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  • “La buena fe en los contratos”

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 25/05/2025 02:28

    Dra. Silvia Zarza Abogada UNNE Especialista en derecho previsional Planificación patrimonial y sucesoria El verdadero valor en los acuerdos y contratos Cuando hablamos de contratos, muchas veces pensamos en papeles llenos de cláusulas complicadas, firmas y letras chicas. Pero detrás de toda esa formalidad legal hay un principio muy simple que atraviesa todos los acuerdos: la buena fe. Este concepto, que parece abstracto o “de abogados”, en realidad es algo que usamos todos los días. La buena fe es actuar con honestidad, cumplir con lo prometido, no engañar y respetar al otro. Es decir, hacer las cosas bien. Así de simple. ¿Escuchaste decir a una persona mayor la palabra vale más que mil papeles? El valor de la buena fe en todos los ámbitos de la vida, era la base fundamental de la construcción de todo tipo de relación humana. Sin embargo, estoy convencida, que hoy en la vida cotidiana, la buena fe sigue siendo la base de toda relación sana. En el derecho, es lo mismo, pero tiene ciertos elementos que deben tenerse presente a los fines de demostrar que se ha obrado de buena fe. Y en los contratos —especialmente en los de alquiler, donde hay mucho en juego— la buena fe se convierte en un pilar fundamental. ¿Qué es la buena fe en el derecho? En Argentina, el Código Civil y Comercial establece que todos los contratos deben celebrarse, interpretarse y cumplirse conforme a la buena fe. No es una sugerencia: es una obligación legal. Esto quiere decir que las partes deben comportarse de forma leal, transparente y sin aprovecharse una de la otra. La buena fe también está presente en otras normas que regulan la vida en sociedad. Por ejemplo, prohíbe el uso abusivo de los derechos, limita las interpretaciones forzadas de los contratos y obliga a colaborar para que lo pactado pueda cumplirse. En definitiva, nos obliga a comportarnos como personas honestas y responsables. Declara la nulidad de toda clausula contraria a la buena fe o abusiva. ¿Por qué es tan importante en los contratos de alquiler? En los contratos de alquiler, el principio de buena fe tiene un valor especial. Alquilar una casa, un departamento o un local comercial no es un trámite menor: afecta directamente la vida cotidiana de las personas. El lugar donde vivimos o trabajamos no es simplemente un bien; es un espacio íntimo, una necesidad básica, una inversión emocional y económica. Por eso, en los contratos de alquiler la buena fe no es solo un ideal, sino una necesidad práctica. Cuando se respeta, la relación entre inquilino y propietario puede ser fluida, respetuosa y duradera. Cuando se rompe, en cambio, aparecen conflictos, reclamos y, muchas veces, causas judiciales. ¿Qué implica la buena fe para cada parte? Para el propietario o locador, actuar de buena fe significa: *Entregar la propiedad en condiciones aptas para ser habitada o utilizada. *Realizar las reparaciones necesarias durante el contrato, sobre todo si son urgentes o impiden el uso normal del inmueble. *Respetar la privacidad del inquilino y no intervenir en su vida cotidiana. *No cobrar sumas que no corresponden, y devolver el depósito al finalizar el contrato si el inmueble fue cuidado como corresponde. Para el inquilino o locatario, la buena fe implica: *Cuidar el inmueble como si fuera propio, evitando daños innecesarios. *Pagar puntualmente el alquiler acordado. *Avisar al propietario si hay problemas como filtraciones, roturas o fallas que deben ser solucionadas. *Devolver el inmueble en buen estado, teniendo en cuenta el desgaste natural por el uso normal. ¿Qué pasa cuando una de las partes no actúa de buena fe? Los conflictos más comunes en contratos de alquiler muchas veces tienen que ver con la falta de buena fe. Algunos ejemplos frecuentes son: *Un propietario que se niega a devolver el depósito alegando daños inexistentes o exagerados. *Un inquilino que deja de pagar sin motivos o que causa daños graves en la propiedad. *Cambios unilaterales en las condiciones del contrato. *Reclamos por supuestas deudas que no están respaldadas en lo firmado. Cuando una de las partes actúa con mala fe, el daño no siempre es solo económico. Muchas veces se generan tensiones personales, situaciones de injusticia y pérdidas de tiempo que podrían haberse evitado con un trato más honesto desde el comienzo. El sistema legal prevé sanciones para estos comportamientos. La parte que actúa con mala fe puede ser obligada a indemnizar a la otra por los daños sufridos, y en algunos casos el contrato puede rescindirse anticipadamente. Los jueces, cada vez con más frecuencia, analizan si hubo buena o mala fe en el comportamiento de las partes a la hora de resolver los conflictos. ¿Cómo se puede prevenir el conflicto? Aunque la ley protege a las personas que cumplen con sus obligaciones, siempre es mejor prevenir que litigar. Algunas recomendaciones para evitar conflictos innecesarios son: *Hacer contratos por escrito, detallando claramente derechos y obligaciones. *Realizar un inventario del estado del inmueble al comienzo y al final del alquiler. Idealmente con fotos y, si es posible, con firma de ambas partes. *Mantener canales de diálogo abiertos, evitar esconder información o sorpresas. *Consultar con un abogado antes de firmar, especialmente si el contrato tiene cláusulas poco claras. *Guardar recibos de pago, comunicaciones importantes y cualquier acuerdo adicional. En definitiva, ser previsores y actuar con transparencia puede evitar muchos dolores de cabeza a futuro. Un ejemplo concreto: el desgaste normal del inmueble Uno de los temas más comunes al terminar un contrato de alquiler es la discusión sobre el estado del inmueble. Muchas veces el propietario exige que el inquilino pinte o arregle cosas que se deterioraron con el uso. Pero ¿hasta dónde es justo reclamar? La ley y la buena fe indican que el inquilino debe devolver el inmueble en condiciones similares a las que lo recibió, salvo el desgaste natural por el paso del tiempo. No es lo mismo un daño causado por mal uso (por ejemplo, una pared rota o un vidrio quebrado), que una mancha por humedad en una pared que no fue reparada por el propietario. La clave está en distinguir entre lo que es razonable por el uso normal, y lo que es responsabilidad de quien alquila. Cuando ambas partes entienden este equilibrio, se evitan muchos conflictos. En resumen: más allá del papel, importa el comportamiento Firmar un contrato es importante, pero no suficiente. Lo que realmente garantiza que funcione bien es la actitud de las personas. Por eso, actuar de buena fe no es solo una obligación legal: es una forma de construir relaciones sanas, evitar conflictos y respetar al otro. Cuando el inquilino y el propietario se respetan y cumplen lo pactado con honestidad, todo es más fácil. No se trata de ser amigos, sino de ser correctos. La buena fe es ese “acuerdo invisible” que sostiene al contrato y que, si se respeta, beneficia a todos.

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