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  • Miguel Ángel Perera malogra con la espada la faena más intensa de la tarde

    » Diario Cordoba

    Fecha: 12/05/2025 05:34

    Ficha del festejo Ganado: cuatro toros de Fuente Ymbro, con volumen, aparatosamente armados y muy hondos de cuartos delanteros, que dieron juego dispar, con poca raza los dos primeros, bravo y con entrega el cuarto y áspero y sin clase el último. Y dos sobreros de Chamaco (1º y 5º), sustitutos de sendos titulares devueltos por flojos, cinqueños, de hondas y bastas hechuras, mansos y reservones. Miguel Ángel Perera, de verde manzana y oro: estocada atravesada y cuatro descabellos (silencio tras dos avisos); pinchazo, pinchazo hondo, estocada atravesada que asoma y descabellos (ovación tras aviso). Paco Ureña, de tabaco y oro: pinchazo hondo y media estocada delantera desprendida (silencio tras aviso); tres pinchazos, estocada delantera desprendida y dos descabellos (silencio tras aviso). Ginés Marín, de grana y oro: pinchazo y estocada caída (silencio); estocada (vuelta al ruedo). Entre las cuadrillas: destacó la trabajosa brega de Daniel Duarte con el primero y la templada de Joselito Rus con el sexto. Plaza: tercer festejo de abono de la feria de San Isidro, con lleno en los tendidos (21.698 espectadores, según la empresa), en tarde fresca y con rachas de viento. El diestro Miguel Ángel Perera protagonizó hoy, con el bravo cuarto toro de Fuente Ymbro, los momentos de más intensidad de la tercera corrida de la feria de San Isidro pero que se quedó sin premio por sus fallos con la espada, al tiempo que Ginés Marín se desenvolvió con temple y oficio con un lote de escasas opciones. Después de que se impusiera con sobrada capacidad ante el reservón y rajado sobrero de Chamaco que le salió en primer turno, Perera se enfrentó a al cornalón cuarto de Fuente Ymbro, también cinqueño y que comenzó a demostrar su brava condición ya en el tercio de banderillas, arrancándose con alegría y prontitud. Y a esa virtud fue la que se agarró el torero de Badajoz para cuajarle un espectacular y vibrante inicio de faena, citándolo desde los medios para darle dos pases cambiados con las dos rodillas en tierra y continuar redondeando su embestida en varios pases por ambas manos que el toraco tomó con una entrega que sería la nota constante de sus embestidas. El trasteo continuó con dos tandas de derechazos no menos intensas, iniciadas con cites en la distancia y con el toro acudiendo y respondiendo con creciente celo a la dura exigencia de Perera, que le bajó mucho la mano y le tuvo muy sometido, ligándole los pases sin darle mayor opción que la de obedecer una tela que se movió casi a ras de arena. Un momentáneo bache forzado por el viento y por una tanda de naturales con menos mando lo remontó Perera con unas limpias y ajustadas manoletinas que volvieron a subir las expectativas, antes de dejarse ir un más que seguro trofeo en la punta de una espada nada certera después del esfuerzo anterior con el único toro realmente encastado de la corrida. Ese cuarto fue todo lo contrario que el lote que sorteó Ginés Marín, pues su primero de los titulares, también aparatoso de pitones, comenzó a perder fondo y empuje tras la buena apertura de faena que le hizo el también extremeño, con pases por alto y por bajo de mucho empaque y poder, mientras que el último, el de más alzada del encierro jerezano, también fue a peor, solo que éste con una brusca aspereza. A pesar de la falta de clase del incierto toraco, Marín no dejó de manejarse con temple y asiento en un empeño realmente meritorio con el que consiguió incluso sacar derechazos limpios y mucho más largos de lo que, en principio, estaba dispuesto a seguir el animal, para dar finalmente una vuelta al ruedo con el reconocimiento del público de Las Ventas. También estuvo esforzado Paco Ureña con el quinto, otro negado y viejuno sobrero de Chamaco del que no logró sacar nada en claro, aunque su primero, este sí de Fuente Ymbro, al menos tuvo suficiente movilidad y nobleza, aun sin mucho celo, para favorecer una faena más concreta de la que le sacó el murciano, que no acabó de centrarse entre las molestas rachas de viento.

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