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Concordia » El Heraldo
Fecha: 10/05/2025 15:53
Ya hemos hablado del rechazo de las provincias a la resolución del Congreso de Tucumán (que ahora funcionaba en Buenos Aires) de organizar la República bajo un sistema unitario. Ramírez junto con Artigas fijaron de entrada su posición federal en ese año 1819 en el que Rondeau se prepara con un ejército contra los “anarquistas” del litoral. Mientras tanto el Congreso, que como hemos dicho funcionaba ahora en Buenos Aires, bregaba por una “monarquía constitucional”, coronando al Príncipe de Luca, emparentado con una princesa portuguesa de Brasil. Esta traición era contraria al espíritu con el que se reunió el Congreso de Tucumán. De persistir en esa descabellada propuesta, la guerra era inevitable. El Directorio planeaba terminar con los levantamientos del Litoral. San Martín, como sabemos, se negó a concurrir al teatro de la lucha fratricida y expresó su genial pensamiento “mi sable no se desenvainará jamás por cuestiones políticas” Realmente el descredito del Directorio era palpable y termina de configurarse con la sublevación del Regimiento N° 1 “Cazadores de los Andes” acantonado en San Juan el 9 de enero de 1820 al mando del capitán Mariano Mendizábal. El 8 de enero también se había producido la sublevación de Arequito en el Ejército del Norte del General Belgrano, que por enfermedad de su jefe estaba a cargo del General Francisco de la Cruz. En un lugar situado a unas 18 leguas de Rosario y vivando a la Federación se sublevó el ejército al mando de Juan Bautista Bustos y José María Paz. El plan de Rondeau se esfumaba ya que no podría reunir un ejército tan poderoso como había planeado para someter al Litoral. Por lo tanto salió a campaña con la esperanza de ir incorporando milicianos por el camino. Francisco Ramírez comandaba toda la fuerza del Litoral, apoyado por la flotilla de Campbell, secundado por el gobernador de Santa Fe, Estanislao López, José Miguel Carrera también se incorporó a Ramirez con sus 500 hombres, todos indios ranqueles que le llamaban “Pichi Rey” El encuentro se produjo en la Cañada de Cepeda el 1° de febrero de 1820. Los jinetes gauchos cargaron vigorosamente a las fuerzas porteñas del Directorio dispersando con su empuje a la caballería enemiga que se puso en fuga. Rondeau se retiró del campo de batalla protegido por medio centenar de Dragones. El General Balcarce se refugió con la infantería detrás de unas carretas y luego se retiró a San Nicolás, al que se le permitió marcharse con los restos del ejército de Buenos Aires. Al enterarse del resultado del combate, la ciudad de Buenos Aires quedó aterrorizada ante el triunfo de Ramírez y febrilmente se prepara para enfrentarlo. Pusieron en pie de guerra dos ejércitos, uno para salir a campaña al mando del coronel Martín Rodríguez y otro para defender la ciudad mandado por Juan José Viamonte. Mientras tanto los federales seguían avanzando, previo envío de un ultimátum al Cabildo de Buenos Aires quien se había hecho cargo del gobierno, en el que le expresaba su invitación a poner fin a la guerra no deseada, pero ponía como condición, la disolución del Directorio y del Congreso y la unión de Buenos Aires a las demás Provincias. Mientras el coronel Manuel Antonio Urdinarrain salió para Buenos Aires con los pliegos, la imprenta de José Miguel Carrera desde el “Cuartel General en Marcha” enviaba la Proclama dirigida al pueblo de Buenos Aires señalando las causas que habían movilizado en armas a los pueblos del Litoral y exigían la disolución del Congreso y renuncia del Directorio. Enviado el ultimátum y lanzada la proclama, el ejercito del Litoral conducido por Ramírez siguió avanzando sobre Buenos Aires y tomando posiciones. El general Estanislao Soler, que se había hecho cargo de la defensa de la ciudad, firmó un armisticio provisorio con los jefes federales, anticipándoles la caída del Congreso y del Directorio y que así lo había comunicado a la población. El Excmo. Cabildo por Bando convocó a elecciones urgentes de gobernador y en ellas, resultó electo Manuel de Sarratea disponiéndose una reunión para el arribo a un tratado entre los gobernadores Sarratea, López y Ramírez. Así se firmó en la Capilla del Pilar el 23 de febrero de 1820 el Tratado de doce artículos que pasaría a la historia como Tratado del Pilar, considerado como el más importante de los “Pactos Preexistentes” que consagra