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  • ¿Y si el próximo paso en salud no es solo tecnológico, sino ético?

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 02/06/2025 00:42

    Por Evangelina Belén Mollar* Exclusivo para Comercio y Justicia En los pasillos de hospitales y centros de salud, más allá de las decisiones técnicas y terapéuticas, se libran cada día batallas silenciosas que tienen un profundo contenido moral. Detrás de cada historia clínica hay personas que sufren, familiares que dudan, profesionales que se debaten entre lo correcto y lo posible, lo clínico y lo humano. En ese cruce de caminos entre la ciencia y los valores, emergen los Comités de Ética Asistencial (CEA) como espacios imprescindibles para guiar las decisiones difíciles. Estos comités no son una novedad. Existen hace décadas y su función está reconocida en múltiples normativas sanitarias. Pero en la práctica, aún hoy, su implementación efectiva y su valorización dentro de las instituciones de salud siguen siendo una deuda pendiente. Mientras la tecnología avanza y la medicina se vuelve cada vez más compleja, los dilemas éticos se multiplican. Y, paradójicamente, los espacios destinados a abordarlos siguen siendo marginales o invisibles. Frente a este escenario, es urgente darles el lugar que merecen: no sólo como una obligación legal a cumplir, sino como una herramienta viva y estratégica para fortalecer una atención de calidad, humana y respetuosa de los derechos. Consultivo Un comité de bioética asistencial tiene carácter consultivo. Está conformado por profesionales de distintas disciplinas -medicina, enfermería, trabajo social, derecho, filosofía, psicología, entre otras- que se reúne para reflexionar sobre situaciones clínicas que presentan dilemas éticos. Su objetivo no es dictar normas ni tomar decisiones por los equipos médicos, sino brindar orientación ética basada en los principios fundamentales de la bioética: autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia. Su existencia tiene un fundamento profundo: reconocer que la práctica médica no es una ciencia exacta, sino una actividad humana, atravesada por incertidumbres, tensiones y decisiones que afectan la vida, la dignidad y los valores de las personas. Algunas de las situaciones que pueden motivar la consulta al comité son: -Casos en los que un paciente rechaza un tratamiento necesario para vivir. -Decisiones al final de la vida (adecuación del esfuerzo terapéutico, sedación paliativa, uso de ventilación mecánica). –Disensos entre el equipo médico y los familiares o tutores. -Pacientes con discapacidad o enfermedades mentales que no pueden expresar su voluntad claramente. -Uso de tecnologías nuevas o invasivas que plantean riesgos o implican decisiones difíciles. –Objeciones de conciencia. -Intervenciones en poblaciones vulnerables o con escaso acceso a la información. El comité no reemplaza la responsabilidad del médico ni anula la voz del paciente. Al contrario: busca que ambas se escuchen mejor. Su fortaleza está en crear un espacio de deliberación plural, donde las decisiones se piensen en profundidad, se analicen alternativas y se consideren no solo los resultados clínicos, sino también las dimensiones éticas, jurídicas, sociales y culturales implicadas. Prioridad En muchas legislaciones y recomendaciones institucionales la existencia de comités de ética asistencial ya está prevista, pero en la realidad su aplicación es dispar. Algunas instituciones los han incorporado activamente, mientras que en otras no pasan de ser un requisito formal o un grupo inactivo. Entonces, ¿por qué deberíamos apostar por ellos más allá de la exigencia normativa? -Porque ayudan a prevenir conflictos mayores. Un dilema ético mal resuelto puede derivar en consecuencias graves: judicialización, pérdida de confianza en el sistema, desgaste emocional del equipo, daño a la relación médico-paciente. Consultar al comité permite anticipar riesgos, encontrar consensos y actuar con mayor respaldo ético. -Porque humanizan la atención. Los CEA ayudan a recordar que cada paciente es una persona, con una historia, una familia y un sistema de valores. En contextos de presión, urgencia o automatización creciente, la reflexión ética devuelve humanidad a las decisiones. -Porque fortalecen la seguridad jurídica e institucional. Aunque sus recomendaciones no son vinculantes, generan trazabilidad ética de las decisiones y pueden servir como respaldo ante controversias. También orientan la redacción de protocolos, políticas internas y procedimientos más claros. -Porque cuidan también al personal de salud. Los profesionales muchas veces enfrentan decisiones difíciles en soledad, con temor a equivocarse o ser juzgados. El comité ofrece un ámbito donde compartir responsabilidades, expresar dudas y buscar acompañamiento profesional, ético y emocional. -Porque no hay medicina moderna sin ética. En un tiempo en que se habla de medicina personalizada, salud digital, inteligencia artificial y decisiones predictivas, el papel del juicio ético es más importante que nunca. Los comités deben ser protagonistas de ese nuevo escenario. Clave: la capacitación Tener un comité de bioética no garantiza su eficacia. Un CEA será verdaderamente útil solo si sus miembros están capacitados, comprometidos y respaldados institucionalmente. La bioética no es una disciplina estática; evoluciona constantemente con los cambios sociales, tecnológicos, culturales y jurídicos. Por ello, la formación de quienes integran comités no puede ser eventual ni superficial. Los