Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Hugo Alconada Mon: “Rusia es un enigma que nosotros los occidentales, no terminamos de entender”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 17/05/2025 04:44

    Hugo Alconada Mon: “Rusia es un enigma que nosotros, los occidentales, no terminamos de entender” En septiembre de 2012, un tal Ludwig Gisch se subía al techo de un edificio del barrio de Belgrano —uno de los más altos, sobre la calle O’Higgins, de 25 pisos— para poner una antena de internet. Acababa de mudarse y, como decía ser dueño de DSM&IT, una pequeña empresa que proveía servicios informáticos, le explicó al portero que quería él mismo poder “cotejar en tiempo real la prestación que recibían sus clientes”. Convincente. Vivía con su esposa: María Rosa Mayer Muños. Y así como montó la antena, un día subió, la sacó y se fue. “Siempre nos traía algún regalito para fin de año o por que sí. Muy buena gente, sí”, cuenta Juan, el encargado. ¿Qué habrá pensado Juan cuando vio en la tele, tenedor y cuchillo en mano frente a un plato de milanesas con puré, la cara de su antiguo inquilino, el amistoso Ludwig, junto al zócalo de “espía ruso”? Su verdadero nombre era Artem Dultsev, un agente de élite del Departamento 2, a cargo de América Latina, del “Direc torado S” del Sluzhba Vneshney Razvedki (SVR), el servicio de inteligencia en el exterior de la Federación Rusa. Su esposa, también agente de élite, se llamaba Anna Iyudina. Estaban casados, posiblemente enamorados, incluso tenían hijos que habían nacido en la Argentina. Lograron algo no tan sencillo: convertirse en eso que llamamos una familia normal. Pero en noviembre del 2022, en Liubliana, capital de Eslovenia, los espías rusos caen. Quedan presos allá, y dos años después se produce un intercambio que hace que logren volver a la Madre Patria, a su Rusia, donde Vladimir Putin los recibe en el aeropuerto como héroes, con flores blancas, rosas y púrpuras. La historia la cuenta con lujo de detalle y cautivante tensión Hugo Aclonada Mon en Topos, su nuevo libro editado por Planeta, cuyo subtítulo reza: “la historia real de los espías rusos que tomaron Buenos Aires como base de operaciones”. “La historia, ya de por sí, supera la ficción”, dice Hugo Alconada Mon, del otro lado del teléfono, en diálogo con Infobae Cultura. Un día de enero del 2023, a Alconada Mon le suena el celular. No es una llamada, ni un mensaje apurado. No, es otra cosa: un alerta. “En Google Alerts tengo más de 300 palabras claves en distintos idiomas que, si aparecen esas palabras en cualquier página web, me avisa”, explica. El alerta venía de un portal esloveno. “Ahí empiezo a contactar eslovenos, argentinos, norteamericanos. Y mientras iba publicando, una colega de acá, del diario La Nación, Luciana Vázquez, me decía: ‘Hugo, acá tenés un libro para publicar’. Y yo decía: ‘Lo que tengo lo estoy publicando en el diario, con lo cual sería replicar lo que yo ya tengo’. Y ella me insistía. Y en un momento decidí jugármela”. Ahora, con el teléfono en alta voz, las manos en el volante, atravesando la autopista mientras diluvia a baldes, Alconada Mon habla de dos contactos puntuales que cada vez que los llamaba le cortaban. Pero cuando finalmente los espías ya estaban en Rusia, tuvo que insistir. “Una de estas dos personas me corta, la otra me dice: ‘hablemos’. Y terminamos charlando durante cuatro horas en un café de Lavalle”. A partir de entonces, el contacto le “destraba información”. “Con este material nuevo hago otra ronda de llamados telefónicos, reuniones y demás, y ahí sí me dio la sensación que tenía mucho más material que justificaba un libro”. El paso siguiente fue hacer un largo archivo de Word (“150 páginas en Times New Roman 12, interlineado sencillo”) con todo lo que tenía en orden cronológico. De a poco la historia se fue armando y el libro se corona como el intento de resolver, ya no un enigma, sino varios, todos imposibles. Por un lado, ¿qué es un espía? Hay un caso que se narra en Topos tangencialmente, el de Mikhail Vasenkov, que