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» LaVozdeMisiones
Fecha: 22/05/2025 23:42
El Senado paraguayo sancionó el jueves un proyecto de ley que otorga la nacionalidad paraguaya honoraria a quien fuera la compañera de vida del máximo héroe del vecino país, el mariscal Francisco Solano López, muerto en la última batalla de la Guerra de la Triple Alianza el 1 de marzo de 1870, la irlandesa Alicia Elisa Lynch. En la misma ley, también se dispuso que los restos de la irlandesa, que conoció a López antes de la guerra y lo sepultó con sus propias manos en su tumba en Cerro Corá, fueran depositados en el Panteón Nacional de los Héroes, en el centro de Asunción, donde descansa el Mariscal desde la inauguración del mausoleo en 1936. Madame Lynch Nacida en el condado de Cork, Irlanda, el 19 de noviembre de 1833, Alicia Elisa Lynch Lloyd conoció a López en una estación de tren de la capital francesa en 1853. “Ella tenía 20 años, era irlandesa y había estado casada con un médico francés del que se había separado. Él era paraguayo y unos años más tarde, en 1862, sería presidente de su país”, escribe el historiador argentino Felipe Pigna. Pronto, se enamoraron y, el 11 de noviembre de 1854, la irlandesa se embarcó con su amado rumbo a ese remoto país de América del Sur del que nunca había oído hablar y que la terminaría adoptando como su heroína. El arribo de la pareja a Asunción provocó todo tipo de habladurías. La vida sentimental de López no era un secreto y reconocía hasta entonces, por lo menos, dos mujeres: Saturnina Burgos, a quien frecuentaba antes del viaje a Europa en que conoció a Alicia Lynch; y la pilarense Juana Pesoa, su novia de adolescencia, con quien tuvo tres hijos. En la capital paraguaya, la irlandesa fue recibida como “la querida” del joven militar y aunque tampoco pudo casarse legalmente con López, fungió de primera dama y, merced a su belleza, glamour y gustos refinados, terminó imponiendo tendencias y haciendo de su residencia el epicentro cultural de Asunción. Cuando en 1864 estalla la guerra, Elisa hizo a un lado los lujos de la vida acomodada en la capital y partió hacia el frente de batalla con López y el primogénito de ambos, Panchito, que entonces tenía unos 10 años y moriría a los 14, con el grado de coronel, también, el último día de la contienda, protegiendo a su madre y sus hermanos nacidos en esos años, de la última y abrumadora arremetida de las fuerzas brasileñas contra un diezmado ejército paraguayo. Relata Pigna que “una destrozada y dignísima Elisa se bajó entonces del carruaje y, anteponiendo su condición de ciudadana británica, logró subir al carro los cadáveres de su hijo primero y de su marido después”, para luego, con sus propias manos, esas que habían lucido las más bellas joyas, arañó la tierra para cavar una fosa y darles sepultura a esos dos amados cuerpos”. Elisa Lynch sobrevivió a la guerra. Fue retenida por los brasileños y deportada poco después. En octubre de 1875 regresó a Asunción, a reclamar los bienes que le habían sido embargados por las tropas ocupantes, pero fue expulsada al día siguiente. Falleció en un departamento en París el 26 de julio de 1886, a los 53 años, víctima de un cáncer de un estómago. Fue sepultada en el cementerio del Père Lachaise, de la capital francesa, hasta julio de 1961 en que la dictadura de Alfredo Stroessner reivindicó su figura y sus restos fueron repatriados al Paraguay. Según las crónicas de la época, Stroessner pretendía depositar la urna de bronce de Madame Lynch en el Panteón de los Héroes, donde descansará ahora por ley del Congreso paraguayo, pero no pudo por la negativa de la Iglesia Católica que objetó, férreamente, el hecho de que la heroína irlandesa no estaba casada formalmente con López.
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