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» Diario Cordoba
Fecha: 03/05/2025 11:50
Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde, el inmortal Oscar Wilde, nació en Dublín el 16 de octubre de 1854. En la magna biografía de Richard Ellmann sobre el genio irlandés se señala que «Oscar Wilde aparece por primera vez para nosotros como ser capaz de expresarse en forma coherente en 1868, cuando tenía trece años, en una carta que escribió a su madre desde la escuela». Educado en la Portora Royal School de Dublín, el Eton de Irlanda. Los años de escuela le proporcionaron una sólida base sobre la que asentar su talento innato. En esa carta aparece ya el dandi que siempre fue. Era un niño precoz con un fortísimo hábito lector. Podía leer una novela en tres volúmenes en media hora. Y era capaz de hacer un resumen exacto de la trama. En sus últimos años en Portora traducía a Tucídides, Platón y Virgilio. Las obras clásicas entusiasmaban al Wilde niño. Según su profesor, J.F. Davies en un examen oral sobre la obra Agamenón de Esquilo Wilde «dejó muy atrás» a sus compañeros. De Portora pasó al Trinity College de Dublín. En el Trinity Wilde cambió notablemente: se convirtió en un esteta. También avanzó en sus estudios clásicos hasta llegar a la excelencia. En 1873 Wilde consigue una de las diez becas otorgadas por la fundación y gana la medalla de oro Berkeley de griego con la mejor puntuación en un examen competitivo sobre los Poetas cómicos griegos de Meineke. Y de allí a la nueva Atenas: Oxford. De Oxford decía Wilde que era «Lo más bello de Inglaterra». En efecto, Oxford, por aquel entonces, estaba en su apogeo: «El aire peculiar de Oxford, el aire de libertad para ocuparse de cuestiones intelectuales, asegurado y afianzado por la maquinaria, que es en sí misma una satisfacción para los sentidos». Para Wilde el tiempo pasado en Oxford fue «el tiempo más florido de su vida». La fascinación por Grecia y Roma seguían aumentando. En el verano de 1857 viajó a Italia: sus primeros contactos admirando la pintura italiana. No sospechaba que algún día volvería en los últimos días felices de su vida a ver el sol de Italia. Primeras obras Esos años cristalizarían pronto en sus primeras obras. Escribe su poema ‘San Miniato’ mientras elogia a fra Angélico entre ruiseñores, adelfas y mirtos. Wilde vuelve a Oxford transformado con su corazón lleno de religión y amor. El mismo que conservará hasta sus últimas obras, cuando caído en desgracia escribe ‘De profundis’. Pero en Oxford Wilde aprende también la ética de trabajo victoriana, una ética que nunca lo abandonará. El fenómeno Wilde empezó a crecer. Al principio sin el respaldo de una obra coherente. La actriz polaca Helen Modjeska lo expresa con perplejidad: «¿Qué ha hecho este joven que una se lo encuentra en todas partes? ¡Oh, sí, habla muy bien, pero ¿qué ha hecho? No ha escrito nada, no canta, no pinta, no actúa; no hace más que hablar. No lo comprendo». En efecto, en el año 1879 Wilde no era conocido. Wilde publica su libro de poemas ‘Poems’ en 1881, sufragando de su bolsillo la edición. Fue su primer éxito: hubo tres ediciones americanas en 1881 y dos reimpresiones en Inglaterra en 1882. Poco a poco se va reforzando la imagen de Wilde como ‘poète maudit’ . Wilde es invitado a los estados Unidos para hacer una gira de cincuenta lecturas y allí se revela el genio del escritor. El 9 de enero dio su conferencia en el Chickering Hall de Nueva York y las entradas se agotaron con una recaudación de 1.211 dólares. Volvería a Nueva York en 1883 a bordo del vapor Britannic para la presentación de su obra de teatro: ‘Vera o los nihillistas’. Solo cinco años después de