se hacía pasar por el uruguayo Juan Lázaro, quien “se negó a exponer o debilitar a sus camaradas o al SVR, aunque su silencio lo llevara a prisión, perdiendo todo vínculo con su hijo de 27 años. ‘Aunque amo a mi hijo, ni siquiera por él rompería mi lealtad hacia el Servicio’”. “La historia de los dos espías rusos en Buenos Aires no se entiende sin el recorrido de Vladimir Putin durante las últimas décadas” “Tenemos que modificar nuestra visión de lo que es un espía, porque nosotros estamos acostumbrados a mirarlo desde la perspectiva de lo que conocemos en la Argentina, que es de cabotaje: peleas intestinas entre Jaime Stiuso y Fernando Pocino, entre la Side del kirchnerismo y del macrismo, el espionaje a políticos y a periodistas, pero en otros países vos tenés cosas muy pesadas, por supuesto, como información de inteligencia sobre la guerra y asesinatos políticos, pero también tenés material que es información de propiedad intelectual, el robo de datos de ingeniería”, dice y señala que la palabra que usan los rusos para definir “espía”, en nuestra traducción sería “explorador”. Otro eje es Vladimir Putin, que en el libro aparece todo el tiempo como historia alternativa: cada vez que finaliza un capítulo hay una página que cuenta, a la par de la de los espías, la del actual presidente ruso, apodado Volodia. “Ver el recorrido de Putin mientras que iba ascendiendo en la KGB y el momento en el cual cae el muro de Berlín y él se siente solo, abandonado, que nadie está en Moscú para responderle, esa sensación de soledad y de que Dios te ayude, explica alguna de las reacciones de Putin cuando caen sus agentes en el extranjero. ‘Yo no te voy a soltar la mano como a mí me la soltaron cuando yo estaba en el terreno’. Yo creo que eso explica mucho”. “La historia de los dos espías rusos en Buenos Aires no se entiende sin el recorrido de Vladimir Putin durante las últimas décadas. Putin fue un espía, piensa como un espía, actúa como un espía y a su vez padeció las dificultades de un espía. Es un camarada que no va a soltarle la mano a los suyos”, dice Alconada Mon y se detiene a pensar el gran enigma, Rusia, porque “¿cómo la definís: como Europa, como Asia, como Eurasia, como la tercera Roma, como la contraposición de Occidente, como el complemento de Occidente?“ ”Y a su vez ellos tienen que lidiar en ser una suerte de sanguchito entre, por un lado, Estados Unidos y Europa occidental, y del otro lado, China", agrega. "Putin fue un espía, piensa como un espía, actúa como un espía y a su vez padeció las dificultades de un espía. Es un camarada que no va a soltarle la mano a los suyos" “Rusia es un enigma que nosotros, los occidentales, no terminamos de entender. Por supuesto, hay expertos, pero es muy difícil para nosotros entender, incluso hoy, la posición rusa frente a Ucrania. Que quede claro: yo estoy en contra de la invasión, me parece un horror, repudio a la guerra. Pero al mismo tiempo algún tipo de explicación tiene Putin que él considera válido. No es un loquito. Se cuadra en algo parecido a lo que sintió Estados Unidos cuando Rusia plantó misiles en Cuba, lo que consideraban su patio trasero. El ingreso de Ucrania a la OTAN, para Putin, es lo mismo: es algo inadmisible”, explica mientras frena en un semáforo de la 9 de julio, bajo un cielo gris cemento. Ya sobre el final de la conversación, Alconada Mon, que por estos días disfruta que el escritor se imponga sobre el periodista, resume que el caso de los espías rusos “nos ofrece una ventana para tratar de entender un poco mejor cómo funciona Moscú”. “En definitiva, han desarrollado un programa de espías ilegales que ya lleva más de cien años y que te puede llevar a, como en este caso en particular, un hombre y una mujer que han tenido cuatro identidades, que dedicaron veinte años de capacitación, entrenamiento, despliegue en el terreno. Es un caso extraordinario por el caso en sí, pero además como ventana a una metodología de trabajo”, concluye. [Fotos: Alejandro Beltrame]

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por