21/05/2025 15:01
21/05/2025 15:00
21/05/2025 15:00
21/05/2025 15:00
21/05/2025 15:00
21/05/2025 15:00
21/05/2025 15:00
21/05/2025 14:59
21/05/2025 14:58
21/05/2025 14:56
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 21/05/2025 06:38
Carmen Correa (Pro Mujer) y María Nieves Tapia (Clayss) A veces, una pregunta directa basta para abrir un mundo de sentido. “¿Qué distingue a una mujer líder?”, planteó Patricio Zunini. Frente a él, María Nieves Tapia, fundadora de CLAYSS, y Carmen Correa, CEO de Pro Mujer, intercambiaron micrófono y visiones con la soltura de quienes llevan décadas desarmando estructuras y construyendo comunidad. La respuesta fue unánime: la mujer que lidera crea puentes. “Tenemos un entrenamiento en los vínculos que nos hace más fácil generar colaboraciones. Tendemos a construir más comunidades que kioscos”, dijo Tapia, quien desde hace veinte años trabaja con escuelas y organizaciones sociales en proyectos de aprendizaje-servicio solidario en toda América Latina. “Una mujer empoderada es la que resuelve, la que toma acción, no solo por sí misma, sino para todo su entorno”, completó Correa. Ambas mujeres llevan adelante fundaciones con anclaje comunitario y vocación continental. CLAYSS trabaja con jóvenes que aprenden haciendo, en proyectos que abordan problemáticas locales desde la solidaridad. Pro Mujer, por su parte, impulsa a mujeres emprendedoras en situación de vulnerabilidad mediante acceso a microcréditos, salud y capacitación. En esta charla, el auditorio fue testigo de cómo el liderazgo social se construye desde abajo, con los pies en el territorio y la mirada amplia. La desigualdad no se combate desde el escritorio Para Tapia, la clave está en entender que “la escuela es parte de un entramado social” y no un compartimento estanco. Contó cómo en sus talleres descubrieron que muchas docentes—en su mayoría mujeres—son las que alientan a los chicos a comprometerse con su comunidad. “No se trata de sobreprotegerlos, sino de darles espacio. Hemos visto a jóvenes de zonas rurales o villas que hacen proyectos maravillosos desde esa primera experiencia de servicio solidario”, relató. En Pro Mujer, el aprendizaje también es colectivo. “Entre nuestras emprendedoras se genera una comunidad muy rica. Aunque trabajen en rubros distintos, las problemáticas se repiten: el acceso al crédito, al mercado, a los servicios”, explicó Correa. Esa transferencia de saberes también llega a las aulas o a espacios de formación, donde se reconstruyen expectativas y modelos. Carmen Correa (Pro Mujer) y María Nieves Tapia (Clayss) Ambas entrevistadas coincidieron en que la transformación se da en el territorio, no desde los escritorios. “Cuando a un chico le decís ‘pobrecito, qué le voy a pedir’, ya lo estás poniendo en el lugar del destinatario pasivo”, denunció Tapia. En cambio, “cuando le preguntás ‘¿qué podemos hacer con este problema de tu barrio?’, la autoestima sube y se modifica el proyecto de vida”. Correa fue tajante: “Es muy difícil dar una solución real sin estar en el territorio. Las comunidades mismas tienen que decir qué necesitan y ser parte de la solución”. Vidas que cambian comunidades Los caminos de CLAYSS y Pro Mujer comenzaron en espacios pequeños: el living de una casa en Buenos Aires, una oficina en El Alto, Bolivia. Hoy, sus redes se extienden por América Latina, Asia y África. Tapia habló de la idea de lo “glocal”, trabajar con raíces profundas en lo local pero con miras globales. “Desde chicos que cultivan verduras en invernaderos andinos, hasta redes con universidades en Filipinas y escuelas en Kenia”, enumeró. Pro Mujer utiliza la tecnología para escalar sin perder el contacto humano. “Estamos en 23 países gracias a plataformas digitales y alianzas estratégicas. Pero nunca dejamos de estar en territorio”, señaló Correa. Cuando se les pidió una historia que resumiera por qué siguen apostando a lo que hacen, ambas mujeres se emocionaron. Correa narró la historia de una emprendedora colombiana que, contra el escepticismo de su entorno, desarrolló un proyecto agrícola con productos naturales. Hoy es el sustento de su familia y emplea a quienes antes dudaban de ella. “Esos ejemplos son los que tenemos que difundir cada vez más”, insistió. Tapia habló de “Pato”, una joven que había vivido en la calle en Bariloche. A los 15 años, se sumó a una escuela de adultos y comenzó a liderar un proyecto solidario para asistir a ancianos aislados. Los alumnos del taller de carpintería reparaban muebles y techos; los de costura hacían ropa de abrigo; los de informática redactaban cartas para trámites. “Ganaron el Premio Presidencial de Escuelas Solidarias. Pato terminó la primaria y la secundaria, volvió a la villa como directora del banco de microcrédito y hoy es una auténtica líder”, relató Tapia. Y cerró con una frase que quedó resonando en el auditorio:–La escuela le dijo: “Vení, confío en vos, vamos a hacer algo juntos”.
Ver noticia original