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» El litoral Corrientes
Fecha: 27/05/2025 15:33
Por JORGE EDUARDO SIMONETTI Jorgesimonetti.com “Venimos a pedirle a Dios que nuestra Argentina se cure y viva…se están muriendo la fraternidad, la tolerancia, el respeto; y si se mueren esos valores, se muere un poco el futuro” Arzobispo Jorge García Cuerva, homilía 25 de mayo Caso 1: “A los seis años de edad, (el niño) sufría de pesadillas muy intensas donde se veía a sí mismo cayendo en profundos abismos o sufría persecuciones donde era capturado y azotado hasta desear la muerte. Estos episodios (y muchos más, de naturaleza psicológica) convencieron al doctor Bloch de que el niño necesitaba la ayuda de un especialista. Lo cual hizo que recurriera a Sigmund Freud, quien como padre del psicoanálisis tenía una exitosa consulta donde acudía tanto la clase alta como la clase media de la época.” “El doctor Bloch consultó a Freud el caso en varias ocasiones. Este, tras estudiar y analizar el diagnóstico, le recomendó la internación del pequeño en un centro de salud mental infantil, para que este pudiese ser tratado adecuadamente. Su madre estuvo totalmente de acuerdo. Sin embargo, (el niño) no fue internado y tampoco recibió ningún tipo de tratamiento. Pues su padre, no lo permitió. Este era un hombre muy intransigente que buscaba que su hijo continuara su carrera de funcionario de aduanas.” “El padre lo sometía a malos tratos y vejaciones diarios, razón por la que (el niño) incluso trató de escapar de la casa varias veces durante su infancia. Según los investigadores, a fin de evitar que se descubrieran sus maltratos, el padre siempre impidió el internamiento y el posterior tratamiento de su hijo.” (Psicóloga Ana Couñago Sobral). Caso 2: “Un niño de 11 años mira una noticia en la televisión de su casa. Aunque todavía está lejos de tener algo parecido a una opinión formada, sospecha que no es bueno lo que cuenta el aparato. Y comete un pecado imperdonable, uno que lo marcará para toda su vida: dice en voz alta lo que piensa. Su padre, en cambio, cree exactamente lo contrario. Y contesta los dichos de su hijo de la única manera que sabe.” “La golpiza que le da, una de tantas, es brutal. Tan bestial es que su otra hija, dos años menor, se desmaya sólo de presenciar la escena. Papá y mamá quieren mucho más a la nena que al nene, y no lo dudan ni un instante: lo dejan solo en el hogar y llevan a la chica al hospital. Desde ahí el joven humillado, abandonado y lastimado recibe un llamado. Del otro lado del teléfono llega la peor noticia que podría imaginar, que afecta al único ser humano que lo ve como algo más que una bolsa de carne que sólo sirve para ser lastimada. “Tu hermana se va a morir. Y va a ser culpa tuya”, le dice su propia madre. Cinco décadas después, ese niño golpeado será elegido Presidente.” (Psicología de la crueldad, Juan Luis González, Revista Noticias). Dos casos de niños maltratados en la infancia, que luego tendrían sus consecuencias en la vida adulta. Hay tantos que el lector se preguntará porqué mencionar éstos. Sencillamente por su relación con el poder. “Dos personas marcadas por el maltrato durante su infancia, que luego trasladarían sus odios hacia la sociedad toda a través del ejercicio del poder” El primer caso se refiere a Adolfo Hitler, el segundo Javier Milei. ¿Son lo mismo? Realmente no, pero tienen vectores comunes que necesariamente nos conducen a la analogía. Niños maltratados por sus padres que luego ejercerían el poder de manera destemplada, descargando sobre la sociedad su odio contenido. Vayamos al “niño” Javier y lo sucedido en la catedral metropolitana, que a esta altura pareciera una mera anécdota. No saludó a la vicepresidenta Victoria Villarruel y le negó el saludo al Jefe de Gobierno de Caba Jorge Macri, dejándolo con la mano extendida. Algo así como un ¡osooo! Visto desde un plano meramente protocolar, parecería un acto de mala educación, esos que la vida presenta a cada rato. Pero no, se trata de un primer mandatario en una importantísima ceremonia religiosa, que saca a la luz sus peores