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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 25/05/2025 04:30
La Asamblea francesa creo una comisión parlamentaria de investigación sobre la violencia sexista en el cine Varios actores y realizadores se sometieron a las preguntas inquisidoras de una comisión parlamentaria creada por la Asamblea francesa como consecuencia del MeToo para investigar la comisión de delitos de índole sexual -o simples comentarios considerados sexistas- en la industria del cine: durante el casting, en el set e incluso en las fiestas post-rodaje, en las que al parecer el descontrol estaba a la orden del día, según la diputada Sandrine Rousseau, jefa del team de inspectores del backstage de los rodajes. Pese a que muchos se resistieron a creer que la ola de puritanismo que acompañaba las denuncias de las actrices -que iban desde un comentario o avance desubicado hasta la violación, sin gradación, todo englobado en el título “violencias sexuales” (en plural impacta más)- llegaría a un país como Francia. Un país en el cual, en el año 2018, un grupo de mujeres notables -entre ellas varias actrices, con Catherine Deneuve al frente- publicaron un manifiesto en reacción al MeToo, criticando lo que calificaron como una campaña de delación y de acusaciones públicas contra varones que, sin poder responder ni defenderse, fueron tildados de agresores sexuales. Estas mujeres, todas feministas y emancipadas, señalaron que la campaña del MeToo asimilaba situaciones de seducción “torpes” o “desubicadas” con la violación; a la vez, reivindicaban la “libertad de importunar” que nunca puede ser considerada agresión sexual, y advertían que ya no se podría “seducir”. Catherine Deneuve fue una de las actrices que firmó un manifiesto contra el "feminismo puritano-policial" (REUTERS/Reinhard Krause) Sin embargo, el feminismo woke, que ve en toda mujer a una víctima y en todo hombre a un victimario, logró imponerse, no tanto por militancia como por estar sostenido por el sistema. El mismo “patriarcado” al que el ultrafeminismo dice combatir es el que las empodera, las promueve y hasta las defiende en tribunales contra toda lógica (y justicia). La ola del MeToo se abatió finalmente sobre el cine francés. Hay denuncias que no pasan de lo mediático, de un acting en las escalinatas del Festival de Cannes, convertido en tribuna feminista; unas pocas, las menos, conciernen verdaderos delitos sexuales, que quedan equiparados con simples gestos desubicados. Pero así acabó creándose una “Comisión de investigación parlamentaria sobre las violencias cometidas en los sectores del cine, la televisión, los espectáculos en vivo, la moda y la publicidad”. Cuesta creer que en un país con severos problemas de integración social de sus inmigrantes, crisis económica y un presidente que amenaza con involucrar a los franceses directamente en la guerra en Ucrania, la detección de comentarios soeces, miradas libidinosas y algunas manos atrevidas sea la tarea más urgente. Varios astros del cine francés, entre ellos Jean Dujardin, Oscar a Mejor Actor en 2012 por The Artist, se sometieron al interrogatorio parlamentario conducido por la diputada de extrema izquierda y ecologista Sandrine Rousseau, presidente de la comisión. Sandrine Rousseau, diputada de izquierda y ecologista, y ultra feministas, en su rol de presidente del "tribunal de inquisición del cine" Entre paréntesis, las malas lenguas dicen que las comisiones de investigación parlamentaria son el refugio de legisladores conscientes de su relativa intrascendencia. En busca de dar un sentido a sus mandatos -dado que no lo encuentran en defender los intereses de sus representados- encuentran en estas comisiones una razón de ser, una ocasión para figurar y la posibilidad de ejercer cierto poder. A Sandrine Rousseau le costó disimular la satisfacción con la cual se entregó a la tarea. Es natural. Ella es una activa detractora de la masculinidad, al punto que protagonizó un papelón mundial cuando dijo que “comer carne a la parrilla” era un signo de machismo. También quiso tipificar como delito el no reparto de tareas domésticas. ¿A qué conclusión arribó esta honorable comisión que ya entregó su informe? Sin sorpresas, que la violencia en el cine francés es sistémica. Un diagnóstico