los dos grandes principios del derecho público argentino: el sentimiento de unidad nacional y el respeto a las autonomías provinciales. De él se envió una copia al “Excmo. Sor. Capitán General de la Banda Oriental para que entable las relaciones que puedan convenir a la provincia a su mando, cuya incorporación a las demás federales se vería como un dichoso acontecimiento” Pero el Tratado del Pilar, también dibujaba el acta de defunción de Artigas como primera figura en la política del Río de la Plata. Si en cambio prefiguraba el encumbramiento de Francisco Ramírez y su influencia innegable. Dice Pérez Colman que la mácula original del Tratado fue haberse realizado sin la intervención que lógicamente competía al Protector de los Pueblos Libres. El historiador y ex magistrado Dr. Martín Ruiz Moreno defendió la actuación del entrerriano al obrar con independencia respecto al Protector de los Pueblos Libres, especialmente en un momento en el que la derrota de Artigas en Tacuarembó y la recia personalidad de Ramírez “que no era un subordinado cualquiera de Artigas” la concreción del Tratado del Pilar fue lo máximo a lo que se pudo llegar. Artigas reprobaba al Tratado y a Ramírez que no incluía la declaración de guerra a Portugal, que Artigas imponía como condición para celebrar un tratado de paz con Buenos Aires era de imposible concreción abrir otro frente. En la contestación de Ramírez a Artigas le expresa “¿Qué interés hay en hacer esa guerra ahora mismo y hacerla abiertamente? ¿Cuáles son sus fondos y cuales sus recursos? ¿Cuál es, en una palabra, su poder para repartir su atención y consolidar la libertad? ¿O cree Vuestra Señoría que por restituirle una Provincia que ha perdido han de exponerse todas las demás con inoportunidad? La situación no tenía solución pacífica y ambos lo sabían. Francisco Ramírez con su capacidad trazadora de estrategias y su naciente popularidad, trata de equilibrar el poderío militar que sin dudas Artigas posee. Ramirez ha recibido dos incorporacionesde peso, la de Gervasio Correa y la de Eusebio Hereñú. Artigas se mueve al frente de un contingente cercano a los 2.000 hombres hacia Gualeguay para enfrentar a Ramírez. El encuentro se produce en el Arroyo “Las Guachas” (afluente del Gualeguay) a las 4 de la tarde del 13 de junio de 1820. El combate fue cruento y violentísimo, sin ventajas apreciables para ninguno. Ramírez se retira hacia Paraná. En un parte enviado por Ramírez al comandante de Paraná don Rafael Peralta le dice que Artigas obtuvo ventajas en el combate, que no fueron significativos porque tuvo que dejarlo marcharse en retirada hacia Paraná donde sabía que Ramírez se iba a reforzar. Con los que se incorporaron en Paraná salió de nuevo a enfrentar a Artigas en las afueras de Paraná en el arroyo “Las Tunas”. Incorporó refuerzos que le aportaron el coronel Romualdo García y el Sargento Mayor Lucio Mansilla, 800 hombres de caballería, 200 infantes y 4 cañones. El 23 de junio, 10 días después de “Las Guachas” combatieron de nuevo, con una carga de caballería de Artigas con un ejército de 1.300 hombres. La artillería de Ramírez a cargo del capitán Francisco Pereira contuvo el empuje de la caballería artiguista, que era lo que esperaba Ramírez para lanzar su caballería sobre el enemigo que intentaba reagruparse y así derrota completamente a Artigas, iniciando la persecución de los dispersos durante varias horas hasta que comenzó a anochecer a las 7 de la tarde. Es evidente que con la llegada de la oscuridad se evitó el total aniquilamiento de las fuerzas artiguistas. De todos modos quedaron en poder de Ramírez muchos prisioneros, 2.000 caballos y 800 vacunos. Sin descansar Ramírez convocó a todos los que estuvieran en condiciones de tomar las armas para hacer salir a Artigas de la Provincia. Así comenzó la persecución y el 17 de julio se libró el combate de “Sauce de Luna” triunfando Ramírez una vez más. El 22 de julio el de ”Yuquerí Grande”, el de “Mocoretá” el 23 y el de “Avalos” el 24. Así lo llevó combatiendo sin tregua, ya que la popularidad de Artigas le permitiría armar un nuevo ejército con indios y adeptos, especialmente en Corrientes. La persecución implacable continuó hasta que Artigas con unos pocos hombres cruzó el Paraná y se asiló en el Paraguay donde el dictador Gaspar Rodríguez de Francia, lo apresó y mantuvo vigilado hasta su muerte 30 años después.
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