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» Diario Cordoba
Fecha: 17/05/2025 18:16
Una flor, una planta, un árbol o una maceta no son nada si no hay nadie para cuidarlos y admirarlos. La belleza debe ser contemplada o deja de serlo. El arte adquiere sentido por el artista, pero sobre todo por el espectador. Debe de haber cientos de obras de arte (esculturas, pinturas, monumentos) creadas por el ser humano hace siglos o milenios aún ocultos bajo tierra o en el fondo del mar, observados por gusanos o peces abisales a quienes nada interesa la hermosura; así no valen nada esas creaciones. Es lo que le ocurre a los Patios de Córdoba, que necesitan gente para brillar. Por un lado, los cuidadores, propietarios o jardineros que, en el discurso de la belleza, ejercen como emisores. Por otro, los visitantes y turistas que son los receptores del mensaje. La bulla. El gentío. Lo que se ve todos los años en Córdoba por estas fechas cuando se abren de par en par los pulmones de la ciudad. Porque Córdoba, abigarrada en su Centro, respira por los patios. Patio Tinte 9 / A,J,González En la mañana de este sábado, luminosa y primaveral sin los calores de otros años, los patios y su entorno se han llenado de gente, y así es como debe ser. No debemos olvidar, aunque pocos visitantes -y seguramente muchos locales- lo saben, que la fiesta declarada Patrimonio de la Humanidad no es en realidad el conjunto de los patios en sí, su estructura física, su armonía y su belleza, el colorido paisaje de flores y arboledas. Todo eso cuenta, claro está, pero el reconocimiento de la Unesco se concedió a un hecho inmaterial: la apertura de los patios a la gente. La hospitalidad, La vida que se abre paso cada día en estos recintos concebidos para su contemplación y deleite. Por eso los cuidadores muestran orgullosos sus estancias, a pesar del ingente trabajo que les supone no sólo durante la Fiesta de los Patios, sino a lo largo de todo el año. Ellos lo disfrutan los 365 días y quieren que durante al menos dos semanas el resto del mundo también lo aproveche. La Fiesta de los Patios va camino del millón de visitantes, que se dicen rápido. Seguramente lo rozará cuando este domingo se conozca el balance final. Hay este año, sin embargo, una nueva condición: no hay aglomeraciones, los patios se disfrutan con cierta calma y la gente parece haber aprendido que hay belleza más allá de Santa Marina y el Alcázar Viejo. Teresa Muñoz cuida del patio de su consuegra en la calle San Basilio 20 (segundo premio en Arquitectura Moderna) y recibe a los visitantes con una explicación sobre lo que supone la cultura de los patios. Algunos le piden consejos sobre cómo combatir los pulgones o cómo hacerse con una rara planta. Para ella lo importante de esta fiesta son precisamente las personas. "A todos les explico que esto no es una exposición de flores, eso lo hay en cualquier sitio. Aquí la familia es muy importante y los patios son ellos y nosotros. Eso es el alma del patio cordobés". Por seguir en la línea del arte y la belleza, Teresa menciona los tres monumentos que el creador cordobés Belmonte tiene dedicados a los patios, en los que los protagonistas son siempre las personas. "Sin las personas no somos nada", concluye mientras dice adiós o gracias, vaya usted a saber, a una pareja en su propio idioma. En polaco. Colas en el barrio de San Basilio / A.J. González Y es que los visitantes de los patios proceden de todo el mundo. Mucho francés, inglés e italiano se oía por las calles del Centro. En la Calleja de las Flores, cientos de turistas chinos y japoneses -más de los primeros- se agolpaban alzando sus móviles. Allí no patio que visitar, pero esa callejuela aparece en todas las guías como un sitio imprescindible. San Basilio 44 También en San Basilio mostraba su alegría Ruperto, uno de los cuidadores del recinto de la Asociación de Patios que este año ha ganado el primer premio en la categoría de espacios singulares. No era para menos, porque allí todos los visitantes salen encantados. Disfrutan con la escalera cuajada de flores y del brocal de un pozo. Cuando se le pregunta que tiene este jardín urbano de especial, responde sin modestia: "Hombre, es que éste es el patio de Córdoba". Así por antonomasia. "Es el símbolo de Córdoba", apuntala. "Nos sentimos orgullosos, y más con el trabajo y el tiempo que supone todo el año, porque nosotros lo tenemos abierto todo el año y gratis. Pero hay que hacerlo así, porque son los patios", afirma Ruperto. No está viendo tampoco la bulla de otros años, sino que aprecia que "las visitas son más relajadas". Quizás se deba, apunta, al clima primaveral, más agradable para el paseo. Calle Tinte Fuera de la zona de San Basilio y Alcázar Viejo, tradicionalmente la más transitada durante los Patios, podían verse escenas de la vida cotinada, de esa Córdoba que disfruta con sus tradiciones. En la calle Agustín Moreno, justo frente a la cola para entrar en el patio de la calle Aceite (sin demasiada espera), los altavoces de un vecino tronaban con una rumba que daba ánimos a los turistas. Más adelante, una charanga de viento y percusión clamaba que estamos en mayo. Con todo, la escena más extraña de la mañana se ha vivido a la entrada del patio de la calle Tinte 9, ganador de nuevo este año en el apartado de Arquitectura Antigua. Patio de Tinte 9. / A. J. González Es aquella una calle estrecha, como tantas otras del Casco Histórico, un laberinto en el que la multitud señala la entrada del patio antes de que lo haga el cartel. Allí, decenas de visitantes tuvieron que hacer sitio al ensayo de un paso procesional de costaleros y costaleros, todos adolescentes, al paso de marchas religiosas. No cabían todos a la vez. "¿Aquí la Semana Santa no se acaba nunca?", se preguntaba un turista sonriente. La Semana Santa sí; las tradiciones son eternas. En el propio patio, su dueña Ani -como gusta que la llamen- es una veterana en esta fiesta. No se sorprende de haber ganado por segundo año el primer premio en su categoría, y a pesar de su edad atiende a todos con alegría. Especialmente le gusta enseñar unos tiestos diminutos, tal vez los más pequeños de toda la ciudad. "Una de las plantas está en el capuchón de un rotulador, con su agujero y su tierra y de todo", aclara. Patio plaza de San Rafael 7 / A. J. González Tiene también en su patio una curiosidad botánica: un naranjo injertado con un limonero que lo mismo te da naranjas que limones en el mismo árbol. Y todavía quedaban este sábado, ya bien entrado mayo, con frutos gordos y lustrosos. "Los vecinos vienen a pedirme y se los llevan. Y yo les digo que a ver si me dejan sin naranjas ni limones para los Patios". A Ani no le molesta la gente, más bien lo contrario. "Cuando les pregunto de dónde son, vienen de todos sitios", afirma. Ella, sonriente, demuestra cómo es el alma de Córdoba, abierta y hospitalaria.
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