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Federal » El Federaense
Fecha: 12/05/2025 05:52
En una noche de emoción a flor de piel, el presidente de Boca Juniors, Juan Román Riquelme, vivió momentos intensos mientras su equipo se enfrentaba a la dura prueba de los penales en la definición ante el rival. La presión se sentía en el aire, y no solo en el campo de juego. Desde su caja, observó con atención cada movimiento de sus jugadores y el fervor de sus hinchas, quienes no dejaron de entonar canciones de apoyo al Xeneize. La tensión alcanzó su clímax en el preciso instante en que Alexis Canelo se preparaba para ejecutar el primer penal para el equipo rival. En ese instante, las cámaras captaron a Riquelme murmurando con desesperación: “Van, Marche, Atajalo, por favor”. Aunque algunos especulaban que su expresión no era más que un gesto nervioso, lo cierto es que el icónico exjugador del club parecía estar entregado a una súplica, reflejando la inquietud por un resultado que podría haber comprometido más que un simple partido. Finalmente, Agustín Marchesín, quien se unió al club este año a instancias del Consejo de Fútbol, atajó el penal y se erigió como el héroe de la noche, asegurando así la clasificación a los cuartos de final de la apertura de 2025. Sin embargo, la victoria no trajo euforia, sino más bien un clima de preocupación. Riquelme, el máximo ídolo del club, respiró aliviado, pero su semblante reflejaba seriedad y desasosiego. El ambiente en el Estadio Alberto J. Armando era palpable; la alegría por el avance en el torneo se desvanecía ante la creciente tensión entre la directiva y un sector de los aficionados que no dudó en expresar su descontento. Esto plantea una situación compleja para Riquelme y su gestión, que, a pesar de este triunfo, enfrenta un desafío mayúsculo: reconstruir la relación con una base de hinchas que se siente cada vez más distante. En resumen, esta jornada significó un punto de inflexión en su administración, donde en medio de cánticos y fervor, resonó fuerte un mensaje claro: el camino por delante será complicado.
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