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» Diario Cordoba
Fecha: 17/05/2025 18:10
Hay quien piensa que vivir de alquiler es una forma de tirar el dinero porque la cuota que se paga nunca acaba por darte las llaves de una propiedad. En el lado opuesto están quienes opinan que da más libertad, ya que te da la opción de elegir dónde vivir en cada momento según tus gustos, posibilidades o necesidades. En los últimos años, la escasez de alquileres ha reducido esa opción, obligando a muchos inquilinos a hipotecarse para reducir el porcentaje del sueldo dedicado a la vivienda. A partir de cierta edad, la opción de la hipoteca se esfuma y, salvo que se herede una propiedad o se haya guardado dinero suficiente para comprarla a tocateja, solo cabe resignarse al alquiler el resto de la vida. Esa es la situación de la mayoría de los inquilinos mayores de 70 de Córdoba, que afrontan la jubilación con pensiones bajas y la losa mensual de la renta. Es el caso de Manuela y su pareja, de 65 y 71 años. «Llevamos de alquiler toda la vida, nos adjudicaron un piso de protección oficial, pero nos fuimos a Mallorca a trabajar y lo perdimos», recuerda, «no nos fue muy bien y al volver nos tuvimos que buscar la vida como pudimos». Ahora viven ellos dos y un hijo en paro en el piso de un amigo que les cobra 300 euros «haciéndonos un favor». Los padres de ambos fallecieron y no les dejaron herencia. «Se vive siempre en vilo porque tenemos pagas muy bajas y el alquiler está por las nubes, si este amigo nos echa no sé dónde iríamos». En situación parecida está María Pérez. «Yo vivo en el barrio del Naranjo en el piso de una sobrina, pago 300 euros, pero en agosto se cumple el contrato y ella lo necesita, así que me tengo que ir», comenta, «estoy desesperada porque no sé qué hacer, no dejo de buscar pero está todo muy caro y yo tengo una pensión no contributiva, lo máximo que podría son 400 o 450 euros como mucho». No le gusta decir la edad, pero supera los 65. «He trabajado toda la vida en el campo y en la limpieza, sin asegurar, nunca he podido permitirme comprar un piso y ahora vivo sola». Lleva nueve años inscrita en Vimcorsa, «renuevo los papeles todos los años, pero nunca me han llamado». No tiene mascota, pero le encantan las plantas, afirma, «ojalá me llamaran para vivir en un patio». Rosa y Juan Collado viven en Martín de Roa 7. / Manuel Murillo Quien vive en una casa patio de alquiler es Juan Collado, vecino de Martín de Roa 7 que ahora tiene 81 años. «Nunca me pude comprar una vivienda, pero he vivido bien de alquiler, en estas casas siempre hemos pagado una cantidad asumible y yo soy feliz rodeado de flores», comenta. Su mujer está enferma y con muy poca movilidad y su hija vive en el apartamento de al lado, lo cual es un alivio para los dos. «Que esté ella cerca nuestra nos da mucha tranquilidad, es un privilegio, además en la casa somos un equipo para todo porque nos ayudamos en lo que podemos», explica Juan, a lo que su hija Rosa añade que «este patio es un legado para nosotros y yo tampoco me iría a ningún otro sitio». El alquiler, aunque obligado por las circunstancias económicas, se convierte aquí en un modo de vida irrenunciable. En otros casos, se asume como una solución obligada. En la primera promoción de Sama Naharro, hay una historia de adaptación a las circunstancias tras cada puerta. Carmen tiene 77 años y vive con su marido, con graves problemas de movilidad. «Perdimos el piso, yo no cobro nada y mi marido sufrió un ictus. Estos pisos son cómodos, pero pequeños, si metes una persona interna no cabes... he pedido cambiar, pero de momento es lo que hay». Mercedes tiene 81 y lleva 12 de alquiler. «Mi marido perdió el piso en el bingo y tuvimos que venirnos aquí, ahora estoy sola y me va bien, no necesito mucho, mi paga es chica, pero me da para lo básico, hay que adaptarse a lo que una tiene, otros estarán peor». Josefina y su marido perdieron su casa «por una estaba de la inmobiliaria» y acabaron de alquiler hasta que consiguieron plaza en este bloque. «Los pisos están muy bien, yo solo echo en falta gente joven y niños, aquí hay demasiado silencio, falta vida». Carmen y José se han ido de alquiler para estar cerca de su hija. / CÓRDOBA Por último, están quienes tienen casa en propiedad, pero viven de alquiler para estar cerca de los hijos. Isabel de 86 y José de 91 años son un ejemplo. «Mi hija, que ya está jubilada, se enteró de que alquilaban el piso de debajo de su casa y nos vinimos para estar cerca de ella porque mi marido empezaba a tener demencia», comenta ella, «de jóvenes cambiamos mucho de casa por el trabajo, pero llevamos 20 años en un pueblo de Córdoba para ayudar con los nietos y dejar tu casa a esta edad cuesta, en un piso te sientes como en una jaula, pero es lo que hay». La mitad de la paga de su marido (ella no tiene) se va en el alquiler. «Es un piso normal en un barrio y cuesta 600 euros», explica, «llevamos año y medio fuera y José ya no puede valerse por sí mismo, hemos pedido la ayuda a la dependencia, pero no nos han dicho todavía, mi hija vive arriba y tenemos una persona que nos ayuda gracias a los ahorros de toda una vida, no quiero pensar cómo estarán otros mayores». De momento, mantienen su casa en el pueblo. «A ver si podemos irnos a pasar las calores». Suscríbete para seguir leyendo
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