pulsiones cavernícolas. Lo de Milei, antes que un simple acto de mala educación que lo pinta de cuerpo entero como persona, es un agravio a las instituciones, al pueblo argentino, a sus representantes. Jorge Macri fue elegido por los porteños, la vicepresidenta por los argentinos, merecían al menos una mínima cuota de respeto. Para Milei no existen medias tintas con sus “socios” políticos: disciplinarlos o aplastarlos. Y si no los puede aplastar, los denigra en el grado máximo de su mala educación. Mauricio Macri, y sus legisladores, se han cansado de ayudarlo en circunstancias en que el libertario se arrojaba a una pileta sin agua. Sus votos fueron fundamentales en varias contiendas legislativas. No obstante ello, a cambio de la ayuda recibieron de Milei constantes descalificaciones. Pero, siempre, “pusieron la otra mejilla”, y continuaron atados al carro del presidente no obstante los permanentes barquinazos de su derrape temperamental. Al expresidente Macri no le alcanzan los dedos de las dos manos para contar los destratos del presidente. Vaya un recuerdo al acto del 9 de Julio del año pasado, dónde se firmó un acuerdo con gobernadores, en el que Macri no estuvo en el salón principal y fue relegado a esperar afuera en medio de la gente. Un agravio tan innecesario como grave. “Una sociedad que todo lo aplaude y una oposición claudicante en el camino del toma y daca, preanuncian la profundización del autoritarismo” O le corre agua por las venas o padece el síndrome de la pareja golpeada, que cuánto más golpes recibe, más defiende a su golpeador. Si fueran matrimonio, sería violencia doméstica, de Milei a Macri. Odio en las redes, odios presenciales, odios en el tedeum, odio en las calles, odios en los actos, odios en las instituciones. Lo señaló claramente el arzobispo García Cuerva ante el mismísimo presidente. A éste, como es propio de los que carecen de parámetros morales, le entró por una oreja (no digo oído) y le salió por la otra. Seguidamente al tedeum, tuiteó, como si no hubiera escuchado la homilía, “Roma no paga traidores”. De fondo se escuchó “pero el estado argentino paga un ejército de troles” para agraviar, injuriar y cancelar toda disidencia. Hay que recordar las palabras de quién fuera su profesor, el escritor liberal Guy Sorman, que refiriéndose a Milei, expresó: “En primer lugar es un loco, sólo en segundo es liberal”. El destrato presidencial en el tedeum, no son simplemente malos modales o mala educación, que al ser el primer mandatario es “too much”. Es algo más profundo, que va más allá de los comportamientos indebidos. Es algo enfermizo. “No son sólo malos modales, es una degradación patológica que compromete a las instituciones de la república. Por lo pronto, la Side ha sido facultada para hacer espionaje interno contra todo los que hablan mal del gobierno” Y cuando el comportamiento patológico y la titularidad del poder se reúnen en una misma persona, quién termina sufriendo es la sociedad toda. Si queremos profundizar acerca de las causas que desencadenan el desenfreno vocal y conductual del presidente, tendremos que hacer alusión a una sociedad que aplaude sus derrapes como si fueran un signo de autoridad, no de autoritarismo, y de los políticos que continúan acordando a pesar de los destratos. La necesidad tiene cara de hereje, vió? Por ahora, no parece que la situación vaya a escalar más allá de un “dictadorzuelo de malos modales”. Pero nunca se sabe, porque los rasgos autoritarios se profundizan y la claudicación de la clase política es inédita. Por lo pronto, el único organismo que tiene carta libre para los gastos sin rendir cuentas, la SIDE, aprobó un PIN (Plan de Inteligencia Nacional), dónde facultan a los espías criollos a “recabar información de todos aquéllos que busquen erosionar la confianza de la opinión pública sobre los funcionarios que están a cargo de velar por la seguridad de la Nación”. No hace falta decir que ello involucra a periodistas, políticos y ciudadanos en general, haciéndolos sujetos del espionaje interno. Vaya r epública.
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