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» Elterritorio
Fecha: 06/05/2025 13:40
Mañana miércoles 7 de mayo comienza uno de los procesos más enigmáticos y simbólicos de la Iglesia, con 133 cardenales reunidos bajo completo aislamiento en la Capilla Sixtina martes 06 de mayo de 2025 | 8:06hs. El Cónclave que elegirá al sucesor de Papa Francisco está a punto de comenzar. Este miércoles 7 de mayo, a las 16:30, los cardenales se reunirán en la Capilla Sixtina para una de las ceremonias más importantes del Vaticano, la cual marcará el futuro de la Iglesia Católica. Tras una serie de estrictas medidas de aislamiento para garantizar la confidencialidad de las votaciones, los cardenales estarán bajo una disciplina rigurosa, sin acceso al exterior ni a dispositivos electrónicos. La fumata blanca que saldrá de la Capilla Sixtina cuando se logre la elección del nuevo Papa será el símbolo que marque el fin del Cónclave y el comienzo de un nuevo pontificado. A menos de 48 horas del inicio del cónclave que deberá elegir al sucesor del papa Francisco, dos cardenales argentinos que participarán de la elección admitieron que todavía no surgió entre los 133 electores un firme candidato que tenga posibilidades ciertas de alcanzar los dos tercios de los votos que se requieren. “Ya va a aparecer, ya va a aparecer”, dijo el cardenal Vicente Bocalik, arzobispo de Santiago del Estero al ser consultado sobre la detección de un candidato claro, mientras atravesaba a paso firme la Plaza de San Pedro. Bocalik venía der participar del último plenario de purpurados -el llamado preconclave- que debatió durante nueve días la situación de la Iglesia, sus desafíos y el perfil del nuevo papa. A su vez, otro de los argentinos electores, el cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba, coincidió con su compatriota. “Está todo abierto”, dijo también al retirarse del plenario, a la vez que sostuvo que no podía pronosticar si el cónclave iba a insumir poco tiempo como los dos últimos que demandaron dos días. O si por la falta de un claro candidato podía llegar a prolongarse. El cardenal Pietro Parolin -que hasta la muerte de Francisco era el Secretario de Estado del Vaticano- venía siendo el candidato más mencionado, pero se cree que, si bien en las primeras votaciones podría reunir el mayor número de sufragios, no alcanzaría los dos tercios y habría entonces que apuntar hacia otros que acaso no figuran en los pronósticos. La cantidad y diversidad de nacionalidades de los cardenales electores que participarán -que constituyen un récord para un cónclave- se mencionan entre las circunstancias que dificultan consolidar una candidatura. Como también el hecho de que el 80 % fueron creados por Francisco, 20 de ellos en diciembre pasado y muchos no se conocen entre sí. Puesto en números: entrarán a la Capilla Sixtina a votar esta vez 133 cardenales contra 105 del cónclave anterior cuando fue elegido Bergoglio pertenecientes a 71 países contra 63 del último. El crecimiento de ambas cosas tiene que ver con el deseo de Francisco de ocuparse de potenciar lo que llamaba las “periferias geográficas” de la Iglesia. Pero hay una cuestión de fondo. El colegio cardenalicio no está dividido solamente entre conservadores y progresistas como en el pasado, que a veces llevaban a neutralizarse porque ninguno de sus respectivos candidatos alcanzaba los dos tercios y entonces había que buscar uno de consenso como ocurrió con Juan Pablo II. Hoy hay un grupo mayoritario que quiere que el nuevo papa siga el espíritu de Francisco, pero sin sus osados cambios como la bendición a parejas hay; hay un segundo grupo que anhela un pontífice que sume más innovaciones y un tercero minoritario de perfil conservador que quiere una vuelta atrás. La eventual prolongación del cónclave por la falta de un claro candidato preocupa en el Vaticano porque consideran que ello será leído como una muestra de que la Iglesia está dividida. Aunque hay quienes creen que también se puede interpretar como que los cardenales están buscando el mejor candidato. Por otra parte, lo deseable para la Iglesia es que una vez que se perfile el candidato no trascienda hasta su votación y proclamación para que no sufra un desgaste. Más aún: los cardenales deben hacer antes de votar un juramento solemne de no contar nada de lo que ocurra en la Capilla Sixtina. No sólo los cardenales juran secreto. Este fin de semana lo hicieron tanto los eclesiásticos como laicos que asistirán a los electores y que fueron aprobados por el cardenal camarlengo y los tres cardenales asistentes, de acuerdo con la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis en su número 48. Tuvieron que jurar sobre el Evangelio y firmarlo, siendo el secreto a perpetuidad, a no ser que reciba permiso expresamente concedido por el nuevo pontífice o sus sucesores; además no podrán “grabar, escuchar o visualizar cualquier cosa que tenga lugar en la Ciudad del Vaticano durante el período electoral”. Entre ellos se contaron los médicos y enfermeras; los ascensoristas del Palacio Apostólico; el personal encargado de los servicios de comedor y limpieza; el personal de Floristería y Servicios Técnicos; los encargados de transportar a los electores desde la residencia de Santa Marta al Palacio Apostólico y el personal de seguridad.
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