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» Elterritorio
Fecha: 11/05/2025 11:46
La edición otoño del Brilla Sarita trajo una nueva fiesta de sabores locales trabajados cuidadosamente mientras se consolida como espacio de encuentro entre familia y amigos. domingo 11 de mayo de 2025 | 2:00hs. El cielo se abrió después de la tormenta para ofrecer un sábado otoñal ideal, en el que el sol y el viento fresco serían los acompañantes para una tarde noche de lujo bajo los árboles del Parque Paraguayo. Cuando la explanada del anfiteatro Antonio Ramírez comenzó a teñirse de otoñal dorado, bajo los cálidos rayos de Zeus, el Brilla Sarita encendió sus hornallas y tras ofrecer todo para el picnic de la tarde, la noche tomó otro color. Si bien las ferias gastronómicas cobraron un mayor protagonismo en estas últimas décadas, desde siempre se han constituido como un núcleo clave de intercambio comercial y social y así hoy vuelven a mezclar cultura y economía al unísono. Desde temprano, las infancias tomaron el protagonismo. En el parque, sobre el césped se concentraron los primeros en arribar con talleres de arte y un cine móvil que proyectaba cortos pensados para miradas curiosas. En el escenario en tanto, payasos, magia, globología y premios reunió el primer malón. Así, con más de 50 stands entre gastronómicos, comerciales y otros, las familias encontraron su espacio para habitar lo lúdico y lo cotidiano. De manera apacible la jornada fue cobrando intensidad pero con la naturalidad de los encuentros genuinos. La música marcó los ritmos del día. DJ MelQueen abrió la pista, hilando los sonidos de los infaltables clásicos mientras el sol comenzaba su descenso. Mientras tanto, los fogones ya iban seduciendo al público que se reunía en torno a lo gastronómico, Mbeyu, pancho coreano, arepas, sanguchitos de todo tipo hasta con pretzel, pizzas, hamburguesas de costilla, birras artesanales, jugos, dulces intensos, coctelería de autor, vinos especiales y más. Cada stand desplegó lo mejor de su menú habitual y cada bocado, confirmó la declaración de amor por el oficio que crece en la provincia. Entre los stands comerciales se cruzaron ofertas literarias, maquillaje artístico, indumentaria vintage y nueva, videojuegos, antigüedades y más. La jornada fue mutando sin cortes ni interrupciones, renovando el público y cambiando las vivencias, con el mismo ímpetu recreativo. Los sintetizadores de Zencilia Ming fueron como una especie de aura psicodélica que marcaron la transición de tarde a noche. A esa altura, la multitud ya iba copando todos los rincones poco a poco. El parque se convirtió en un cruce de saludos, besos, abrazos, recomendaciones y espíritu de celebración. El fuego y las acrobacias iluminaron la noche con las destrezas de Valeria del Río y Juan Mendoza. Coreografías ígneas dibujadas en el aire mantuvieron en vilo a grandes y chicos. El rock tuvo a sus representantes con la aparición de Terraza Band que dejó en claro el poderío tanto musical como poético de la región. En los puestos de la Red Alimendar, la conciencia sobre el desperdicio cero volvió a ser un acto necesario y con sus mermeladas hechas con frutas recuperadas, proponen, en gestos cotidianos, otro modo de consumir, de producir, en definitiva de vivir. De 16 a 02 el tiempo se escurrió entre invitaciones entretenidas y estímulos constantes en el Brilla. Caramba y su cumbia encendida, regresaron como un clásico obligado del evento y la danza en multitud se volvió instinto. A cielo abierto, con viento a favor y bajo las luces cálidas, el ritmo festivo contagió y rompió la cuarta pared. En un momento destacado de la noche, Ofelia Cendra con su cápsula “Trashion” puso realmente el arte en tensión con el descarte. Con más de 10 artistas en escena, la icónica Cendra desplegó una performance que resignificó la moda con materiales descartados como nuevas formas estéticas. La propuesta más allá de lo creativo, buscó interpelar al espectador sobre lo descartable, y a tono con Alimendar, expandió la reflexión sobre nuestras maneras de consumir. Pasada la medianoche, Matías Méndez y Leo Rojas convirtieron la explanada en una nueva pista. Cada uno con su estilo, sus sets encendieron la público más tardero que vibró a la par. Con la madrugada pisando los talones, el Parque Paraguayo se convirtió en un club electrónico sin muros. Mientras tanto, las canillas seguían sirviendo y algunas sartenes y parrillas asando. Lo que para algunos eran los últimos suspiros de una noche, para otros significaba apenas un parate en una jornada laboral que se extendería varias horas más. Es que el Brilla se sostiene en base al trabajo incansable de un enorme grupo que no para de crecer. Brilla Sarita volvió a decir presente con el ímpetu de siempre, el pulso afinado como una feria que se consolidó genuinamente en la ciudad, con la fuerza de una comunidad en movimiento
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