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  • Las cosas por su nombre

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 01/06/2025 16:59

    1. Sostuvo el lingüista francés Pierre Bourdieu que “quien nomina, domina”. Comencemos por el nombre de América. Estados Unidos, que como bien hace notar Jean Luc Godard no es un nombre, se ha ido apoderando progresivamente del apelativo de América, cuyo titular original, Américo Vespuccio, jamás estuvo en lo que es hoy territorio estadounidense. Vemos que Donald Trump arma una alharaca para cambiar el clásico nombre de Golfo de México por el de Golfo de América. Tras la lingüística viene la rapiña; gran parte del territorio que actualmente llamamos Estados Unidos era de México. Testimonio, Tejas, Los Ángeles, California, San Francisco, Nevada, Colorado, Utah, Kansas, Oklahoma, Wyoming, Nuevo México, tantos apelativos castellanos o indígenas enclavados en tierra que el latrocinio hizo “americano”. 2. Con la asimilación entre el nombre de un país y el de un continente viene un intento de apropiación del segundo por el primero. Para algunos, “América” es “Estados Unidos”; de hecho, éste último ocupa con unas 128 bases militares América Latina y el Caribe, mientras que nuestros países no operan una sola en el Coloso del Norte. Elegir nuestro nombre fue optar entre uno y otro coloniaje: Hispanoamérica o Iberoamérica nos remitían a la península ibérica; Latinoamérica fue una invención del imperialismo galo para mentir que el Emperador Maxiliano, en cuanto “latino”, tenía derecho a gobernar México. “Nuestra América” fue frase poderosa de José Martí, que implica a la vez separación esclarecedora y entrañable fraternidad. 3. Y ya que hablamos de continentes, recordemos que para el Diccionario de la Lengua Española éstos son “cada una de las grandes extensiones de tierra separadas por los océanos”. Pero en vano buscaremos el océano, la zanja, la discontinuidad natural que separaría el continente que llamamos Europa de aquél que nominamos Asia. La única barrera entre ambos es la grieta del Eurocentrismo, que quiso convertir la península europea en Centro del Mundo. 4. Quien dude de los engendros que incuba el poder en sus cloacas semióticas, considere la nueva acepción de la palabra “libertario” tan en boga. Para el Diccionario de la Lengua Española, “Libertario” es sinónimo de “anarquismo”: “Doctrina que propugna la libertad total del individuo y la desaparición del Estado y de toda forma de poder”. ¿A cuenta de qué entonces motejar de “libertario” a todo esbirro del Fondo Monetario Internacional, a todo polizonte autoritario que a palo y plomo reprime manifestaciones y protestas contra la entrega de sus países al capital transnacional? Y algunos hasta se retratan disfrazados de próceres libertadores.

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