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» Diario Cordoba
Fecha: 08/05/2025 11:53
El político británico Nigel Farage. Con seis votos, seis míseros votos, Nigel Farage y su partido, Reform UK, ha propinado un mazazo al sistema político-electoral del Reino Unido. Por seis votos le ha ganado un escaño a los laboristas en las elecciones parciales celebradas días atrás. También ha conseguido la elección de cientos de concejales y la dirección del condado de Lincolnshire. El supuesto regreso de la política tradicional en el país después de la digestión del Brexit está en cuestión, pese a la mayoría absoluta que obtuvieron los laboristas –por llamarlos de alguna manera– hace menos de un año. Es decir, que empieza a cuestionarse el bipartidismo, espina dorsal durante más de siglo y medio de funcionamiento parlamentario. Se está abriendo camino una derecha ferozmente populista y patriotera que vende que el Brexit fue, simplemente, el primer paso. Y la lidera un individuo tosco, grosero, batallador y astuto, Nigel Farage. Farage –de bisabuelos alemanes– nació en una pequeña ciudad del condado de Kent en 1964. Su padre era corredor de bolsa y borracho, aunque no necesariamente por ese orden. Superó el alcoholismo y consiguió otro empleo donde hizo dinero, lo que le permitió a su hijo asistir a colegios privados notoriamente caros. Desde su adolescencia se identificó con el Partido Conservador. Era tan inglés en sus usos y costumbres que parecía una caricatura: desde el pastel de ruibarbo hasta la cerveza negra, desde el bombín invernal y los trajes claros pero con raya en verano hasta la práctica del criquet –se le da mal– y el rugby –todavía peor– y la vida de 'clubman'. Terminó en el Dulwich College, una escuela casi estrambóticamente cara y fundada por un actor, Edward Alleyn, en 1619. Ya por entonces, hacia 1980, a Farage le encantaba meterse con los profesores laboristas "y hasta comunistas" del claustro, e improvisaba discursetes y bromas fascistoides para encabronarlos. Se le daba bien. Le encantaba contradecir a los demás, reírse de ellos, escucharse a sí mismo. No está claro si Farage consiguió un título superior universitario. En 1982 aparece en la City de Londres y durante casi un cuarto de siglo tiene una brillante carrera como bróker en varias grandes firmas. Su temprano enamoramiento con los conservadores se rompió pronto y lo llevó a una larga travesía entre disparatadamente coherente o coherentemente disparatada. En 1989, por ejemplo, votó a los verdes. Tres años después se despidió para siempre de los tories, cuando "esa desgracia llamada John Major" firmó el Tratado de Maastricht. Después de pasar por un club de pirados que se autodenominaban la Liga Antifederalista, por fin fundó, con varios amigos y compañeros, el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) con un objetivo central: conseguir la convocatoria de un referéndum para salir de la Unión Europa. Durante los años noventa el UKIP era tratado en los medios de comunicación como un manicomio. El UKIP siempre tuvo dificultades con el sistema electoral inglés y en su mejor momento solo obtuvo un escaño. En el Parlamento Europeo –circunscripción nacional única– tenían más suerte: en 2014 recogieron 24 eurodiputados, uno de ellos, el propio Farage, cuyo partido terminó por arrastrar a Boris Johnson y a los conservadores al Brexit, en una obscena competición de mentiras demagógicas y promesas populistas. El UKIP se dividió en 2019. Parecía el fin de la carrera política de Farage. Y lo hubiera sido si laboristas y conservadores se tomaran en serio la crisis política, económica y social del Reino Unido. Como no lo han hecho, Farage tiene una oportunidad al frente de un nuevo partido, Reformar Reino Unido, con las pancartas que cabría esperar: reindustrialización del país, vínculo privilegiado con Estados Unidos, bajada de impuestos, combate 'manu militari' contra la inmigración. Objetivo: ser la primera fuerza en el espacio de la derecha y, con el apoyo resignado de los tories, convertir a Farage en primer ministro en 2029.
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