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  • La inocencia de Dios

    » Diario Cordoba

    Fecha: 29/05/2025 02:44

    Vuelves a escribirme, horrorizado ante cómo vamos en España y cómo vamos en el mundo. Y vuelves a hacerme la cómoda pregunta: «¿Cómo puede Dios permitir esto?». Pues yo vuelvo a la misma respuesta: «En este mundo en sufrimiento, Dios es el único inocente». Y me miras con deseos de odiarme, porque piensas que Dios está para manipular la Historia, para tratarnos como tratamos, por ejemplo, un árbol, creado para su máximo esplendor, y nosotros, en nuestro afán de manipular la vida, lo convertimos en bonsay, a base de recortarle la vida. ¿Te imaginas a Dios, que nos creó hijos, tratándonos así en nuestra libertad? ¿Eres tú capaz de conseguir que un hijo haga lo que tú quieres? ¿Puedes tú conseguir que te ame la mujer que amas? Y así, nosotros, los humanos, en la prepotencia de nuestra posición de dioses, creemos suplantar a Dios. Si dependiese de nosotros, arreglaríamos el mundo: si mi pareja no hace lo que quiero, la mato; si no me gusta mi nariz, me gasto lo que sea y me arriesgo a lo que sea en una cirugía; si no me viene bien tener un hijo, pues lo mato en el propio vientre de la madre; si no me gusta lo que mi hijo va a estudiar, pues le hago la vida imposible; si no me gusta un gobernante, no quiero ver que detrás de su violencia hay millones de seguidores que están con él, por acción o por omisión. Y así me voy construyendo mi mente de buenos y malos, destrozando hasta donde alcanzan mis posibilidades de destrozar y repartir bonos de bueno o de malo, en las redes sociales, en la selección de quiénes son mis amigos y quiénes mis enemigos, en amar u odiar, en aceptar o rechazar según lo que me dicta mi fantasía de tener la solución del mundo, con esa continua magia de hacer de mi capa un sayo. Y me quedo en paz. Yo ya no tengo problemas para conmigo mismo; puedo salir, entrar, ir, venir, gastar lo que me dé la gana, vivir lo que me dé la gana, pensar lo que me dé la gana, porque cuando veo otro horror en las noticias nuestras de cada día, lo soluciono con la maravillosa pregunta de intelectual comprometido: «¿Cómo puede Dios consentir esto?». Cuando Dios es el único que lo hace bien: crea la vida, el amor, la felicidad, la alegría, la idea de justicia e injusticia, de la satisfacción en compartir, de la solidaridad, de la verdad, de la transparencia, la dignidad, la honradez. Y luego, llegamos sus hijos, los humanos, y nos ponemos a reinventarlo, pero no en la dirección de la vida, sino en la de la violencia, el egoísmo, la tiniebla, el rencor, la revancha, la ira, el resentimiento, el odio, la venganza. Y, ante el destrozo, nos sentamos a esperar que Dios lo arregle, porque es más elástico ser sus marionetas.

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