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  • La tragedia de escribir los jueves

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 17/05/2025 09:22

    Como todos los jueves, para que salga el sábado y, todos los jueves me prometo escribir otra cosa, iba a escribir hoy sobre una charla de salud mental que daré a la tarde, tal vez diga algo de eso, o como los miércoles tengo un programa de radio (“Tenemos que hablar” en Radio Uner, 97.3 a las 2030), me tiento a escribir sobre algo más lindo, divertido, o bello como algunos temas que se tratan ahí, que tratan entrañables y sensibles compañeros; Ayer por ejemplo Alejandro Bekes hizo una columna extraordinaria sobre la luna, sobre la luna y la poesía, y Fany Postan habló del Pepe Mujica, su sabiduría, su honestidad, su austeridad, su increíble historia y digo, ahí está, sobre eso voy a escribir, sobre la belleza, sobre la poesía, sobre la luna, sobre la música, algo más agradable, algo más positivo, más alegre incluso, porque hay que defender la alegría, como decía Benedetti en un poema que lleva ese nombre, o Spinoza incluso dice que las pasiones tristes despotencian el cuerpo y por eso el Poder quiere a un pueblo resignado y sin esperanzas, y por eso paralizado, y en cambio la alegría engendra la lucha y la esperanza, las pasiones alegres afectan el cuerpo y el alma de modo tal que mueven transformaciones y sin embargo no puedo, porque los miércoles veo en todas las pantallas la tragedia de la patria, su metáfora dramática que emerge pavorosa en la marcha de los jubilados frente al Congreso, donde neuróticamente desde agosto, cascarudos azules desenfundan su palos, sonrientes, burlescos, desalmados y los descargan con saña sobre los pobres viejos que se derrumban en el cemento y quienes los acompañan, desahuciados y desgraciados por esos pocos pesos que son sus salarios de hambre y digo, de qué modo escribir sobre las flores, la belleza y la fe, si está el Padre Paco sangrando, ciego por los gases, subido a la cruz de los crueles, clavado con inquina, con rencor y digo no puedo escribir sobre otra cosa y me disculpo adentro con quienes me dicen que leen esta columna porque siempre quiero escribir sobre otra cosa, más animada y no puedo, particularmente los jueves, aunque el ánimo sombrío me persigue a diario, no solo los jueves, porque vivo a una cuadra de un contenedor de basura del que emergen grises , fétidos e invadidos por los moscardones que zumban alrededor en una danza humillante, no digo ya personas que revuelven de la basura para comer, sino familias enteras, niños hambrientos y ahí ese espectáculo espantoso se torna natural, como la indiferencia del que pasa y ya ni mira, apurado en sus cosas, en sus ansiedades, en sus cotidianeidades como esa señora que arroja una bolsa con los restos de basura, casi desplazando suavemente a las personas que están adentro, como si fueran grandes bolsas de consorcio, negras y largas, atestadas de los restos del consumo satisfecho y que por alguna razón se mueven, eso sí lentamente, algunos mirando hacia abajo para evitar por pudor la mirada, como si no existieran y ya otros que ya ni sienten la vergüenza, la humillación y parece que no ven a los que pasan, como no los ven, y vuelvo a pensar qué voy a decir en la charla de salud mental si veo esto, y tal vez , pienso precisamente que haya que testimoniar esto que veo y decir, que no hay bienestar colectivo posible si el alma se nos vacía, que no hay salud mental si hay miseria, si hay angustia e incertidumbre, si hay hambre, si hay injusticia e indiferencia frente al dolor del “otro”, si está el Padre Paco, ahí, apaleado y gaseado con rencor, es imposible sustraerse y escribir, otra vez, otra cosa que no sea esa calamidad. Mientras miro esas imágenes indignas, en la televisión, un periodista dice que la escena es un acting para los votantes que celebran la golpiza porque es un cura peronista, un cura K, y entonces disfrutan los golpes, crueles, la crueldad y la indiferencia son las peores caras de la infamia, de una sociedad degradada, del hombre que se derrumba, y el Padre Paco ha decidido poner el cuerpo, cristianamente, por amor a sus hermanos, por amor al prójimo, por la fe inquebrantable en que Dios está allí, con los pobres, cuerpo a cuerpo defendiendo su lucha, sin rejas que separen el dolor de los miserables que recogen las migajas de las misas de los domingos emperifollados de rezos hipócritas o alienados, sino ahí, clavado en la cruz ensangrentado y ciego por los palos y los gases, con los jubilados, hambrientos, enfermos, sin remedios, un cura que abrazó la fe cantando el santo con Miguel Bosé que decía “Cristo, Cristo Jesús, identifícate con nosotros, no con la clase opresora que exprime y devora la comunidad, sino con el pueblo mío, no sé qué más…sediento de paz”, y ante tanta injusticia, nada se puede escribir que no sea esta injuria que se repite los miércoles, el doloroso escándalo que nos abruma, la represión feroz, inusitada, para los viejos, para los jubilados que quieren vivir con dignidad, no se puede escribir otra cosa, no se debería escribir otra cosa, ni los miércoles, los jueves, ni ningún otro día, del resto de los días en los que la injusticia y la infamia sigan cayendo sin piedad, sobre los cuerpos ya viejos y arrugados, y el Padre Paco, siga allí, digno y sangriento, ciego y amoroso, clavado en la cruz de la ignominia.

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