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» El litoral Corrientes
Fecha: 18/05/2025 02:16
Por Gustavo Sorg Miembro de la Junta de Historia de Corrientes y de la Academia Argentina de la Historia Especial para El Litoral Antiguamente la zona ribereña de la ciudad era muy diferente, hermosas ensenadas arenosas se formaban entre las puntas de asperón que sobresalían formando las corrientes que dieron el nombre a la ciudad. La zona costera no era entonces una zona urbana, sino más bien de puertos naturales con pequeños astilleros, obrajes de ladrillos y curtiembres. Tenía el ejido de la ciudad un arroyo al Sud que lo separaba de los suburbios, que en su desembocadura en el Paraná tenía hacia la margen derecha una playa que en un tiempo fue uno de los puertos más importantes de la ciudad. El naturalista francés Alcide d'Orbigny, que permaneció unos años en Corrientes, lo denominaba puerto de Santa Rosa por el año de 1827, aunque los correntinos lo conocían como el puerto del Tacurú. En el rincón que formaba en su desembocadura este arroyo existió en tiempos de la colonia una fortificación defensiva que los pobladores denominaban “el Reducto del Poniente”. Luego, en este rincón tuvieron los Jesuitas desde el año 1755 una fábrica de ladrillos y tejas para las obras de su Colegio e Iglesia, que después de su expulsión fueron adquiridos en pública subasta por el contador de la Real Hacienda José Fernández Blanco. A principios del 1800 en estos terrenos ribereños se instalaron algunas Curtiembres, en ambas márgenes del arroyo Salamanca, una de ellas fue la de Domingo Latorre, en terrenos que compró a los herederos de Fernández Blanco, vendiendo en el año 1836 una parte de ellos a Ángel Mariano Vedoya, que a su muerte en el año 1847 los heredó su hija María Úrsula Vedoya de Fontana. Con la nueva delineación de calles, el terreno quedó ubicado en la manzana comprendida entre las actuales calles de Pellegrini, Entre Ríos, 25 de Mayo y San Luis, que comprendía media manzana hacia el Oeste, es decir sobre la calle Entre Ríos, antiguamente denominada Tacurú. Por el año de 1858 se radicó en Corrientes la familia de los italianos Francisco Ferro y Catalina Baglietto, originarios de la localidad costera de Varazze de la provincia de Savona, vecinos que había sido antes de venir a Corrientes del barrio de la Boca del Riachuelo (Buenos Aires), donde se unieron en matrimonio en el año 1855 y tuvieron a dos de sus hijos. Francisco Ferro era entonces un comerciante, como la mayoría de los italianos de ese tiempo que dominaban el comercio fluvial del rio Paraná, pero además descendía de una familia de fabricantes de cuerdas, oficio muy relacionado con la navegación, con conocimientos de carpintería de ribera. Por ello, para establecer su comercio y astillero adquirió en el año 1861 la propiedad de María Úrsula Vedoya de Fontana, que era entonces un terreno baldío, donde comenzó a construir su casa en la esquina de la propiedad que daba a las calles Pellegrini y Entre Ríos, que ya estuvo terminada a mediados de 1864, según consta de una hipoteca que subscribió.La ubicación de la propiedad era excelente para los planes de Ferro, al otro lado de la calle Entre Ríos tenía una playa con acceso al río Paraná y del otro lado de la calle Pellegrini el arroyo Salamanca que desembocaba en el Paraná. En este escenario construyó Ferro los galpones de la carpintería sobre la calle Entre Ríos, donde funcionaba su astillero en el que se construía y reparaba todo tipo de embarcaciones fluviales. Sobre la calle Pellegrini construyó otro galpón al lado de su casa, donde funcionaba un comercio de ramos generales, en el que vendía los productos que compraba de Buenos Aires. La primera embarcación que construyó fue una goleta de 49 toneladas de porte, a la que nombró Catalina en honor a su esposa, matriculada el 12 de octubre de 1863 en la Capitanía de Puerto, que fue vendida al año siguiente en Buenos Aires por su hermano Antonio Ferro.La casa construida por Ferro tenía su frente sobre la calle Pellegrini, de cuatro habitaciones con un zaguán central, en el que tenía una escalera caracol que conducía a un mirador con pisos de madera