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Concordia » Diario Junio
Fecha: 04/05/2025 22:10
El bullying escolar es el maltrato continuado entre pares, mediante burlas, humillaciones, agresiones físicas o psicológicas (que suelen prolongarse en las redes sociales). Significa “tomar de punto” a un compañero, logrando el festejo de los observadores. Es preferible ese término al de “acoso”, que remite a la criminalización del fenómeno, como a su patologización y medicalización, cuando se trata, en realidad, de las formas que adquiere el lazo social entre adolescentes, como réplica de los modos violentos de los adultos. De la escenificación en el espacio escolar de las relaciones dominadas por el darwinismo social, donde el más fuerte domina y triunfa y el más débil perece, en la lucha por la vida. El bullying no es toda la violencia escolar, es un escalón más de la violencia social, que tiene una estructura piramidal, por la que el más duro somete al frágil (Frantz Fanon). Entendido así, no es un cuadro patológico, ni un delito, ni la única forma de la violencia. Hay un aspecto ideológico en responsabilizar a los jóvenes por el bullying, en atribuirles una violencia de la que los adultos pretenden sustraerse, porque los chicos son quienes cuestionan el orden de los adultos. Sin embargo, se trata de relaciones de maltrato que producen dolor en los afectados, dolor y violencia hacia afuera, en las reacciones explosivas de los agredidos, o hacia adentro, en forma de depresión, en las reacciones implosivas. Graves secuelas suceden al bullying. Esa violencia es parte de una cultura de la mortificación, y, al decir de Ulloa, una “encerrona trágica”, una situación de dos en la que la víctima depende de su verdugo para sobrevivir con un mínimo de dignidad, una situación dual, sin apelación a un tercero de la ley. Ese tercero que debe poner límites a la encerrona debe ser la escuela. Las escuelas deben intervenir impidiendo el bullying, no aceptarlo. Como dice Ana Campelo (Bullying y criminalización de la infancia: cómo intervenir desde un enfoque de derechos, Editorial Noveduc), se debe comprender antes de sancionar. ¿Por qué un niño necesita maltratar a otro? Desentrañar las causas y realizar intervenciones que ayuden a los chicos a tomar otras posiciones en sus vínculos. Intervenciones pedagógicas reparatorias, no castigos. El castigo produce dolor; la sanción debe apuntar a mejorar las relaciones, basadas en el respeto y la empatía, ayudar a los niños a comprender el sufrimiento que puede generar en el “otro” una palabra, una conducta, una actitud. Para eso hay que escuchar a los actores, los chicos, los padres, y comprender qué sucede en cada caso. El libro de Campelo describe una interesante viñeta para reflexionar: “Mire profesora, que esta es una zona muy peligrosa” —dice Tomás, más en tono de amenaza que de cuidado o advertencia— a Claudia, quien había iniciado recientemente las prácticas del profesorado en una escuela secundaria nocturna en un barrio de emergencia. “Gracias por avisarme, ¿me podrías acompañar hasta la parada de colectivo?”, fue su respuesta. A partir de ese momento, el joven, quien hasta entonces se había ganado el prestigio de sus compañeros a fuerza de maltratar a sus docentes, comienza a acompañarla. Pero no solo eso, también modifica su comportamiento en clase, se muestra interesado, pone mayor voluntad para hacer sus tareas, colabora con ella facilitándole que el resto del grupo no la interrumpa. Hubo una mirada que desidentificó al joven con la violencia, que lo reconoció como alguien que podía cuidar. El bullying, dice Campelo, es una búsqueda fallida de reconocimiento. Por eso necesita de un “público”, los compañeros que festejen la escena, para reconocerse como fuertes, líderes, divertidos. No es casual que suceda con más fuerza entre los 12 y los 15 años, una etapa en la que los chicos intentan construir una respuesta a la pregunta “¿Quién soy?”, al interrogante por la identidad. Por eso es importante ayudar a que la “tribuna” no aplauda estas escenas, más bien las cuestione. Para trabajar el bullying en la escuela propongo ver con los chicos del ciclo básico la película Wonder (Extraordinario), un adolescente que sufre bullying por las marcas de múltiples operaciones. Nos reunimos en ronda y compartimos las impresiones. En una ocasión, en el debate de la peli, surgió la idea de que todos “tenemos cosas buenas”, más allá de las apariencias. Así propuse que cada uno nombrara virtudes propias. Quienes se habían burlado de sus compañeros en la discusión no pudieron decir ninguna. En segunda instancia, los invité a señalar aspectos positivos de sus compañeros. Todos pudieron decir cosas buenas de sus agresores, quienes se vieron gratamente sorprendidos por los elogios. En el abordaje del bullying en las escuelas introduzco, además de los talleres con docentes, el trabajo con grupos de padres. Se trata de reflexionar sobre la transmisión de los valores por parte de los adultos, los que los chicos finalmente pondrán en escena en las relaciones con sus pares. Se trata de repensar cómo nos relacionamos, de revisar los vínculos que construimos y de apostar a desnaturalizarlos, proponiendo otros lazos basados en el buen trato, la empatía y el “miramiento amoroso con interés” (Ulloa), en el respeto por el semejante, en la diversidad y la singularidad.
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