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Concordia » Diario Junio
Fecha: 28/05/2025 04:49
El hombre «inventó» la religión porque, temeroso de su destino al principio de los tiempos, no imaginó el poder de seducción y luego de dominación que acumuló durante milenios en sus distintas versiones. Fueron los «sacerdotes», que en las orillas del Tigris y el Éufrates, donde se adoctrinaban con la sabiduría de los «hierofantes», quienes luego pudieron guiar a sus pueblos. Ellos tenían el poder sagrado, que después se transmitió a las distintas creencias donde desarrollaban sus mensajes espirituales y sociales. Desde entonces, las distintas Iglesias ostentan un poder «social» convocante, de tal manera que, en este siglo XXI, los ritos sagrados de la «palabra santa» son escuchados en los distintos acontecimientos históricos que posee cada pueblo. Por eso, en un vuelo rasante por la Historia, en nuestro país —como en tantos otros— la clásica ceremonia del Te Deum se celebra con la presencia de los representantes de los poderes circunstanciales que tiene cada Nación. Este 25 de mayo de 2025, en el clásico Te Deum en la Catedral Metropolitana de Bs. As., el arzobispo Jorge García Cuerva recibía al presidente Milei y su plana mayor de gobierno para la tradicional ceremonia, a la que el presidente no deseaba ir, pero cuya ausencia podía percibirse como un desprecio a la autoridad clerical. Y tenía razón el Ejecutivo, porque presumía una «filípica» de una autoridad clerical que había sido nombrada por el mismísimo ex Papa Francisco Bergoglio como continuador de su política social. Y su presunción se confirmaba a medida que el arzobispo ejercía una durísima crítica sobre su acción de gobierno. García Cuerva realizó en forma contundente lo que jamás ningún político de la oposición se había animado a hacer con tanta precisión y contundencia, debido a la cobardía política que existe en la degradada casta dispuesta a negociar lo innegociable, demostrando que la democracia «tarifada» y corrupta estaba llevando al abismo a una sociedad inerte. El arzobispo hizo una descarnada crítica sobre la situación de esos mendigos del siglo XXI que son los jubilados, que encima son apaleados y gaseados en forma impune por esos «lobos esteparios» de las fuerzas de seguridad, comandadas por la impresentable y patética figura de Patricia Bullrich. Dijo el arzobispo: «¿Hasta cuándo deberán reclamar por jubilaciones dignas?», ignorando que el término «dignidad» no figura en el diminuto cerebro del Ejecutivo. A lo que continuó García Cuerva: «¿Cuántas generaciones más y hasta cuándo deberán reclamar por jubilaciones justas?». En forma más elocuente expresó: «Nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación (si lo sabremos con los ensobrados), el pan viejo de la indiferencia y la insensibilidad: estamos empachados de panes sin sabor, fruto de la intolerancia; el pan agrietado por el odio y la descalificación» (que es parte de los que no tienen fundamentos para explicar tanta irracionalidad). «Nuestro país también sangra», dijo al hablar de la marginalidad y la exclusión, y de tantos adolescentes víctimas del narcotráfico, «que en algunos barrios es un Estado paralelo». Además, se refirió al contexto de violencia e intolerancia, condenando las campañas de odio de los libertarios en las redes (que nacen desde el mismo Ejecutivo, porque forma parte de su «naturaleza»). El único político que le respondió en su tiempo a una autoridad clerical en un templo religioso fue Raúl Alfonsín. Eso ya pertenece a la historia. Pero como este presidente hace gala de una impudicia descalificatoria hacia todo el que no piense como él, y su cobardía política no se lo permite, se tuvo que «tragar el sapo», «meter violín en bolsa» e ir a mascullar su bronca pensando en alguna oportunidad de venganza. Este arzobispo, como los «curas villeros» que acompañan a los jubilados en sus valientes marchas de los miércoles, merecen todo mi respeto como ciudadano, porque hay que dejar de naturalizar la humillación déspota de quienes creen que el país les pertenece y reprimen todo signo de emancipación popular, a través de la represión física y de las ideas que contribuyan a la emancipación popular.
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