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» Diario Cordoba
Fecha: 23/05/2025 07:04
Nunca me gustaron los planes a largo plazo. Cuando mi primera novia me pidió envejecer a mi lado le respondí que bastaría con que dejara de teñirse las canas. Siempre he sido un tipo apegado al presente, hasta el punto de que me molesta haber perdido el día si me convocan a una reunión a las siete de la mañana. Mi proyecto más lejano está previsto para ayer, y la última aportación que hice al plan de pensiones fue en pesetas rubias. Al despedirme con un «hasta luego» pienso, como Don Quijote, «cuán largo me lo fiais». No es casual que en mi blasón familiar figure la leyenda «tempus fugit». Creo que mañana siempre es tarde. Hubo un tiempo en el que, excepto para amortizar las últimas cuotas hipotecarias y que te dieran cita para el médico de cabecera, no era necesario pensar en el futuro. Hoy, pese a la inmediatez que nos ¿regalan? los avances tecnológicos, todo está programado con tanta antelación que hay quien alquila el apartamento de la playa antes de que comience su construcción. Las entradas para un concierto de rock deben adquirirse cuando el vocalista cursa segundo de la ESO y todavía no le ha cambiado la voz. Resulta imposible organizar la comida de Navidad más allá del Domingo de Ramos, y en marzo tienes que decidir si quieres carne o pescado para Nochevieja. Mi prima Conchita ha reservado el banquete de boda antes de conocer varón, y tía Pepita encargó el mes pasado a la imprenta el almanaque de 2027 para apuntar cuándo satisfará el próximo débito conyugal. Quedar sobre la marcha con los amigos para tomar una cerveza es una utopía, pues la mayoría exigen que se les avise con suficiente antelación. «Lo hubiera hecho gustoso, pero mis padres no me dejaban beber alcohol; aún era menor de edad», suelo contestarles. Cualquier plan debe consultarse previamente con la agenda del móvil de los próximos cinco años. Estamos en un tris de convocar al homenajeado en una fiesta sorpresa mediante burofax con acuse de recibo y un preaviso no inferior al exigible para iniciar un Expediente de Regulación de Empleo en los Altos Hornos de Vizcaya. Tanta previsibilidad ha acabado con la belleza de lo fugaz -«Lo precioso es el instante que se va», decía Manuel Machado- y nada hay ya al albur de la improvisación. En este mundo tan predecible, hasta las musas deben pedir cita previa para inspirar a los artistas. La predeterminación todo lo alcanza, y lo último verdaderamente inesperado que se ha visto en España es a Manuel Benítez «El Cordobés» tirarse de espontáneo al ruedo de Las Ventas. Tuve en mi juventud una pretendiente que, tras un primer beso robado en el portal, sólo pensaba en campanas de boda. Aunque siempre fui reacio al compromiso, era tal su insistencia que a punto estuvo de lograrlo. Finalmente, todo quedó en un susto. Supe que no lo conseguiría cuando le prometí algo tan efímero como amor eterno. *Abogado
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