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  • Fontaneros

    » Diario Cordoba

    Fecha: 03/06/2025 08:43

    No es cuestión de ponerse sesudos con Wittgenstein y su ‘Tractatus’; o con San Agustín y sus signos naturales o artificiales, pero el lenguaje lo es todo: el humo, el fuego, o los animales a los que Dios le puso nombre en un principio, según el testamento de Bob Dylan. Hasta el sambenito es un vocablo que encarrila nuestros prejuicios e indisposiciones. Porque habría que romper una lanza -los tópicos también forman parte del lenguaje- en favor de los fontaneros. Trato a diario con ellos por mi profesión, y hasta ahora casi nadie ha venido a ponerle un dique a las reminiscencias de este oficio. Porque hubo un tiempo en el que payaso era el más recurrente de los insultos, hasta que el gremio puso un pie en pared para dignificar la seriedad de este oficio. Pero los fontaneros siguen ahí, como cardadores de la ingratitud. Se mienta guadianescamente a los fontaneros de la Moncloa cuando aflora alguna brida que el Gobierno le ha colocado a sus aguas negras. Y date con un canto en los dientes, porque en la jerarquía de este reino celestial inverso surgen vocablos más degradantes, como ‘cloaquista’ o ‘cloaquero’, un americanismo que no sabemos si superará el purgatorio de la RAE. Pero todos nos entendemos: se trata de salir impolutos a costa de que otros se enfanguen en la mierda. Para vindicar este oficio, la señora Leire Díez podía decir que los fangos son un proceso consustancial en la depuración de las aguas residuales, inviable la desnitrificación sin la digestión anaerobia; ergo la transparencia estaría sobrevalorada. Pero va a ser que no, y despeja ese hurgamiento a la UCO -siglas de la Benemérita compartidas con nuestra Universidad- apoyándose en las notas de investigación para publicar un libro sobre las turbiedades de los hidrocarburos -en este punto, admitimos el doblaje de Gloria Serra-. Está claro que estos procesos biológicos casan mal con la acción del Gobierno. Haría falta mucha pedagogía para no incurrir en tentaciones de Repúblicas pachangueras -sería deseable no asociar el banano con un mal Gobierno-. Pero la biodegradación no puede utilizarse como un blanqueamiento de la corrupción política. Shakespeare le endosó a Hamlet una patente universal cuando categorizó que algo huele a podrido en el reino de Dinamarca. Para ahuyentar ese estigma, los daneses encabezan año tras año el índice internacional de percepción de la corrupción, un ranking en el cual nuestro país ocupa el lugar 46, por detrás de Ruanda, Bostwana o Arabia Saudí. Mucho queda por hacer y más cuando, en lugar de catarsis, afloran en los gobernantes signos de descomposición. Y superen la metáfora y el estereotipo del fontanero, que hasta ahora el único que ha acudido al rescate es Super Mario. *Licenciado en Derecho, graduado en Ciencias Ambientales y escritor

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