tremebundo que permite justificar la propia existencia de la comisión. Para tener una idea de qué están hablando, uno de los casos incluidos en el informe, es el de Sara Forestier, actriz que en marzo de 2023 denunció que, en el 2017, es decir 7 años antes, un colega, Nicolas Duvauchelle, la abofeteó en el set, lo que la llevó a dejar el rodaje. Años después, afirma que esta agresión la obligó a hacer una larga pausa profesional (de 2020 a 2023), para “reconstruirse”. El acusado negó los hechos y recordó que la justicia investigó: “Gracias por respetar el veredicto”. Pero supongamos por un momento que sí existió esa cachetada. ¿Qué clase de empoderamiento femenino promueven quienes afirman que una mujer -adulta- necesita tres años para superar algo así? Es difícil tomárselo en serio. Los convocados ante la comisión parlamentaria, además de jurar decir la verdad, debían responder a la pregunta: “¿Qué piensa del MeToo?”, del que obviamente solo se podían decir cosas buenas. No importa que haya implicado la denuncia pública, el escrache, el “yo te creo hermana” (denuncia igual a condena), etc. El cine bajo escrutinio Y la falta de proporción: el caso que dio origen al MeToo en Francia fue el de una periodista que recordó que años antes, en una fiesta, un señor algo pasado de alcohol, le dijo una grosería. No era su jefe, ni un colega. Pero según ella, este comentario le había provocado “vergüenza, negación, deseo de olvidar” y hasta una “ausencia espacio-temporal” que le impidió “verbalizar” lo ocurrido durante años… (No se rían). Eso sí, el denunciado (en redes) perdió familia, trabajo y carrera. Condenado por una frase fuera de lugar. Para la nueva perspectiva de género, hasta el piropo es imprescriptible. Muchos de los convocados por la comisión pidieron ser escuchados a puerta cerrada. El coraje para delatar es módico. Se destacó en cambio el valiente testimonio de Dominique Besnehard, nombre que a los argentinos no nos dice mucho, pero se trata de un veterano con 50 años de trabajo en el cine, primero como busca talentos, luego como productor de películas y finalmente como agente de estrellas: entre sus reclutadas, producidas o representadas, estuvieron actrices de la talla de Jeanne Moreau, Anouk Aimée, Isabelle Huppert, Marlène Jobert, Nathalie Baye, etcétera. El señor, homosexual declarado, se preguntaba qué estaba haciendo en un tribunal que buscaba arrinconar a los acosadores de la industria del cine, hasta que la inquisición mostró sus cartas: Besnehard había tenido la osadía de firmar una solicitada en respaldo a Gérard Depardieu. Dominique Besnehard, director de casting, productor y representante de actores, durante su comparecencia ante la comisión parlamentaria En un rebaño que se pliega a los requerimientos de la autoridad, la oveja negra se destaca mucho más. El productor, agente y director de casting de muchísimas producciones francesas no pudo eludir el tribunal revolucionario -era un testigo de lujo-, pero no lograron arrancarle ninguna confesión ni acusación jugosa. Más bien logró él, a media voz, tirar algunas verdades. Depardieu había sido recientemente condenado en primera instancia a un año y medio en suspenso por “manoseos” a dos mujeres durante un rodaje y por ese motivo incluido en el registro de delincuentes sexuales (por manoseos está en la misma lista que un violador serial). Para la comisión parlamentaria hay otra condena: debe ser abandonado por todos sus amigos. — Tengo derecho a apoyarlo… (dijo Besnehard) — Hay que ver si tiene derecho a seguir haciéndolo… (fue la réplica del tribunal) Por otra parte, Depardieu fue denunciado por una joven aspirante a actriz, Charlotte Arnould, que dijo que fue a casa del actor para pedirle consejos para su carrera y él aprovechó la ocasión para violarla. Dos meses después, ella volvió a ir a la casa de Depardieu para ser nuevamente violada. El primer juzgado que recibió esta denuncia la desestimó por absurda, que lo es. Pero la ola MeToo siguió golpeando y uno de sus efectos es amedrentar a los jueces, por lo que finalmente se abrió una causa que está en proceso. Charlotte Arnould, la denunciante de Gerard Depardieu (REUTERS/Abdul Saboor) La comisión recordó que Besnehard había dicho: “¿En qué momento estas aprendices de actrices, arribistas, van a