:33

    Una ilustración muestra una etapa de la posible fusión entre la Vía Láctea y la vecina galaxia Andrómeda, tal como se vería en el cielo nocturno de la Tierra dentro de 3.750 millones de años. Andrómeda (izquierda) ocupa el campo de visión y comienza a distorsionar la Vía Láctea (derecha) por la fuerza de marea (NASA/ESA/Z. Levay y R. van der Marel/STScI/T. Hallas y A. Mellinger/Folleto vía REUTERS/Ilustración) La historia del destino cósmico de la Vía Láctea parecía estar escrita desde hace más de un siglo. Desde que los astrónomos detectaron el movimiento de acercamiento entre nuestra galaxia y la de Andrómeda en 1912, la idea de una colisión galáctica inminente se instaló como un destino inevitable. Las estimaciones sostenían que, en unos 4500 millones de años, ambas galaxias se fundirían en un choque monumental conocido informalmente como “Milkomeda”. Sin embargo, un nuevo estudio internacional cuestiona ese final preestablecido. A partir de datos recientes de los telescopios espaciales Hubble y Gaia y mediante 100.000 simulaciones que incluyeron variables antes ignoradas, los astrónomos concluyeron que la probabilidad de colisión directa en los próximos 10.000 millones de años es mucho menor de lo que se pensaba. Las simulaciones indican que la probabilidad de colisión con Andrómeda es del 50 por ciento muy lejos de la certeza que se creía hasta ahora (NASA) La investigación, publicada en la revista Nature Astronomy y liderada por el astrofísico Till Sawala de la Universidad de Helsinki, demuestra que el desenlace de la Vía Láctea no está sellado. Si bien los modelos anteriores indicaban una fusión casi segura con Andrómeda, el nuevo análisis sugiere que esa posibilidad ronda apenas el 50 %. De hecho, en los próximos cuatro a cinco mil millones de años, la probabilidad de un impacto entre ambas se reduce a tan solo un 2 %. Esa cifra contradice décadas de previsiones y abre la puerta a un escenario mucho más complejo. Los astrónomos responsables del estudio incorporaron en su modelo a otras galaxias influyentes del entorno, como la Gran Nube de Magallanes (LMC) y la galaxia del Triángulo (M33), que orbitan la Vía Láctea y Andrómeda respectivamente. El Grupo Local, al que pertenecen estas cuatro, incluye al menos un centenar de galaxias, pero son estas las más masivas después de las dos grandes protagonistas. El equipo de investigadores quiso averiguar cómo afectaban estas masas adicionales al destino galáctico común. Nuevas simulaciones con más variables y un escenario incierto La Gran Nube de Magallanes y M33 influyen en el movimiento galáctico reduciendo o aumentando la posibilidad de una fusión entre las galaxias (NASA) A diferencia de estudios previos que partían de valores fijos, esta nueva investigación incorporó hasta 22 variables, incluidas incertidumbres en masas, velocidades y trayectorias. “Realizamos miles de simulaciones, lo que nos permitió tener en cuenta todas las incertidumbres observacionales”, explicó Sawala. En la mitad de esas simulaciones, la Vía Láctea y Andrómeda se acercaban lo suficiente como para fusionarse en una única galaxia elíptica, sin rasgos de sus estructuras espirales originales. Pero en el resto, se cruzaban sin llegar a impactar, como dos embarcaciones deslizándose en la inmensidad cósmica. La interacción gravitatoria de LMC y M33 fue determinante para alterar las trayectorias previstas. La masa de la Gran Nube de Magallanes, aunque solo representa un 15 % de la Vía Láctea, ejerce una fuerza perpendicular al plano de movimiento entre nuestra galaxia y Andrómeda. Ese tirón desvía a la Vía Láctea lo suficiente como para reducir la probabilidad de una fusión. Del lado opuesto, M33 ejerce una tracción adicional que puede favorecer el acercamiento entre ambas. Vista panorámica de Andrómeda tormada por el telescopio espacial Hubble (NASA, ESA, B. WILLIAMS, U. OF WASHINGTON) “La masa adicional de la galaxia satélite de Andrómeda, M33, atrae ligeramente más a la Vía Láctea hacia ella. Sin embargo, también demostramos que la LMC arrastra a la Vía Láctea fuera del plano orbital y alejándola de Andrómeda. Esto no significa que la LMC nos salve de esa fusión, pero la hace un poco menos probable”, sostuvo Sawala. El modelo que se impuso hasta ahora ignoraba el papel de estas galaxias secundarias y partía de valores medios para masas y velocidades, lo que llevaba a una certeza relativa sobre la colisión. Con los nuevos cálculos, esa certidumbre se diluye. El propio Sawala lo reconoció: “No descubrimos que los cálculos