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» El Santafesino
Fecha: 06/05/2025 03:20
La sobreexposición a las pantallas está generando preocupantes alteraciones en el cerebro de niños y adolescentes. Según expertos, tiene repercusiones en la salud emocional, el desarrollo físico y las funciones cognitivas de los niños, niñas y adolescentes. Facebook Twitter WhatsApp La Sociedad Argentina de Pediatría recomienda evitar el uso de pantallas antes de los 2 años de edad y limitar su uso en edades posteriores. Por su parte, la Asociación Española de Pediatría actualizó sus recomendaciones a fines de 2024, sugiriendo que el uso de dispositivos electrónicos comience recién a los 6 años de edad y se limite a una hora diaria entre los 6 y los 12 años de edad. En diálogo con la Mg. Liliana Olivieri, psicoterapeuta, autora de varios libros, y especializada en vínculos, afectividad y sexualidad, conversamos sobre el impacto de las pantallas, la problemática creciente del consumo de pornografía en adolescentes, y cómo hacer frente a estos desafíos dentro del contexto familiar y educativo. Prestar atención Muchos estudios avalan los efectos nocivos que puede tener el uso excesivo de dispositivos electrónicos: desde la fatiga visual, la disminución de la atención y la memoria, o la limitación del aprendizaje experiencial y la capacidad de asombro ante el contacto con la realidad. “Debería llamarnos la atención que algunos líderes que producen tecnología de expansión masiva y generan redes, han limitado el uso de pantallas en sus hijos. Basta escuchar a Bill Gates con sus reglas para su familia, o al creador de TIK TOK, limitando el uso de esta red para los suyos”, señaló Olivieri. Liliana, quien sostiene que la calidad de una vida está marcada por la calidad de los vínculos, remarca también que las pantallas pueden perturbar el buen desarrollo emocional y social, al suplantar el contacto humano por interacciones virtuales, que en ocasiones derivan en problemas de ensimismamiento y ostracismo. “La generación de adicciones y de trastornos de ansiedad, especialmente en niños y adolescentes, es otro problema alarmante, así como el sano desarrollo de la autoestima, que se ve afectado por la dinámica de las redes sociales, que los tornan más vulnerables a la aprobación de los demás”. Contenidos sensibles El uso indiscriminado de los dispositivos también deja abierta la puerta para que niños y adolescentes se expongan a contenidos inapropiados que pueden repercutir en su salud física y psíquica de distintos modos: “Se exponen a instrucciones que llevan a trastornos de la conducta alimentaria, distorsión de la sexualidad, sobreinformación, autodiagnóstico y grooming, entre otros”, detalló Olivieri. Un problema creciente es la proliferación de contenido pornográfico. La exposición suele comenzar en torno a los 10 años, y no se limita a los varones: “Existen estudios científicos que demuestran que las niñas están exponiéndose hoy en una medida significativa”, aseguró la psicoterapeuta. Además de afectar funciones ejecutivas del cerebro, el consumo de pornografía puede llevar a una disminución de la autoestima, depresión severa y neurosis, así como a cambios impredecibles de ánimo. Asimismo, puede distorsionar la percepción del sexo, desensibilizar sexualmente y generar adicción. Esto contribuye a la normalización y fomento de la violencia sexual, la cosificación de la mujer, el ciberacoso y la explotación. Lejos de minimizar este fenómeno, Olivieri remarcó que “en momentos clave del desarrollo neurofisiológico e integral, la pornografía impacta directamente en la idea errónea, escindida del amor, tendiente a la manipulación, la explotación y el uso de las personas”. Esto se acentúa en el adolescente, atravesado por el desarrollo puberal y otros factores relacionados, como la aceptación de su imagen corporal, el desarrollo de su personalidad, el descubrimiento de necesidades sexuales y el establecimiento de un sistema propio de valores en este ámbito. Límites saludables Ante un panorama tan desafiante, Olivieri, que trabaja como consultora familiar y cuenta con un máster en Educación Familiar, no duda en motivar a los padres a que se centren en lo positivo: “que pongan empeño en que sus hijos estudien y mucho, que hagan deporte regular si es posible grupal, que tengan buenos amigos, que respeten un sistema de permisos básico para una vida saludable, que estén atentos a su modo de divertirse, que los conozcan a fondo”. “Un niño y un adolescente que tiene una vida ocupada saludablemente, que tiene tiempo para aburrirse en el buen sentido, y que pasa tiempo con su familia ‘toma’ las suficientes vitaminas o vacunas emocionales para no estar pegado a la pantalla”. Convencida de la importancia de fomentar el diálogo sobre temas de sexualidad, sostiene que “muchos padres y docentes aún no se atreven, y una educación afectivo-sexual de calidad es la mejor promoción de la salud y la mejor prevención que podemos hacer con nuestros hijos”. “Hoy más que nunca, la educación y la crianza, no consisten en controlar ni ‘disciplinar’ negativamente a nuestros hijos y alumnos sino en acompañar, estar presentes de manera incondicional, invertir tiempo de calidad y también, por qué no, aprender a vivir para criar y educar. El amor incondicional, la empatía, la cercanía, los límites claros son necesarios”. Aprender para educar En la era de la información y la capacitación, los recursos para aprender a educar son sobreabundantes y a veces contrapuestos. ¿Cómo discernir cuáles son los más adecuados? “Los desafíos son muchos y hemos de aprender cuestiones prácticas de profesionales que tienen experiencia de vida, han estudiado estos temas y están al servicio de las familias. El mejor recurso para mí sigue siendo aprender para educar”, sostuvo la profesional. A su vez, aconseja dejarse acompañar por padres que compartan los mismos intereses y gestar redes de apoyo en las instituciones educativas. Con gran esperanza, sostiene que “se puede aprender, se pueden vencer limitaciones personales, todo eso se puede trabajar con alegría en pos de una vida mejor para nosotros y para nuestros hijos y alumnos”. Evento para profundizar Liliana Olivieri, junto a otros profesionales como Maritchu Seitún y Cristian Conen, disertará en el IV Congreso de Familia a realizarse los días 16 y 17 de mayo, en la sede Virgen de Guadalupe de la Universidad Católica de Santa Fe (Echagüe 7151). Está dirigido a familias, educadores, profesionales, agentes pastorales, estudiantes y a toda persona interesada en fortalecer los vínculos humanos desde una mirada integral. El congreso, organizado desde el Instituto para el Matrimonio y la Familia. Más información es inscripciones: correo matyfam@ucsf.edu.ar.
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