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Concordia » Entre Rios Ahora
Fecha: 08/05/2025 12:47
Los cardenales vuelven a la Capilla Sixtina para dos nuevas votaciones tras la pausa para el almuerzo en la residencia de Santa Marta. Previamente, a las 11.51, al filo del mediodía, la chimenea de la Santa Sede ha vuelto a emitir humo negro por segunda vez. Esto significa que los 133 cardenales que permanecen encerrados en la Capilla Sixtina por segundo día consecutivo no se han puesto de acuerdo. Llevan tres votaciones: una en la tarde del miércoles y dos en la mañana de este jueves. Unas 11.000 personas se han congregado en la plaza de San Pedro del Vaticano y su entorno para ver la fumata, que ha salido a las 11.51. El Las horas previstas para las fumatas, en principio, serían en torno a las 17.30 (que solo puede ser blanca, si ya hubiera papa en la primera votación de la tarde, pues en caso contrario no habría fumata) y a las 19.00. El principal perdedor de un cónclave que se alargue demasiado sería el favorito en las quinielas, Pietro Parolin. El francés Jean-Marc Aveline, el estadounidense Francis Robert Prevost o los italianos Matteo Zuppi y Gianbattista Pizzaballa son otros de los cardenales que suenan como papables. Este es el cónclave con más cardenales de la historia, un total de 133. La mayoría exigida es de dos tercios, que se redondea hacia arriba si la división sale con decimales. Es decir, será de 89 votos. Este número tan alto de apoyos necesarios, sin precedentes, es una de las razones por las que este cónclave se prevé más complicado y quizá más largo que los anteriores, de 2005 y 2013, que apenas duraron 24 horas y se resolvieron con cuatro y cinco votaciones respectivamente. La verdad es que por primera vez en décadas ha aparecido en las quinielas la posibilidad de un papa español. Y no solo con un candidato, sino con dos. Curiosamente, ambos son salesianos. El primero es Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat, natural de Almería, que emigró con su familia a Barcelona y estudió periodismo. Ha vivido durante décadas en Paraguay, muy afín a Francisco y sin pelos en la lengua, como se puede comprobar en la entrevista que le hicimos en EL PAÍS. El segundo es el asturiano Ángel Fernández Artime, de Luanco, hijo de pescador, que fue rector de los salesianos y en la actualidad es proprefecto del dicasterio para la Vida Religiosa. Además, aunque no sea papable como tal, el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, es considerado un gran elector, alguien que con su influencia mueve votos a favor de uno u otro candidato. Ningún cónclave en el último siglo (desde 1922) ha durado más de cinco días. De hecho, de los ocho celebrados en ese lapso, cuatro se han resuelto en tan solo dos jornadas. En el interior del Palacio Apostólico del Vaticano, junto a la Capilla Sixtina del Vaticano, se encuentra un pequeño habitáculo llamado la habitación de las lágrimas. Es el lugar donde el recién elegido papa se retira durante unos minutos inmediatamente después de su designación y de aceptar el cargo. Allí se viste por primera vez con la túnica papal blanca que ha sido preparada en tres tallas — pequeña, mediana y grande —, para que el elegido se ponga la que mejor le quede antes de salir al balcón de la basílica de San Pedro para presentarse al mundo. Esta sala se llama de las lágrimas por la reacción que se espera del nuevo papa, tanto por la emoción del momento, como por el peso de la responsabilidad del papel que está llamado a desempeñar. Las quinielas de papables son muy arriesgadas, y destinadas a ser ridículas en pocas horas, sobre todo si hay sorpresa. En los días previos se lanzan nombres, hay campañas a favor y en contra de candidatos, pero todo en medio de una gran confusión, porque a menudo hay ‘tapados’, que se protegen de la exposición pública. Con todo, los principales favoritos, según la prensa italiana y las fuentes vaticanas consultadas son los italianos Pietro Parolin, Matteo Zuppi y Pierbattista Pizzaballa; el estadounidense Francis Robert Prevost; los filipinos Luis Antonio Tagle y Pablo Virgilio David; el francés Jean-Marc Avelin. Probablemente varios de ellos recibirán paquetes de votos, pero no suficientes, y sin posibilidad de recabar más, así que acabarán cediendo a favor de otros candidatos más fuertes. Este es el juego que se desarrollará hoy. Las gaviotas se han convertido en un icono del cónclave porque se posan en la chimenea del tejado de la Capilla Sixtina a la que todo el mundo mira desde el miércoles por la tarde. Más allá de la anécdota, su presencia revela el problema real que suponen para quienes residen en Roma. El hábitat de estas aves suele ser marino pero, aunque la costa se encuentre a unos 40 kilómetros de Roma, han volado tierra adentro. Mientras miles de personas mantienen su mirada en esa chimenea, tanto desde la plaza de San Pedro del Vaticano como desde sus casas en todo el mundo a través de la retransmisión en directo, estos pájaros se posan y sobrevuelan ante ellos y las cámaras. Tanto que se han convertido en un símbolo de este cónclave, protagonizando infinidad de ‘memes’ en redes sociales que las muestran vestidas de púrpura o hasta con paramentos pontificios. Sin embargo, su presencia es mucho más engorrosa para los vecinos de Roma, donde proliferan en sus vertederos y en sus calles, no siempre limpias y lejos del litoral, cuadriplicándose en pocos años hasta alcanzar los 40.000 ejemplares, según algunas estimaciones. El Ayuntamiento de Roma, consciente de este problema, ha preparado cuatro millones de euros hasta 2026 para el control de las gaviotas. Asimismo, antes de su periodo de reproducción, entre enero y febrero, aconseja a la población romana cerrar “si es posible” espacios externos como balcones o terrazas con redes o plantas altas para crear “un efecto barrera” y disuasorio. La palabra cónclave proviene de la locución latina cum clave que significa literalmente “con llave”. Al inicio se usó para describir el encierro de los cardenales en un lugar hermético y seguro durante la elección de un nuevo Papa, para evitar influencias externas y asegurar que la decisión fuera tomada solo por ellos. Se llama así porque los cardenales eran “encerrados con llave”, literalmente, para asegurarse la privacidad, el aislamiento y la concentración necesarias en la elección papal. Esta tradición se remonta a la Edad Media y ha seguido siendo una práctica simbólica, aunque hoy en día los cardenales no están exactamente “encerrados” en una habitación con una llave física. La terminología se ha mantenido para hacer alusión a la esencia de esta asamblea electiva y de todo el proceso de elección papal y para representar la idea de una reunión protegida, en la que se toman decisiones en un entorno aislado y a salvo de influencias externas. La constitución Ubi periculum, que se aprobó con el Segundo Concilio de Lyon de 1274, establece el cónclave tal y como se desarrolla actualmente. Se legisló al respecto para asegurar una elección papal libre de interferencias externas y evitar periodos prolongados de sede vacante. La norma decía que los cardenales debían reunirse en un lugar cerrado, aislado del mundo exterior, donde llevarían una vida en común, centrándose exclusivamente en la elección del nuevo Papa, precepto que se ha mantenido hasta hoy. Fuente: El País
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