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Concordia » Saltograndeextra
Fecha: 25/05/2025 11:24
Fría, lluviosa y decisiva. Así fue la mañana del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires. Mientras caía el régimen colonial tras la caída de la Junta Central de Sevilla, el pueblo, congregado frente al Cabildo, logró imponer su voluntad y constituir el primer gobierno patrio: la Primera Junta. Ese día nació el proceso revolucionario que, seis años más tarde, llevaría a la declaración de la Independencia argentina. El 25 de mayo de 1810 marcó un antes y un después en la historia del Río de la Plata. La jornada, inmortalizada en el imaginario colectivo como el nacimiento de la Nación, fue en realidad una vibrante disputa política entre los resabios del poder colonial y el impulso creciente de un pueblo que exigía autogobierno. Con la noticia de que la Junta Central de Sevilla —última autoridad reconocida por el Virreinato— había caído en manos de Napoleón, la legitimidad del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros se desmoronaba. La situación abrió paso a una semana cargada de tensiones, deliberaciones y maniobras políticas, que culminó ese viernes 25 de mayo, en una Plaza Mayor colmada de vecinos, milicianos y revolucionarios. Pese a la persistente llovizna, la “sensación térmica” popular era de ebullición. Grupos armados, encabezados por Domingo French y Antonio Beruti, se organizaron para presionar al Cabildo y controlar a los espías del virrey. Vestían distintivos rojos en los pechos y en los sombreros, símbolo de identificación frente a posibles infiltrados. Mientras algunos cubrían sus cabezas con paraguas —un lujo por entonces—, otros simplemente resistían el frío con capas y capotes. En el interior del Cabildo, los sectores realistas intentaban una maniobra desesperada: restaurar a Cisneros en el poder bajo una forma encubierta de gobierno. El pueblo, informado desde el cuartel patriota en la casa de Azcuénaga, respondió con determinación. La presión se volvió incontenible y los jefes militares, como Cornelio Saavedra, dejaron en claro que no reprimirían al pueblo armado. Según relatan testigos y documentos de la época, la amenaza fue clara: si no se aceptaba la renuncia de Cisneros y se constituía una junta representativa, el levantamiento popular sería inminente. Las palabras de Antonio Luis Beruti en la galería del Cabildo lo resumieron todo: “Esto ya pasa de juguete… Si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada”. Finalmente, y sin margen para más dilaciones, el Cabildo aceptó la renuncia de Cisneros y proclamó la formación de una nueva autoridad: la Primera Junta de Gobierno, compuesta por criollos comprometidos con las ideas de autogestión, ilustración y transformación social. Entre ellos se destacaban Saavedra, Moreno, Belgrano, Castelli, y Paso. Mariano Moreno, secretario de Guerra y Gobierno, expresó en su juramento una visión reformista y profunda: “La variación presente no debe limitarse a suplantar funcionarios… Es preciso destruir los abusos, educar al Pueblo y emprender un nuevo sendero”. Las voces de la Revolución también buscaron incluir a los más postergados. En una pieza teatral de Juan Bautista Alberdi, French exhorta: “¡Que vengan esos negros, que se incorporen a nosotros…! No hay colores, ni ante Dios ni ante la Patria. Uno solo es el linaje de los hombres”. El día no concluyó con el acto formal. Fue una noche de celebración cívica, de vigilia fervorosa, donde el pueblo se sintió protagonista y fundador de su propio destino. Entre las calles embarradas y el humo de las velas, comenzó a escribirse una nueva historia. Aquel 25 de mayo no fue solo el inicio del gobierno criollo, sino también el nacimiento de una identidad colectiva que aún sigue construyéndose. Fue el punto de partida de un proceso revolucionario más amplio, que enfrentaría resistencias internas y externas, y que alcanzaría su cúspide con la declaración de la independencia el 9 de julio de 1816. Hoy, más de dos siglos después, la Revolución de Mayo continúa siendo un símbolo de lucha popular, participación ciudadana y búsqueda de justicia. Un recordatorio de que los grandes cambios no nacen del poder, sino de la voluntad organizada del pueblo. Fuentes: – Felipe Pigna, 1810. La otra historia de nuestra Revolución fundadora, Editorial Planeta, 2010. – Juan Bautista Alberdi, La Revolución de Mayo. Crónica dramática, Universidad Nacional de Córdoba, 1960. – www.elhistoriador.com.ar
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