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» Comercio y Justicia
Fecha: 22/05/2025 22:27
Por Diego Dequino (*) El presidente Javier Milei cerró el martes por la noche su discurso en AmCham Summit ante un nutrido grupo de empresarios con una frase propia de su estilo: “Es una excelente oportunidad de compra porque Argentina está baratísima y Argentina va a subir …(mucho)”. Para analizar si Argentina está barata o cara para invertir, creo que hay que ser un poco más meticulosos, saliendo de lugares comunes. Primero, si estamos caros o baratos en términos generales. Obviamente, con un atraso en el precio del dólar respecto de la inflación del orden de 25%-30%, que simplemente se advertir al comparar el día de la creación de la unidad de valor adquisitivo (UVA) cuyo valor el 31 de marzo de 2016 fue 14,05 pesos; mientras el dólar libre y único ese día tenía un valor similar. Hoy la UVA alcanza $1.474 y el dólar, $1.166. Ello produce, en términos generales, que Argentina respecto de sus valores históricos propios parezca cara en dólares en términos de los salarios y, como mucha gente lo interpreta, de vivir (alimentación, vestimenta). También la comparación muestra resultados similares respecto de otros países. Ahora bien, para entender el mensaje que el Presidente envía a los inversores en cuanto a que Argentina está barata para invertir, creo sí es correcto si ese mensaje se recorta y circunscribe a sectores de actividad específicos. Fundamentalmente porque el razonamiento para saber si está barata o cara, en materia de inversión para producir, tiene que ver con la rentabilidad y la competitividad de cada negocio. Baratos Entonces ¿dónde está barata Argentina para invertir? En el agro, en el campo, la tierra, la producción agropecuaria, cuando se compara con el mundo, es decir con quienes competimos. ¿Y por qué está barata? Porque es un sector que tiene deprimidos los precios de sus activos principales, por ejemplo la tierra, porque es un sector que es competitivo, que tiene capacidad para competir, pero que está castigado en la determinación de su margen de utilidad. Si las retenciones no existieran, o el valor del dólar se acoplara más a la inflación (precios internos), el precio de las propiedades agrícolas aumentaría de forma significativa. Pasaría a ser un negocio con mucho mayor margen de utilidades, lo cual impactaría positivamente en el valor de los activos que componen el capital del sector. Otro sector en el que somos baratos, en términos relativos, es el vinculado a la energía y minerales. Por ejemplo, en especial en este momento el gas, el litio, el cobre, tienen abundancia relativa y, por lo tanto, oportunidades de inversión convenientes. Adicionalmente, cuando hay costos vinculados a una matriz de producción donde la energía, gas, petróleo o electricidad, si existen contratos de oferta asegurada, también hay una ventaja -menor- de precios relativos. También la pesca, porque tenemos una plataforma submarina enorme que, combinada con las regulaciones presentes que dificultan la actividad, los activos de dicho sector también están deprimidos en términos relativos. Para un inversor de largo plazo, que tenga ventanas de regulación que le permitan controlar costos extraordinarios locales también hay oportunidades. En paralelo, otro sector donde también todavía tiene margen, es el relacionado con las empresas de servicios de valor agregado tecnológico, donde no somos competitivos en términos globales, pero sí en términos regionales. Los servicios digitales en Argentina tienen aún ciertas ventajas competitivas de alcance regional que permiten imaginar condiciones favorables para inversores externos, en especial cuando esas ventajas provienen del capital humano cuya curva de formación y acumulación requiere al menos tres décadas. En síntesis, las alternativas de que Argentina está barata para inversores extranjeros, aun con un dólar 25%-30% retrasado respecto de los precios internos en pesos, está ligada a tres vertientes: actividades muy competitivas que son castigadas en sus márgenes de utilidades por impuestos (retenciones) y distorsiones en la formación de su precio de venta (dólar barato), que degradan el valor de sus activos (la tierra); actividades ligadas a recursos naturales abundantes que tiene Argentina; actividades competitivas de alcance regional cuyo corazón del handicap proviene de los recursos humanos, que por definición requieren procesos de formación de al menos tres décadas. Caros ¿Dónde estamos caros? Para no decir simplemente en el resto de la economía, o que somos caros en todos aquellos sectores donde no somos competitivos respecto a otros países. Y aquí sí el retraso en el precio del dólar en términos históricos de nuestros propios precios internos en pesos nos impone un costo argentino extra y alto. Este valor es aquello que se emparenta con el costo de vivir o con una mirada que combina con la percepción del lado del consumo. En resumen, debemos entender -o hagamos votos para que así sea- que el Presidente les habló a los inversores y que pensaba en determinados sectores de la economía donde efectivamente hay oportunidades para invertir. Pero que, a su vez, en algunos casos, esas oportunidades están retroalimentadas por marcos jurídicos especiales como el RIGI, que otorgan “bonus extras” de utilidades aseguradas en el mediano y largo plazo. (*) Director del Centro de Estudios en Economía, Sociedad y Tecnología (Ceesyt)
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