miembros de un CEA deben comprender profundamente los principios bioéticos, pero también saber cómo aplicarlos a situaciones reales, con empatía y sentido práctico. Necesitan habilidades de comunicación, escucha activa, razonamiento clínico, análisis jurídico básico y, cada vez más, nociones sobre tecnologías emergentes en salud (inteligencia artificial, big data, edición genética). Algunas instituciones han comenzado a ofrecer cursos específicos, diplomaturas y espacios de simulación de casos clínicos complejos. Estas iniciativas son valiosas, pero aún insuficientes. Ser miembro de un comité debe considerarse un rol de alta responsabilidad y formación continua, no una tarea informal que se delega a quien “tiene tiempo” o simplemente le interesan esos temas. Además, el comité no puede estar aislado del resto del sistema. Necesita contar con el apoyo explícito de la dirección institucional, tener canales ágiles de consulta. Debe estar disponible, visible y bien articulado con los equipos asistenciales. De lo contrario, corre el riesgo de quedar como un ente decorativo o inoperante. Cambio cultural A pesar de la existencia de los comités, muchos profesionales de la salud no los consultan por temor, desconfianza o desconocimiento. Es frecuente escuchar frases como “no quiero exponerme a que me juzguen”, “lo van a complicar todo” y “ya tomé la decisión, no quiero que intervengan otros”. Estos prejuicios son comprensibles, pero erróneos. Los CEA no están para sancionar ni para interferir con la labor médica. No son tribunales, ni contralores, ni comisiones burocráticas. Son espacios de apoyo, escucha y orientación ética. Su existencia responde, precisamente, a la idea de que nadie debe cargar solo con la angustia de decisiones tan complejas. Para que los comités funcionen es esencial construir confianza. Los profesionales deben sentir que pueden acudir a ellos sin miedo a ser cuestionados ni a perder autonomía. Y deben saber que una consulta no implica una intromisión, sino un recurso valioso que los fortalece. También es clave visibilizar al comité dentro de la institución: presentarlo en reuniones de servicio, incluirlo en los protocolos, invitarlo a jornadas de formación, crear canales rápidos para solicitar asesoramiento. A mayor presencia y familiaridad, menor será la resistencia. Por otro lado, hay que sensibilizar a toda la comunidad hospitalaria -no solo a los médicos-: enfermería, trabajo social, psicología, administración. Muchas veces, los dilemas éticos no se perciben como tales hasta que alguien los señala. Formar equipos capaces de identificar precozmente los conflictos y derivarlos al comité es parte del desafío. Potencial El verdadero potencial de los comités de bioética asistencial se alcanza cuando dejan de ser vistos como una “instancia de última hora” y se integran a la vida cotidiana de la institución. La ética debe estar presente desde el momento en que se diseña una historia clínica, se define un criterio de ingreso a terapia intensiva o se prioriza a un paciente en lista de espera. Debe atravesar la docencia, la gestión y la investigación. Por eso, además de atender casos puntuales, los comités pueden y deben cumplir otras funciones esenciales: -Asesorar en la elaboración de políticas institucionales (protocolos de final de vida, manejo de datos, consentimiento en menores, objeción de conciencia, entre otros). -Participar en instancias de formación continua (generar espacios de reflexión ética con el personal de salud, a partir de casos reales y temas sensibles). -Promover la equidad y la humanización (advertir sobre prácticas discriminatorias, inequidades o barreras de acceso que puedan naturalizarse en la rutina). -Ser interlocutores en situaciones de conflicto (mediar entre equipos y familias, entre profesionales, o entre la institución y actores externos). -Ofrecer recomendaciones propositivas (no solo resolver casos, sino prevenirlos con acciones proactivas). Este modelo requiere una bioética transversal, activa y bien institucionalizada, con recursos, reconocimiento y tiempo asignado. Requiere también una cultura organizacional que valore la deliberación ética y no la perciba como una amenaza, sino como una inversión en calidad, justicia y sostenibilidad. Apuesta En tiempos en los que la medicina avanza a pasos agigantados, los desafíos éticos no solo aumentan: se diversifican. ¿Cómo decidir ante pacientes en coma prolongado con tecnologías de soporte vital? ¿Qué hacer ante diagnósticos prenatales inciertos? ¿Cómo manejar la inteligencia artificial cuando sus recomendaciones chocan con los deseos del paciente? ¿Cómo proteger datos sensibles sin obstaculizar el cuidado? La bioética no tiene todas las respuestas, pero ofrece un marco para hacerse las preguntas correctas. Y los comités de bioética asistencial son uno de los dispositivos más valiosos para sostener esa capacidad crítica, interdisciplinaria y humanista que todo sistema de salud necesita para no perder su norte. La ley puede exigir su existencia. Pero es la conciencia ética institucional la que define si serán una prioridad real o un casillero más por llenar. Apostar por comités activos, bien formados, respetados y utilizados es apostar por una medicina más reflexiva, más justa y más centrada en las personas. (*) Abogada. Especialista en Bioética. Integrante del comité de Bioética del Incucai (antes, de la SAU y del Hospital Vélez Sarsfield). Directora Regional para Latinoamérica, división Bioethx, Aquas.inc. (Washington DC). Consultora.

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