dejar de proferir acusaciones para hacerse conocer? En mis tiempos, las jóvenes actrices aprendían teatro en un curso y no esperaban una cita profesional en el domicilio de una estrella para acusarlo de gestos fuera de lugar”. El tribunal lo acusó: “Usted subestima el talento de estas mujeres y dice que ellas mismas se pusieron en situación de…” Él se mantuvo en sus trece: “En general, las clases de interpretación se dan en una escuela de teatro, no en la casa de un actor”. Y siguió: “Cuando yo era agente, vi a actrices cruzar la línea. Lo siento, pero cuando Harvey Weinstein estuvo en Cannes, algunas actrices fueron a su habitación para ver si podían triunfar en Estados Unidos. ¡Yo he visto eso!” Hubo malestar en el tribunal, caritas nerviosas, pero, como en los procesos de Moscú, las condenas son a priori porque las dicta el dogma, así que nada hace tambalear la convicción de los jueces. Sandrine Rousseau, le reprochó al declarante sus “expresiones denigrantes hacia las personas que hablan” (léase, las mujeres que denuncian”. Harvey Weinstein frente a los tribunales (Curtis Means/Pool via REUTERS) Ahí fue cuando Dominique Besnehard estalló: — ¿Qué expresiones denigrantes? (...) Si acá me están juzgando a mí, me retiro ya mismo. — Usted está en una comisión de investigación, Señor... — No, no, qué comisión... tengo la impresión de que se me quiere hacer decir ¿qué cosa? ¿No puedo decir que a Gérard Depardieu le tuve aprecio en un tiempo…? ¿qué quiere saber? — La cuestión es si usted tiene derecho a seguir apreciándolo... — Tengo derecho a tener mi opinión. Usted no está acá para darme lecciones, lo lamento Señora. Deje de sermonear a todo el mundo… Ya tuve suficiente. Y así siguió la cosa. Comisión parlamentaria sobre el sexismo en el cine francés - Interrogatorio de Dominique Besnehard Besnehard se vengó del acoso diciendo: “Tuve la suerte de encontrar grandes damas feministas. Jeanne Moreau, Anouk Aimée. Un universo de mujeres responsables, que defendían el universo de las mujeres”, para rematar: “Ninguna de ellas hubiera subido a un cuarto de hotel”. “A Béatrice Dalle (una de sus representadas), Weinstein le propuso subir a su cuarto. ‘¿Está bromeando?’ (fue la reacción). Las divas que frecuenté, Nathalie Baye, Isabelle Adjani, Isabelle Huppert, dudo que siendo jóvenes actrices subieran a la habitación con un productor que ya tenía mala reputación, lo lamento”, insistió. También dijo que muchas escenas de desnudo eran cuidadas y respetuosas, y sin necesidad de MeToo ni de inspectores “de intimidad” en el set, como se estila ahora. Haciendo uso de su autoridad, Rousseau se quedó con la última palabra para recordarle a Besnehard, con tono de maestra, que el MeToo es un movimiento social amplio, que “todas las víctimas habían relatado al tribunal múltiples agresiones” a lo largo de sus carreras. Y aseguró que “sin duda el cine perdió talentos porque mucha gente ha sufrido cosas que no debía sufrir”. Los actores que fueron a testimoniar, como Jean Dujardin, Gilles Lellouche, Pio Marmaï et Jean-Paul Rouve, fueron criticados por falta de coraje -declararon a puertas cerradas- y por no haber confesado nada. Solo algunas referencias a bromas que no se entendieron o a comportamientos algo pesados. Jean Dujardin, Gilles Lellouche, Pio Marmaï y Jean-Paul Rouve: fueron a declarar pero las feministas no quedaron conformes Hubo indignación de un medio feminista porque, “pese a estar en el centro del sistema, estos actores no parecen medir las lógicas de dominación en las cuales están inmersos. Como si no hubieran tenido tiempo en 7 años de revolución (sic) #MeToo de reflexionar sobre esto”. “Si no decimos nada, somos sospechosos”, se indignó Jean Dujardin. Esto es como la nueva teoría del racismo, simple y sin escapatoria: “Si decís que no sos racista es porque lo sos”. Costa Gavras, uno de los directores más famosos del cine francés, aunque griego de origen, también fue convocado, pero en su calidad de presidente de la Cinemateca. ¿Qué delito cometió? El de haber programado la proyección de la película “Último tango en París”, de Bernardo Bertolucci, el 14 de diciembre de 2024, en el marco de una retrospectiva dedicada a Marlon Brando. Las feministas se indignaron porque la película se iba a proyectar sin ninguna advertencia