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Concepcion del Uruguay » La Calle
Fecha: 13/05/2025 19:31
Nicolás Sotomayor es periodista, platense de origen y entrerriano por adopción. Desde Pronunciamiento, donde reside actualmente, acaba de publicar su segundo libro centrado en la historia de Estudiantes de La Plata. Luego de su obra debut sobre el recordado cruce frente al Barcelona de Guardiola, esta vez decidió enfocarse en un partido que dejó huella en el fútbol argentino: Estudiantes – Gimnasia 2006. El Siete a Cero. En esta entrevista, Sotomayor repasa el proceso de investigación, la importancia simbólica de aquel clásico y el modo en que la distancia física lo conecta aún más con sus raíces albirrojas. Redacción La Calle -¿Qué te motivó a escribir sobre el 7-0 entre Estudiantes y Gimnasia, y por qué considerás que ese partido es tan significativo en la historia del clásico platense? -En realidad, me propusieron el tema. Desde la editorial Libro Fútbol me preguntaron si estaba interesado en escribir sobre este clásico histórico. El contacto fue a través del periodista Máximo Randrup, que por entonces trabajaba en la editorial. Le había gustado mi primer libro (Estudiantes-Barcelona) y su idea era hacer algo similar; o sea, en este caso, poner el foco principal en el partido del 7 a 0 y contar todo el antes y después dentro de un campeonato, el Apertura 2006, que termina siendo de película para Estudiantes. Digo de película porque tuvo la vuelta de Verón, la conducción del Cholo Simeone, la presencia de Calderón y otros grandes nombres, la racha de diez triunfos consecutivos, el drama de varios partidos épicos, la final contra Boca y un título logrado después de 23 años. El 7 a 0 es como un campeonato dentro de otro. Es importante en el contexto de aquel torneo, pero a la vez es un quiebre para el salto de calidad que daría el club (amplía la paternidad con Gimnasia, empieza a cosechar más títulos) y, por supuesto, es un clásico que ha dejado su huella en la historia del fútbol argentino. A todo esto, podemos incluir la parte folklórica, ¿no? Hasta los jóvenes que nacieron después del 2006 hablan del 7 a 0; aparece en las canciones, en las banderas, en las paredes de la ciudad de La Plata. -En el libro, vinculás el 7-0 con el resurgimiento de Estudiantes bajo la dirección de Carlos Bilardo y la llegada de Juan Sebastián Verón. ¿Cómo creés que estos factores influyeron en el éxito posterior del equipo? -Bilardo volvió en 2003, después de una dura derrota 4 a 2 frente a Gimnasia. Hacía años que el club peleaba por no irse a la B (ya había descendido en el 95), deambulaba entre la irregularidad y la mediocridad y, fiel a los tiempos del “que se vayan todos” crisis 2001, en Estudiantes pareció explotar un hartazgo casi necesario para resetear todo y volver a las fuentes. Sin Zubeldía, el prócer y referente de la Escuela Pincha era el Doctor Bilardo. Él ya no dirigía más. Trabaja en programas de radio y TV. Pero tanto insistieron los hinchas que finalmente lo convencieron. Su vuelta fue una manera de recuperar la identidad. En resultados, la campaña fue de mayor a menor. Pero bajo su ala protectora sumaron experiencia muchos pibes de la cantera, como Sosa, Pavone, Lugüercio, Angeleri. Tres años después, aquella base se cruza con Verón, recién llegado del Inter de Milán, en plenitud (tenía 31 años) y con ofertas para seguir jugando en Europa. Un jugadorazo y encima un líder que imponía una mentalidad ganadora. Por eso conecto entre Bilardo y Verón, dos grandes ídolos del club que, sin planearlo, terminan concretando un ciclo de crecimiento progresivo, prácticamente ideal para alcanzar el éxito. -Siendo oriundo de La Plata pero viviendo actualmente en Pronunciamiento, Entre Ríos, ¿cómo influye esta distancia en tu perspectiva sobre el club y el clásico? -La distancia y los primeros años de mi hijo (que ahora tiene cinco) quizás hayan potenciado mi fanatismo. Me hice socio del interior y cada vez que voy a la cancha es un acontecimiento especial, cuando antes era un hábito. Aparte a través de Estudiantes mantengo las charlas con mis hermanos y amigos, y vuelvo recurrentemente a los recuerdos de mi infancia y mi ciudad. Es como que Estudiantes encierra toda mi parte afectiva. Forma parte de mi identidad y hasta de cotidianidad: en Pronunciamiento, después de un “hola” me