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  • Los rosarinos Hijos de Buda evocan el ritual del jazz manouche

    » La Capital

    Fecha: 02/05/2025 10:10

    Hijos de Buda es una banda extraordinaria. El adjetivo no sólo refiere a la calidad de sus músicos sino también al elemento excepcional de su propuesta: el jazz manouche, un estilo nacido en Europa vinculado a las comunidades gitanas. Casi un siglo después de su aparición en Francia, tiene representantes en Rosario. En esta oportunidad, el sexteto presenta su película musical “Bienvenidos” con un concierto muy especial este sábado 3 de mayo, a las 21, en el Gran Salón de Plataforma Lavardén (Mendoza 1085) Para el show del sábado, la banda se propone tocar en ronda, con la gente alrededor, evocando concretamente el espíritu ritual de la música, y la liturgia de esta música en particular. Los Buda revisitan las obras cumbres de uno de los máximos referentes del género, Django Reinhardt, pero ese repertorio no es más que un punto de partida cuyos márgenes se amplían buceando el mundo del vals musette italiano o el choro brasileño. Un viaje sonoro en el tiempo y el espacio que no requiere más preparación que la curiosidad del espectador. En ese sentido, “Bienvenidos” (grabado en La Casona) busca funcionar como un registro audiovisual que evidencia algo de lo que sucede en los conciertos, que ellos mismos definen como eventos multifacéticos, donde hay lugar para la intimidad, la improvisación y también la fiesta. Los Buda le dan un sentido profundo a la idea del “vivo” y por eso eligieron que su primera grabación fuera de esta manera y no en un estudio. Hay algo esencial, irreproducible, que ocurre durante los shows y que sólo queda experimentar. Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Hijos De Buda (@hijos.de.buda) >> Leer más: Mariano Ruggieri: el jazz de sutilezas que apuesta al vuelo propio Antes de su presentación en Lavardén, La Capital habló con Pablo Galimberti, violinista del grupo, sobre la gesta de la propuesta y el presente de la banda. ¿Cómo surge este proyecto y cuál es el vínculo de ustedes con este género? El proyecto nace en el año 2012 por iniciativa de dos de los integrantes actuales del grupo (Seba Teglia y Julián Cicerchia), particularmente para tocar la música del gran Django Reinhardt. Es una música que si bien en un principio es fácil de escuchar, y por consiguiente da la sensación de que su lenguaje es simple, a medida que uno comienza a estudiarla aparece su complejidad. Comenzamos a estudiar a otros grandes nombres como Stéphane Grappelli u Oscar Aleman (este último compatriota nuestro) y otros géneros también, como la música brasilera, el vals musette y algunas canciones napolitanas. También el grupo mutó hacia la formación actual, agregando violín y acordeón en la sección de solistas, y otra guitarra rítmica y contrabajo como base; pero siempre tratamos de respetar la esencia del grupo, que es la tradición gitana de sentarse en ronda y tocar, zapar, improvisar, y a partir de ahí ir armando la música y los arreglos. ¿Qué creen que tiene el Jazz Manouche para gustarle a un público local no familiarizado con el género? Como comentaba antes, es una música fácil de escuchar y de entender. Tiene mucho swing, y las frases son muy musicales. Se trata siempre de crear melodías simples pero sublimes. Es generalmente transparente, se deja ver de qué esta hecha, jamás peca de esnobista. Visto en vivo, se puede ver fácilmente la conexión que se genera entre los músicos para poder dialogar con los solos y las respuestas. No hace falta conocer el lenguaje para notar que es una conversación, a veces florida y luminosa, a veces oscura y pesada. En nuestro grupo particular, tenemos gran variedad de estilos, hay canciones cantadas aunque la mayoría son instrumentales y una alternancia entre temas lentos y rápidos para que el show tenga sus climas y poder contagiar la alegría que nos da lo que hacemos. Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Hijos De Buda (@hijos.de.buda) >> Leer más: La banda rosarina Suave Lomito presenta su primer disco "Sortija" En su propuesta, hay fusión con otros géneros de otras latitudes. ¿Cuál es la búsqueda de la banda en ese sentido? La música que nos gusta generalmente reúne las mismas condiciones. En primer lugar tiene que haber un espacio para la diversión propia. Buscamos música en donde haya lugar para improvisar y donde se arme bien esto de compartir la música entre nosotros, como en las zapadas, aunque más organizado. Por otro lado, tratamos de buscar temas desafiantes, en donde se pueda hacer uso de la "acrobacia", ya sea en las frases rápidas y virtuosas, o en melodías profundas y tensionadas, que a veces parece imposible su resolución. La idea por momentos es que uno camina por la cuerda floja como un malabarista pero a su vez tiene que cuidar la belleza de lo que está sucediendo, que como el acróbata, tiene que cuidar de no caer. Hay un tercer caso que son los temas propios: aquí generalmente buscamos más lo artesanal, es decir vamos puliendo entre todos el objeto, en este caso la música, cada uno aporta su "arreglo", o su idea musical hasta un día decidimos que está listo, y tratamos, sin demasiado éxito, de tocarlo siempre igual. Están presentando un registro audiovisual. ¿Por qué les pareció importante compartir su música y su propuesta en este formato? ¿Cómo fue la producción de "Bienvenidos"? Hijos de Buda tocó mucho el año pasado en La Casona, que es un centro cultural del centro de nuestra ciudad que nos acobija cada vez que queremos "despuntar el vicio" de tocar en público, algo que para la salud del grupo es importante hacer con bastante frecuencia. El ambiente que se da en ese lugar, tanto por la arquitectura muy particular del lugar como por la gente de allí, hace que el grupo suene diferente que en otros lugares. Nos pareció muy importante tratar de plasmar eso que sucedía en los conciertos y por eso, en lugar de grabar un disco en el estudio, decidimos que lo mejor era tratar de captar con el lente y el micrófono lo que sucede allí. Creo que lo logramos, con el agregado de que se convirtió en una obra cinematográfica, quizás modesta, pero con sus tiempos y lenguajes propios. Aunque es bueno aclarar que la pantalla siempre nos devolverá algo incompleto de lo que realmente sucede cuando tocamos, ya que para que se complete es necesario que nuestros interlocutores, el público, estén presentes de cuerpo y alma.

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