al público: para el ultra wokismo las personas son menores de edad que necesitan que se les explique y contextualice lo que van a ver. Proyectan en los demás su propia minoría de edad mental, que los lleva a la victimización permanente. Costa-Gavras,cineasta y director de la Cinemateca, en el Festival de Cannes (REUTERS/Sarah Meyssonnier) Costa Gavras desprogramó la película por temor a tener una horda de feministas ofendidas en la puerta de la Cinemateca. Pero ante la comisión parlamentaria se ocupó de aclarar lo básico: “La Cinemateca no tiene la intención de cambiar y adaptarse a cada cambio en la sociedad. La Cinemateca es un museo. Representa la historia del cine. Sin juicio moral”. En realidad lo que está pasando es que, a la cancelación de Gérard Depardieu sigue la cancelación de sus películas. La calidad de las mismas no está en juego. Costa Gavras no pudo menos que expresar su profunda preocupación por el porvenir del cine: “Si aplicamos a todos los cineastas y/o actores hoy considerados problemáticos la suerte reservada actualmente a (Roman) Polanski, esto va a alcanzar a centenares de filmes. Depardieu hizo 200 películas. ¿Qué dirán mañana? ¿Que no pasemos más ningún film de Depardieu? Eso sería el empobrecimiento del cine francés. Estamos entrando en una era de censura que no puede ser…” Al parecer todo el cine que hizo la gloria de tantos actores (y actrices) y directores fue fruto de una época de violencia reiterada contra las mujeres, en el marco de un horrible sistema patriarcal que hay que derribar… Dos de los integrantes de la Comisión parlamentaria sobre el sexismo en el cine francés Con la pretensión de quien ha establecido una verdad irrefutable, un integrante de la comisión, afirmó: “Nadie podrá jamás decir que no sabía que las violencias en estos sectores son masivas”. Luego de seis meses de investigación, 85 audiciones y consultas con más de 350 profesionales, la comisión entregó su informe, concluyendo que “este modelo francés de creación artística debe ser saneado y protegido”. “La violencia moral, sexista y sexual en el mundo de la cultura es sistémica, endémica y persistente”, escribió Sandrine Rousseau. Algunas sugerencias son indiscutibles. La pregunta es si era necesario crear una comisión de investigación parlamentaria para disponer medidas tan elementales y sensatas, como “prohibir la representación sexualizada de los menores en la pantalla” y la “presencia obligatoria de un responsable de los niños en todas las producciones artísticas”, y controlar “la honorabilidad de todas las personas vinculadas al encuadramiento de los niños en el sector cultural y hacer obligatorio un nivel mínimo de formación (diploma) para esa tarea” Lo llamativo es que esto lo sugieren los mismos sectores que defienden el derecho de los menores a la transición de género y promueven el dictado de ESI en las escuelas por personas cuya idoneidad y honorabilidad no es revisada con el mismo celo que piden para las pequeñas estrellas del cine, sin mencionar que los contenidos sexualizan a los niños desde los 4 años. “La violencia moral, sexista y sexual en el mundo de la cultura es sistémica, endémica y persistente”, concluyó la comisión Para Sandrine Rousseau, “la justicia tiene sus criterios, pero queda la cuestión política”. Como todo es político, nada puede escapar a su inspección, ningún aspecto de la vida humana puede sustraerse a la supervisión política. Detectar comportamientos inapropiados pero también definir cuáles son los adecuados y tolerables es la misión que se han autoimpuesto estas justicieras. La izquierda ha pasado de la revolución permanente a la vigilancia permanente (de comportamientos sexuales). En el fondo es un juicio a la masculinidad. La occidental, o sea, la más respetuosa de las mujeres, porque los mismos valedores del MeToo son los defensores, en nombre del relativismo cultural, de sociedades de patriarcado realmente existente. El varón blanco está bajo ataque: se le exige un comportamiento irreprochable mientras que a otros se los justifica porque “es su cultura”. El hombre occidental tiene que disculparse por existir. Y autoflagelarse por un piropo que cayó mal hace años. Nada bueno cabe esperar de esta caza de brujas para el cine...
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