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  • El camino a la "Guerra Patria": El Reich y sus patrocinadores de occidente

    Concordia » Diario Junio

    Fecha: 11/05/2025 16:33

    Recordemos que la Segunda Guerra Mundial tuvo entre las principales causas la incapacidad de las potencias vencedoras de la Primera Guerra de resolver las cuestiones nacionales de las potencias derrotadas, como la injusticia de los Acuerdos de Versalles, propiciando una política de apaciguamiento anglo-francesa con Alemania, que lejos de definir la soberanía de Alemania, legalizó un abuso humillante de los Estados más poderosos. Por eso, de hecho, la Segunda Guerra Mundial fue la consecuencia nefasta y lógica de la mezcla explosiva del temor, del pesimismo y de las ambiciones hegemónicas con sentido de revancha de un sistema totalitario sobre otro, cuyas repercusiones tuvieron el pico más alto con la Gran Crisis económica del capitalismo, que llevó a la Gran Depresión que se inició en EE. UU. y se trasladó a Europa. Como en la física, la política aborrece el vacío. Fue aprovechado por un heredero de Mussolini, un simple cabo austríaco, nada menos que Adolf Hitler, para que con inusitada audacia primero, y violencia política después, consiguiera ser nombrado canciller a través de dos elecciones consecutivas. Luego sabemos, más o menos, lo que ocurrió con los sueños delirantes de ese líder que les hiciera creer en la construcción de ese Tercer Reich que duraría mil años. Recordemos que Hitler y la instalación del nazismo por vía electoral en 1933 no es un acontecimiento meramente político. Hitler llegó al poder por el inaudito apoyo empresario de gran parte del mundo industrial, también con la mira de combatir, en ese instante de la Historia, a un movimiento popular emergente de la Revolución Bolchevique de 1917, por lo que el comunismo internacional era la «excusa perfecta», que debía ser enfrentado como sea… Pero lo que es curioso, y mucha gente ignora, es que la expansión del nazismo había atravesado fronteras y océanos, de tal manera que la colaboración del mundo occidental se ubicaba entre lo más granado de América y Europa. La estrategia de Hitler era cuidar los negocios sin reparar en los medios, un fenómeno repetido desde el surgimiento de la burguesía en la Edad Media, de los banqueros y de los negociantes. Yendo a las personalidades de trascendente influencia en el desarrollo de la maquinaria bélica de Adolf Hitler, tenemos a Alfred Krupp, dueño de una empresa productora de armas con larga trayectoria. En su planta de Essen logró desarrollar prototipos de submarinos, cañones de gran potencia, armas de todo tipo, que, amparados por el Tratado de Rapallo con la URSS, se diseñaban en Alemania y se fabricaban en los Urales, Leningrado, y así fue hasta 1935 porque Alemania tenía prohibido el rearme desde la Primera Guerra. En esas plantas se empezaron a fabricar los submarinos que les vendió a Japón y a la España falangista de José Antonio Primo de Rivera para la Guerra Civil Española de 1936 a 1939. Pero ya en 1934 la prensa norteamericana y el diario Berlin Tageblatt habían anunciado estrechos contactos de enviados del Führer con Henry Ford, el propietario de la gigante compañía Ford Motor, a quien Hitler consideraba su «mentor». Es que el empresario compartía conceptos del nazismo. También la idea de la conspiración de los banqueros judíos. Ese pensamiento lo publicó en el Dearborn Independent, de alcance en todo EE. UU., y colaboró con él el espía Boris Brasol, que fue el correo de dinero entre Ford y Hitler. La admiración y el agradecimiento que Hitler le profesó a Ford llegó en forma de condecoración, cuando en honor a su cumpleaños N.º 75 le hizo colocar en la solapa la Gran Cruz de la Orden Suprema del Águila Alemana. Y fue Karl Kapp, cónsul en Detroit del régimen nazi, quien se encargó de la ceremonia en 1938 y le entregó un telegrama de felicitación de Hitler. Henry Ford fue el primer norteamericano en recibir tal distinción. Mussolini ya la había recibido meses antes. (¡Con amigos así, quién necesita enemigos!) Además de Ford, Hitler contaba con otros amigos en el mundo automotor. El gigante General Motors, que junto con Ford controlaban el 70 % del mercado automotor alemán, rápidamente se reconvirtieron para proveer material bélico a los nazis, además de proporcionarles camiones y neumáticos a las fuerzas alemanas. La General Motors estaba bajo el control de la familia DuPont. Al igual que Henry, Irene DuPont, la jefa del clan, estaba obsesionada con las ideas de Hitler. A pesar de la sangre judía que corría por sus venas, adhería a la concepción ideológica de la pureza racial. Asociada con IG Farben, invirtió US$30 millones entre 1928 y 1939 para el rearme alemán. Además, junto a Ford colaboraban con cuota mensual para el partido nazi. En los EE. UU., DuPont creó la Liberty League. Ambas eran antisemitas y tenían estrechas relaciones con el Ku Klux Klan. Jean D. Money era el encargado de negocios de la GM en Europa. Durante la guerra fabricaba motores para los aviones americanos, pero también para los Messerschmitt alemanes. (Negocios son negocios). Durante la guerra, los alemanes usaron mano de obra esclava de toda Europa. Entre los petroleros más importantes estaba Sir Henry Deterding, director de Shell, anticomunista confeso, casado con una rusa blanca. Este empresario financió en parte a Hitler con la promesa de recibir un trato referencial luego de la guerra, ya que sin combustible no hay guerra posible. Y ya que estamos, no olvidemos al grupo Rockefeller, que le proveyó a los alemanes el carburante «tetraetilo», sin el cual los aviones no funcionan. Y, por si fuera poco, el magnate petrolero Teagle, presidente de la Exxon, y su sucesor, Bill Farish, llegaron al escándalo, habiendo establecido con el monopolio químico alemán IG Farben, con el que producían el «Zyklon B», utilizado en los campos de concentración, y producidos por primera vez con prisioneros rusos. El otro caso de empresarios inmorales —porque no son otra cosa— es el del noruego Torkild Rieber, presidente de la petrolera Texaco, quien, a pesar de haberse decretado el embargo británico, abasteció a Alemania desde su filial en Colombia. En 1940, Hermann Göring le pidió a Rieber que intercediera en EE. UU. para que Franklin Delano Roosevelt presentara un plan de paz, donde EE. UU. debía reconocer a Alemania como nuevo líder de Europa y aceptar el aniquilamiento de Inglaterra. Roosevelt no aceptó, y EE. UU. recién entró en la guerra en 1941. Nota: Como ven, las guerras se desenvuelven en un entramado de intereses económicos disfrazados de intereses ideológicos. Los ingleses y los de EE. UU. le proveyeron armas y combustibles a quienes supuestamente tenían que combatir, o sea, el nazismo. En la próxima nota hablaremos de por qué se llama Guerra Patria a la actuación de Rusia en la Segunda Guerra Mundial.

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