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  • ¿La inteligencia artificial ya es consciente? El debate de científicos y técnicos

    » El Ciudadano

    Fecha: 30/05/2025 20:24

    Una cabina oscura, luces estroboscópicas y música intensa. No es una escena de Blade Runner, sino un experimento real desarrollado en la Universidad de Sussex, Reino Unido. Allí, un grupo de científicos explora cómo el cerebro genera experiencias conscientes, en un proyecto que busca dilucidar una de las preguntas más antiguas de la humanidad: ¿qué nos hace humanos? El dispositivo se llama Dreamachine y genera patrones visuales únicos en cada individuo. Su propósito no es entretener, sino visibilizar el funcionamiento interno de la conciencia humana. Para los investigadores, comprender estos procesos podría ayudarnos a entender si las máquinas también pueden llegar a experimentarlos. Este tipo de estudios se vuelven cada vez más relevantes a medida que crece el poder de la inteligencia artificial. La irrupción de modelos como ChatGPT o Gemini, capaces de sostener conversaciones fluidas y complejas, ha llevado a algunos expertos a plantear una hipótesis inquietante: ¿y si estas máquinas ya son conscientes? Aunque muchos investigadores consideran que aún no hay evidencia para afirmarlo, algunos científicos y desarrolladores tecnológicos no descartan esa posibilidad. Blake Lemoine, exingeniero de Google, aseguró en 2022 que uno de sus chatbots podía «sentir cosas». Más recientemente, Kyle Fish, de Anthropic, estimó en un 15% la probabilidad de que las IAs ya hayan alcanzado algún tipo de conciencia. Para el profesor Anil Seth, neurocientífico y director del Centro de Ciencia de la Conciencia en Sussex, esta visión es “optimista y antropocéntrica”. Según explica, inteligencia y conciencia no necesariamente van de la mano: hay animales inteligentes sin autoconciencia, y las máquinas podrían replicar este patrón sin necesidad de «sentir». Uno de los enfoques más prometedores, sin embargo, no se basa en software ni silicio. Algunos científicos creen que la conciencia artificial podría surgir de estructuras vivas. Empresas como Cortical Labs desarrollan organoides cerebrales –conocidos como «minicerebros»– capaces de realizar tareas simples como jugar al Pong. Si bien están lejos de tener conciencia, su desarrollo plantea nuevas preguntas éticas y científicas. Manuel y Lenore Blum, profesores eméritos de la Universidad Carnegie Mellon, sostienen que la IA alcanzará la conciencia a medida que incorpore sensores del mundo real, como visión y tacto. Están desarrollando un modelo de lenguaje interno llamado Brainish, con el que esperan replicar procesos similares a los del cerebro humano. A pesar de las diferencias, la mayoría de los expertos coincide en que aún no entendemos del todo cómo funciona la conciencia, ni en humanos ni en máquinas. El filósofo David Chalmers lo llamó “el problema difícil” de la ciencia: cómo un conjunto de procesos físicos puede generar una experiencia subjetiva. Y mientras las investigaciones avanzan, crece otra preocupación: la ilusión de conciencia. Los humanos tendemos a proyectar sentimientos en las máquinas, lo que podría derivar en relaciones afectivas con sistemas que no son conscientes, como amigos virtuales, asistentes digitales o incluso “parejas” artificiales. Para Anil Seth, el mayor riesgo no es que las máquinas sean conscientes, sino que creamos que lo son. “Eso podría alterar nuestras prioridades morales, volcando compasión hacia robots y restándola a otros seres humanos”. El futuro, entonces, no está solo en la programación. Está en comprender profundamente qué significa estar vivo, pensar y sentir. Y eso, por ahora, sigue siendo un misterio que ni la IA más avanzada puede resolver.

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