construido sobre el zaguán. Los miradores, o altillos, estaban muy de moda entonces, los hermanos Vedoya tenían uno en su casa de la calle Junín y Bartolomé Bardi en su casa de la calle San Juan, todos construidos en la misma época, pero ninguno de ellos superaba la vista que tenía el mirador de la casa de Ferro, desde donde se contemplaba el majestuoso Paraná. Las crónicas familiares dicen que la casa fue construida por el maestro albañil Félix Porta, lo que es probable, pues este constructor de origen suizo llegó a Buenos Aires en el año 1861 según nuestras investigaciones, trasladándose luego a Corrientes donde tuvo una destacada actuación, siendo socio del constructor italiano Juan Bautista Buzzi para la obra de la Casa de Gobierno que se terminó en el año 1888.Francisco Ferro falleció en la madrugada del 1° de enero de 1888 después de una larga enfermedad, su esposa, Catalina Baglietto, que le sobrevivió, falleció el 13 de julio de 1916. Catalina Baglietto era una mujer de carácter y de cierta educación, pues siempre firmaba los documentos por su esposo que no sabía escribir. Del matrimonio nacieron diez hijos, pero solo le sobrevivieron tres, que fueron: Josefa Ferro de Cremonte, Francisco Ferro (h) y la menor María Ángela Ferro de Scaramellini, siendo heredada la propiedad por Josefa Ferro de Cremonte, pero habitándola hasta su fallecimiento Francisco Ferro (h), de estado soltero, que falleció en ella el 17 de agosto de 1948. A principios del 1900 se edificaron sobre la calle 25 de Mayo unas viviendas económicas de alquiler, que sobrevivieron hasta su demolición después de la expropiación. Tras el fallecimiento de Josefa Ferro de Cremonte en el año 1944, la propiedad pasó a sus nietos Patri-Cremonte.Con la construcción del Hotel de Turismo fue afectada la manzana de la propiedad a expropiación, además de las tres manzanas que corresponden al hoy Parque Cambá Cuá, con el fin de embellecer el paisaje de la zona con parques y jardines. La expropiación se verificó en el año 1948 por el M. O. P. de la Nación, demoliéndose gran parte de las construcciones, sobreviviendo entre ellas la antigua casa esquina de los Ferro. Luego pasó a jurisdicción de la Dirección de Parques Nacionales por el año de 1956, a la Dirección Nacional de Turismo por el año de 1961 y al Gobierno de la Provincia de Corrientes.Durante este periodo la casa estaba habitada precariamente por una persona, que al fallecer queda habitándola Nieves Cabrera, que luego formó en ella su hogar familiar y tuvo por 32 años negocios de comida, primero el comedor El Recreo y luego la pizzería y hamburguesería Capri. Cabrera intentó con el tiempo, sin éxito, iniciar un trámite de prescripción veinteñal, paralelamente a un juicio de desalojo que tuvo sentencia definitiva por el año de 1981, con dos intentos fallidos de desalojo en años posteriores. A fines del mes de mayo del año 2000, durante la Intervención Federal de Mestre, se realizó un gran operativo de desalojo con numerosa presencia policial, que desalojó de la propiedad a la familia Cabrera que para entonces ya contaba con 3 generaciones de 17 integrantes, hecho que tuvo una gran repercusión en la prensa local.Desalojada la propiedad, la Intervención Federal tenía la intención de demoler todas las construcciones para afectar el terreno a playa de estacionamiento del Hotel de Turismo, pero la rápida intervención del Dr. Scaramellini Guerrero, uno de los descendientes de la familia Ferro, consiguió mediante un amparo judicial que sea preservado el casco histórico de la antigua casa como patrimonio arquitectónico de la ciudad. El subsecretario de gobierno Javier Huss se comprometió a la conservación de la antigua casa, afectando a demolición sólo las construcciones modernas que se realizaron en la propiedad. Desde entonces la propiedad quedó cercenada hasta el tamaño que hoy conocemos. En los años que siguieron se efectuaron trabajos de restauración y puesta en valor, que ya son conocidos por ser historia contemporánea. La Casa Ferro fue declarada Patrimonio Histórico Cultural de Corrientes y desde el año 2017 funciona en ella la Casa Iberá.
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