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» La Capital
Fecha: 15/05/2025 12:39
Daniel Santoro viste con discreta elegancia y transmite la serenidad de un monje zen. Su sonrisa es cálida, su palabra certera. Aunque en ningún momento su llana sencillez deje traslucirlo, es uno de los más importantes artistas plásticos argentinos, que ha venido a Rosario a presentar nada menos que una obra suya dedicada a la ciudad. Rodeado de un puñado de periodistas que dialoga con él en el Centro Cultural Contraviento, el pintor va desgranando conceptos y lanzando explicaciones en torno de un trabajo tan impresionante como ambicioso, en el cual nunca dejó de correr riesgos . Notoriamente emanado de su mano de excelso dibujante, lo que el pequeño grupo de cronistas que acompaña al artista tiene el privilegio de ver con antelación a la apertura de la obra al público, que será hoy a las 19 en Rodríguez 721, podría ser definido como una transcripción de Rosario al lenguaje del mito. 4.jpg Antes de lanzarse en aguas tan peligrosas, Santoro ha caminado la ciudad y ha captado al menos una parte de su peculiar esencia. Con lucidez la describe como esencialmente mercantil, vinculada al afán de lucro como motivación básica. Al mismo tiempo no ignora la visceral potencia de su arte y cultura y la relación que desde siempre ha tenido con la violencia. Tampoco su condición de hija sin padre definido, más allá de los intentos por encontrarle un fundador preciso. Todo eso, claro está, configura un paisaje tan rico como complejo, que él ha intentado —no sin belleza— desentrañar. Escuchemos su profunda voz: “Rosario, es para mí, una aparición autóctona, es decir que por definición es algo que ha brotado de la tierra misma, como una fuerza de la naturaleza, persistente y modelada con el agua y el barro de nuestro río nutritivo. Fue varias veces purificada por los fuegos de la historia. Rosario es una mítica ciudad creada in illo tempore y como todo territorio mítico está y fue habitada por grandes y maravillosos personajes y a la vez por inescrupulosos seres primitivos ávidos de presa, que no han renunciado a la violencia elemental. Este dibujo que presento en forma de panorama intenta dar cuenta de esta condición excepcional de la ciudad”, afirma. 7.jpeg Una nueva humanidad Tradicionalmente identificado con el peronismo, Santoro se ha desplazado en los últimos tiiempos de los habituales parámetros que signaron tanto su militancia como su pensamiento y se interroga a partir de otras lecturas y experiencias. Es, por ejemplo, un confeso admirador de China, a la que conoce a fondo y cuyo idioma habla. Pero sigamos escuchando su palabra: “Este panorama que constituye la sección rosarina del trabajo anterior que mostré en el Museo Nacional de Bellas Artes hace dos años, presenta una sucesión de escenas de crisis y colapsos, y los posibles finales de este tiempo en que los humanos estuvieron a cargo de los asuntos del planeta. Como en todo colapso hay supervivencias y desapariciones, afloraciones, ruinas y enterramientos, marcas y huellas definitivas en el paisaje posapocalíptico, que se presenta como una selva oscura, un bosque que nos veremos obligados a transitar para llegar a una nueva forma posible de la humanidad, en la que se reponga esa antigua estructura, que ligaba la horizontalidad pedestre del laberinto boscoso, con la verticalidad, el axis mundis de la dimensión trascendente en la que podríamos vernos todos partícipes de la construcción amorosa de un nuevo destino común. “En cuanto a los recursos técnicos utilizo la huella material del dibujo sobre papel, en la forma de una bicromía con pigmentos provenientes de la tierra y la carbonilla es el producto que deja la madera, luego de su paso por el fuego. Busqué una metáfora de la estructura ontológica del conjunto de lo creado, que podríamos reducir a una trilogía compuesta por la piedra, la madera y, en medio de ellas, la carne. Por otro lado, como toda trilogía, siempre hay un cuarto, en este caso se trata del agua que nutre y da vida al conjunto, y que actúa anudada al resto para cumplir su propósito. “Cuando alguno de los términos de la trilogía, por ejemplo la madera no metaboliza la piedra, esta no podrá alimentar la carne y todo se abisma. Cuando la codicia agota la cubierta vegetal (madera) todo colapsa. Hacia el final del recorrido, dentro de un árbol, se puede ver el símbolo del árbol de la vida. Es el axis mundis, es el encuentro de las dos dimensiones, la horizontal y la vertical que le dan sentido a esa frase enigmática que pronunciara hacia el final de su vida el filósofo Martín Heidegger «Sólo un Dios podrá salvarnos»”. 6.jpeg Las referencias En ese periplo que emprendió a través de la identidad rosarina Santoro no sólo apela a referencias geográficas y edilicias como el río Paraná, el Monumento a la Bandera, el Palacio Minetti y el bar El Cairo, sino que también incluye a legendarias figuras de la ciudad, como el Che Guevara, Alberto Olmedo, Lionel Messi o Fito Páez. Y acaso este sea el punto más cuestionable de la obra, dado que en ningún momento logra remontar vuelo sobre el canon más previsible. Inclusive, la insólita presencia de Juan José Saer puede ser evaluada como un simple error, dada la nítida inserción del autor de “Cicatrices” en el paisaje cultural de la capital de la provincia, más allá de su paso por Rosario y las amistades que supo cultivar en ella. Por fuera de este tema, otro punto que acaso merezca anotarse es que Rosario parece no poder superar su dependencia de las legitimaciones provenientes del orbe porteño. Córdoba, en contraposición, no adolece de tal defecto. El talento de Santoro, sin embargo, y más allá de los elementos que puedan conducir a un necesario debate, trasciende estas cuestiones puntuales y se planta con firmeza para plasmar una obra intensa, destinada a conmover y perdurar. La cita es este jueves por la tarde.
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