anteriores fueran erróneos; todo lo contrario, cuando partimos de las mismas suposiciones, reproducimos los resultados anteriores”. Pero al ampliar el rango de posibilidades y asumir que los datos disponibles no son definitivos, el panorama cambia. “El principal resultado de nuestro trabajo es que todavía existe una incertidumbre significativa sobre la evolución futura y el destino final de nuestra galaxia”, afirmó. Más allá de la colisión: el futuro posible de la Vía Láctea Investigadores calcularon 100 mil escenarios posibles y detectaron que una colisión frontal no es tan inevitable como sostenían modelos previos (NASA) El análisis plantea que hay dos desenlaces posibles. En el primero, la Vía Láctea y Andrómeda se acercan lo suficiente en su primer encuentro como para que la fricción dinámica entre sus halos de materia oscura desacelere sus órbitas. Esto terminaría en una fusión que, según Sawala, ocurriría “antes de 10 mil millones de años”. En ese escenario, ambas galaxias se deformarían por la atracción mutua, se desencadenaría una intensa formación estelar, seguida de radiación por supernovas y actividad de un agujero negro supermasivo. Luego de unos miles de millones de años, el sistema remanente sería una galaxia elíptica, sin forma definida y sin señales de su pasado. En el segundo escenario, la distancia mínima entre las galaxias no alcanza para activar ese proceso. La fricción no sería suficiente y ambas seguirían orbitando durante mucho tiempo, en una danza lenta sin contacto directo. El estudio no puede predecir cuál de los dos sucederá, pero asigna una probabilidad casi idéntica a ambos. Sawala aclaró que “la predicción anterior de una colisión entre la Vía Láctea y Andrómeda es solo una de varias posibilidades”. El nuevo estudio utilizó datos de los telescopios Hubble y Gaia para simular el futuro de la Vía Láctea durante los próximos 10 mil millones de años (EFE/Archivo/EPA/NASA) Los próximos años podrían traer más respuestas. El telescopio espacial Gaia, que continúa su misión de cartografiar el universo con una precisión sin precedentes, entregará nuevos datos en 2026 que podrían refinar aún más los cálculos. “Con datos aún mejores, tendremos una respuesta definitiva a la pregunta de si la Vía Láctea y Andrómeda se fusionarán o no”, remarcó Sawala. Por su parte, Geraint Lewis, profesor de astrofísica en la Universidad de Sídney, valoró el hallazgo como un paso clave. “Esto demuestra claramente que la historia que se cuenta —que habrá una colisión que destruirá la Vía Láctea y Andrómeda— no es tan clara ni segura como se cree”, opinó. Mientras tanto, el destino de nuestro planeta está ligado a otros factores. Incluso si la colisión ocurriera dentro de 10.000 millones de años, el futuro de la Tierra podría definirse mucho antes. El Sol, con unos 4.500 millones de años de edad, evolucionará hacia una fase de gigante roja dentro de unos 5.000 millones de años. En ese proceso, engullirá a Mercurio, Venus y probablemente a la Tierra, según estimaciones de la NASA. Por eso, el desenlace galáctico podría no llegar a afectar directamente a nuestro planeta. Fotografía facilitada por la Agencia Espacial Europea (ESA) de la sonda espacial Gaia, el telescopio más complejo construido en Europa (EFE/ Archivo) Para los autores del estudio, el valor del trabajo no radica solo en predecir si habrá o no una fusión galáctica, sino en mostrar que los modelos cosmológicos no son tan deterministas como se cree. “Hay mucha complejidad e incertidumbre, incluso en sistemas relativamente simples de tres o cuatro cuerpos”, explicó Sawala. Su colega Carlos Frenk, coautor del estudio y profesor de la Universidad de Durham, agregó: “Hasta ahora pensábamos que este era el destino que le esperaba a nuestra Vía Láctea. Ahora sabemos que hay muchas posibilidades de que evitemos ese aterrador destino”. La investigación, además de desarmar una de las predicciones más populares de la astronomía moderna, destaca la necesidad de incorporar más elementos en los modelos del universo. No solo masas y velocidades, sino también márgenes de error, efectos gravitacionales cruzados y datos actualizados. Como señaló Scott Lucchini, del Centro de Astrofísica de Harvard y Smithsonian, “esto realmente nos da una visión completa de lo que podría suceder en el futuro”. Aunque nadie esté para entonces para confirmarlo, el camino hacia esa respuesta está en marcha. El futuro de la Vía Láctea, lejos de estar escrito, sigue abierto.

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