hablan de Estudiantes como quien habla de cómo está el tiempo para continuar una conversación. Bueno, acá la mayoría son del Depro y de Boca o River. Mi nene disfruta más ganarle a los dos grandes que a Gimnasia. Mirá que me encanta el clásico, pero ya no lo puedo vivir más como en La Plata. Acá no hay hinchas de Gimnasia. Igual, en esa semana previa consumo varias horas de radios platenses y entro a Twitter para meterme en clima. El post partido suelo usarlo para festejar, ja. -Además de este libro, has escrito sobre el partido entre Estudiantes y Barcelona. ¿Qué te atrae de explorar momentos específicos en la historia del fútbol a través de tus libros? -Siempre me atrajo ver partidos del pasado y observar o preguntar cuestiones más allá del juego. Un ejemplo: me acuerdo de ver muchos años después Argentina-Nigeria del Mundial 94, y preguntarle a mi viejo dónde vio ese partido, qué opinaba de Batistuta o tal jugador, porqué había muchos argentinos en la tribuna, cómo era la época menemista, cómo se sintió tras el doping positivo de Maradona. Con el tiempo sumé internet como fuente permanente de consulta. Me fascina ver partidos pasados con detenimiento. Se pueden reconstruir varias historias alrededor de un simple enfrentamiento entre dos equipos. Al mismo tiempo siempre me ha gustado leer las crónicas de los diarios y las revistas. Luego pasó que empezó a crecer la literatura deportiva en nuestro país, yo justo entré a estudiar periodismo deportivo en La Plata, y en el transcurso me crucé con libros que tenía todo aquello que me interesaba. Encima, muy bien escritos. Por mencionarte algunos: El Partido, de Andrés Burgo, sobre Argentina-Inglaterra del 86; El Partido Rojo, de Claudio Gómez, sobre Independiente-Talleres del 78; incluso de tenis, como La Final, de Alejandro Prosdocimi, que relata aquella definición entre Gaudio y Coria en Roland Garros 2004. Me atrae todo lo que sea crónica, ensayo, documental, y mucho más si se contextualiza con cuestiones que exceden lo meramente deportivo. -Como periodista deportivo, ¿qué desafíos y satisfacciones encontrás al escribir sobre fútbol desde una perspectiva histórica y testimonial? – Al tratarse de un partido específico, tengo que tratar de que no se me escape ningún detalle, más allá que después en el proceso de la escritura deje cosas afuera o se me escapen otras. Entonces, hay que investigar, leer y mirar todo lo que se pueda. Pasé varias horas en la hemeroteca para ver qué pasó en todo el 2006 y saber poner en contexto aquel partido, la situación de cada protagonista, de los equipos. Incluso del momento político: ¿Por qué Néstor Kichner invitó a Verón a una reunión en Casa Rosada? ¿Por qué Estudiantes jugó por primera vez de local en el Estadio Único, en medio de las diferencias con el municipio platense? Bueno, repasé diarios y revistas que guardo en casa. Miré horas y horas de partidos, resúmenes y entrevistas somnolientas para ver si podía sacar algún detalle. A su vez, asomaba como una dificultad coordinar con los protagonistas, con los jugadores sobre todo, para entrevistarlos y obtener un testimonio interesante. Por suerte conseguí de varios: Verón, Alayes, Álvarez, Galván, Lugüercio, Cominges, Pavone. No soy tan eficiente con el tiempo en el proceso de la escritura. Pasé días escribiendo tal vez un sólo párrafo. Pero un poco también disfruto de todo eso. Junto la nostalgia, el gusto por el fútbol y cierta vocación periodística. Después el otro gran desafío es estructurar todo eso e intentar generar un interés en el lector. ¿Qué esperas que los lectores se lleven de «El Siete a Cero» y qué proyectos literarios tienes en mente para el futuro? En lo ideal, obviamente, me gustaría que los lectores disfruten del libro. Que puedan descubrir algo diferente a lo que ya conocían. Y por qué no, repetir lo que me ha pasado con el libro de Estudiantes-Barcelona: aún hoy, de vez en cuando recibo mensajes de personas, muchas veces simpatizantes de otros clubes, que me felicitan y dicen haber disfrutado y hasta haberse emocionado con el relato. Eso me satisface más que una venta. No se compara con nada. Con respecto a los proyectos literarios, siempre tengo ideas en mente, pero prefiero que pase un tiempo para encarar otro posible libro. Todavía hay mucho para leer y aprender.
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