05/06/2025 22:19
05/06/2025 22:18
05/06/2025 22:17
05/06/2025 22:16
05/06/2025 22:16
05/06/2025 22:16
05/06/2025 22:15
05/06/2025 22:14
05/06/2025 22:14
05/06/2025 22:13
» El Ciudadano
Fecha: 04/06/2025 04:32
Por David Ferrara Hay sonrisas que lo dicen todo. Hay llantos que explican todo. Y ya nada más importa. Una simple palabra, un gesto, una actitud alcanza para desactivar enojos, distanciamientos, frustraciones e incomprensión. Esa alegría de Ángel en la firma, esa emoción al ponerse la piel que mejor le queda, ese llanto de su esposa. Con eso basta. Con eso termina la maldita novela que narran día a día las infames redes sociales y sus usuarios, esos que pocas veces bancarían en un mano a mano lo que escriben, incluso aunque a veces tengan motivos para hacerlo. Di María lo sabe bien, lo vivió en carne propia en las épocas de las derrotas con Argentina, y en ese momento los que estuvieron de su lado eran en buena medida los que se sintieron dolidos con su negativa hace un año, los que lo consideraron ingrato, pero desde el amor, desde la ilusión. Al fin y al cabo, sólo tiene la capacidad de decepcionarte alguien al que tenés en alta estima o al que amás profundamente. Y Di María sabe que es esclavo de sus palabras, pero también de sus sentimientos. Y que todo se revierte con el amor, que lo sana todo. Del Ángel de la desolación al Rosario siempre estuvo cerca, la banda de sonido cambió con una mirada. Esta vez no hubo novela, sí un gesto, una actitud y una determinación. Sin humo, sin cientos de tuits, sólo una sonrisa, una firma, y lágrimas. Todos están otra vez en el mismo barco. Y nada más importa.
Ver noticia original