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» Diario Cordoba
Fecha: 11/05/2025 17:46
Emilio no supo tanto del islote Perejil hasta una noche cualquiera de los meses posteriores al conflicto entre España y Marruecos cuando, con el canal 24 horas de fondo, pasó toda la madrugada dibujando. En el televisor daban un documental. "Me lo tragué entero", dice riendo. El tema probablemente no interesaba mucho a aquel veinteañero, pero allí estaba, a deshoras, con lápiz en mano y la única compañía del narrador. Era una de las tantas noches que pasaba realizando trazos "hasta las tantas". Pero, por alguna razón, aquella anécdota quedó grabada en su memoria. Y no la recordaría si el resultado de esas noches no le hubiera valido para ganar el concurso nacional de diseño de la corona y el cedro de la Virgen del Socorro. Fue lo que hizo que, en 2003, los medios de comunicación locales se hicieron eco de su nombre: Emilio León. Por entonces, Emilio era un joven cordobés que, tras haber cursado el bachillerato de Artes, decidió entrar en el grado superior de Orfebrería y Platería de la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba. Su condición de cofrade le había hecho mantener un contacto cercano con las piezas artísticas que atesoran las cofradías. "Me llamaba la atención", cuenta. Y simplemente bastó eso. El resto, vino solo. Donde el metal cobra vida / Ramón Azañón El concurso le dio la publicidad y la confianza suficiente para decidir abrir su taller. Pasó tres años realizando pequeños encargos y, en 2006, trasladó todos sus bártulos de la habitación del taller de un familiar hasta la Casa de las Campanas. El año que viene, dice, hará dos décadas como orfebre. De las hermandades a las iglesias En sus primeros años, replicó las potencias del Cristo de Ánimas y realizó una ráfaga de dos metros y medio para una imagen de Málaga firmada por Francisco Romero Zafra, pero si algo ha supuesto un punto de inflexión en la carrera de Emilio ha sido completar el paso de la Virgen de la Fuensanta entero. En Semana Santa no es extraño ver el nombre de este cordobés entre los autores de estrenos. Es mi forma de vida, mi día a día, un trabajo que me gusta, pero me gustaría disfrutarlo más Las hermandades suponen un 50% de su clientela. Y, exceptuando algún encargo civil, que bien puede ser la restauración de una bandeja de plata o de algún antiguo candelabro, el resto de trabajos son para iglesias, conventos y otras entidades religiosas. Reliquias de todo el mundo Una hoja impresa anuncia al visitante que está ante el taller de Emilio León. Suena el timbre y el orfebre abre la puerta. En una gran nave del Parque Joyero, Emilio guarda las reliquias que pasan por sus manos en estos momentos: la cruz, del siglo XVII, del nazareno de Bujalance, un sagrario de considerable tamaño para Estados Unidos o una cruz neorrománica para una abadía americana. En una de las paredes, el boceto de un gigantesco botafumeiro que también cruzó el Atlántico y aterrizó en el estado de Virginia. Emilio León muestra el boceto de un botafumeiro que diseñó para Estados Unidos. / Ramón Azañón Mientras, al fondo, Emilio Tello, compañero y empleado, lija las piezas que componen el armazón del sagrario, el artesano martillea un afilado cincel con la suavidad y la paciencia que cabe esperar cuando se está trazando el rostro de una virgen y del Niño Jesús en una chapa de latón. La composición será la puerta del sagrario. Tras repujar el metal con cinceles romos, el orfebre inicia uno de los procesos más artísticos del oficio. Emilio León y Emilio Tello con una de las piezas que compondrán el sagrario. / Ramón Azañón "La parte artesanal se mantiene pese a los avances tecnológicos", explica. Hoy en día, una impresora en 3D puede sacarte una pieza, pero "hay cosas que nunca dejarán de ser artesanales". "El día que haya un robot que pueda hacerlo, tendremos un problema", concluye. ¿Tendría ese robot la sensibilidad necesaria para sacar la expresión que busca la representación? Una forma de vida Por ahora, no es algo que le preocupe. Sin embargo, Emilio todavía hace frente a las secuelas de la pandemia. Secuelas económicas que arrastra. "Es mi forma de vida, mi día a día, un trabajo que me gusta, pero me gustaría disfrutarlo más. Al ser tu forma de vida, aunque estés disfrutando, tienes que sacarte tus recursos económicos", cuenta en un arranque de introspección. Pero, "a pesar de las dificultades”, concluye Emilio, “es un oficio maravilloso". Un oficio con el que soñaba aquellas noches en vela y en el que ya suma casi veinte años. Suscríbete para seguir leyendo
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