haber estado en la cumbre de la literatura mundial moría en París en un pequeño hotel Ya nada pudo parar su genio. Su vida familiar es idílica. Se casa con Constance en 1884 y nace su primer hijo, Ciryl, en 1884. De ahí a 1895 su carrera literaria es brillante y exitosa: en 1888 se publica ‘El príncipe feliz y otros cuentos’; en 1890, ‘El retrato de Dorian Grey’; en 1891, ‘Intentions’, libro de ensayos que incluye ‘La decadencia de la mentira’ y ‘El crítico como artista’. Y se publican los libros de relatos y cuentos: ‘El crimen de Lord Arthur Savile y otros cuentos’ y ‘Una casa de granada’; éxitos que culmina de forma grandiosa en 1895 con El 3 de enero, en el Theatre Royal del Haymarket, el estreno de la obra de teatro ‘Un marido ideal’ y ‘La importancia de llamarse Ernesto’. Pero el éxito suscita la envidia de los dioses… Relaciones Richard Ellmann dice «Wilde quería una pasión devoradora: la tuvo y lo devoró». En efecto, en la primavera de 1892, la relación con el joven Lord Alfred Douglas, que hasta entonces había sido superficial, se intensificó. Una carta indiscreta que el abogado de Wilde resolvió con el pago de 100 libras hizo que Douglas y Wilde se acercaran. Era el inicio de un chantaje permanente por parte de un ser malvado, Bosie, un verdadero Dorian Grey. De hecho, ‘El retrato de Dorian Grey’ fue el primer libro que Wilde regaló a Douglas. La historia posterior es de todos conocida. El chantaje culminó con la caída de Wilde y su estancia en prisión desde 1895 a 1897. La desgracia de Wilde había llegado de forma repentina. Su caída fue dolorosa por lo alto que el escritor había llegado. Como Ícaro llegó casi a tocar el sol. El 30 de noviembre del año 1900, solo cinco años después de haber estado en la cumbre de la literatura mundial, moría en París, en un pequeño hotel, acompañado tan solo de sus fieles amigos Ross y Turner. Douglas presidió el entierro del poeta el 3 de diciembre con una lápida con la inscripción del Libro de Job «A mis palabras no osaron agregar nada, y mi discurso cayó sobre ellos». El gigante había visto, por fin, al niño en el jardín. LA SEGUNDA CAÍDA DEL AUTOR El 28 de agosto de 1897, en la localidad francesa de Ruán, tuvo lugar un encuentro fatídico que supuso la segunda caída de Óscar Wilde, el genio irlandés. De nuevo él y Lord Alfred Douglas enredados en su tortuosa historia. Contra la opinión de sus amigos como Ross o Sherard, Wilde —que ahora se hacía llamar Sebastián Melmoth— no pudo evitar verse con quien había sido su perdición. En ese momento de su vida todos los que él creía le eran fieles le habían fallado: su mujer, Constance, la mayoría de sus amigos… bajo su punto de vista el único que quería volver a verle era Bosie, el único que le hacía soñar con el amor y los bellos días bajo el sol que estaba por venir en Nápoles. En la estación de tren de Ruán, Wilde lloró como un niño. Cogidos de la mano, dieron un largo paseo caminando del brazo. Fue en ese momento cuando surgió la idea de ir juntos a Nápoles, de pasear como lo hacían ahora que Wilde estaba libre de la cárcel, bajo el sol de Italia, la Italia soñada de las bellas esculturas de mármol, de los atardeceres cálidos y de las siestas en los trigales. «Todo el mundo está furioso conmigo por volver contigo, pero ellos no nos comprenden. Siento que solo contigo puedo hacer algo. Rehace mi vida arruinada para mí, y entonces nuestra amistad y amor tendrá un significado diferente para el mundo». El gigante había visitado al ogro de Cornualles y pretendía volver a su jardín en un viaje que, como en el cuento, le llevaría a la muerte. Suscríbete para seguir leyendo
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