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  • Diálogo con la muerte

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 01/05/2025 23:34

    Max Horkheimer fue uno de los fundadores de la escuela de filosofía crítica de Frankfurt. En un trabajo sobre el pesimismo considera a Schopenhauer "un filósofo increíble" y reseña las posturas de diversos pensadores ante la muerte. Empieza con Hegesias de Cirene, un epicúreo que vivió tres siglos antes de nuestra era. Hegesias concluyó que ante la vida la mejor respuesta era el suicidio, que consideraba placentero. Horkheimer nota que la presión del poder sobre las mentes era tan significativa que hasta el siglo XIX e incluso el XX, que quien no creía en dios antes que ateo no estaba bien de la cabeza, era incomprensible. En el siglo XVII, cuando Benito Spinoza fue excomulgado a los 23 años de la sinagoga de Amsterdam, para tener alguna inserción social debió abrazar el cristianismo, como había hecho antes su correligionario Uriel da Costa con resultados trágicos. Pero contra lo esperado, se limitó a decir que la expulsión de la colectividad no le impediría nada de lo que pensaba hacer y permaneció como un hombre sin religión, como una anomalía. Los filósofos que por una u otra razón coincidieron con Hegesias en la valoración de la vida son muchos, entre ellos Séneca, nativo de Hispania. Acusado por Nerón de conspiración, decidió abrirse las venas. Falló y decidió beber cicuta; pero tampoco obtuvo el resultado esperado, que logró al final ahogándose en una bañera, ayudado por el asma que padecía. El filósofo anarquista francés Jorge Palante fue incapaz de aceptar la vida como se le ofrecía. Vio que la sociedad era tan tiránica y constrictiva como el Estado contra el que luchaba. Víctima además de varias dolencias, una invalidante, en 1925 se disparó un balazo en la boca. El vienés Carlo Michelstaedter decidió vivir solo 23 años, entre 1887 y 1910. Para él, todos estamos sometidos a un dolor sordo, continuo y mesurado, que brota incesantemente por debajo de todas las cosas. El ser humano transita su particular infierno, a pesar de no ser consciente de ello al estar inducido a actuar por la incesante e incansable fuerza del deseo. La muerte entonces es un tema recurrente de la filosofía y del arte, es parte de la experiencia humana, tanto más presente cuando más se pretende olvidarla, maquillarla o enviarla a un futuro tan lejano como sea posible. El taoísmo, la doctrina perenne más representativa del genio chino antiguo, tiene también en cuenta, y de manera central, la relación entre la vida y la muerte, consideradas ambas como hechos naturales que merecen la misma respuesta, o mejor como dos caras de la misma realidad, aspectos de los cambios que acontecen en el universo a los seres sujetos al devenir. El libro de Chuang Tse, escrito unos 300 años antes de nuestra era recogiendo conocimientos mucho más antiguos, contiene un apólogo que bajo su aspecto sencillo y humorístico ofrece una interpretación profunda que en algunos aspectos va más lejos que las lineales del pensamiento occidental. Chuang Tse trata a una calavera sin ceremonias, pero no es mera irreverencia sino la desconcertante naturalidad taoísta, sin temor frente a lo que consideramos temible o sagrado. Cuando Chuang Tse fue al estado de Chu, que abarcaba buena parte de la China actual, vio en el suelo una calavera vacía. La dio vuelta con la fusta del caballo y le preguntó: "¿Has perdido la razón por tu voracidad en la vida y por esto estás así?" "¿O estás así por el acontecimiento de la destrucción de tu reino? ¿O fuiste ajusticiada por un hacha? ¿O estás así por un comportamiento indigno, algo malo que hizo que abandonaras, avergonzado, padre, madre, esposa e hijos? ¿O estás así por haber sufrido hambre o frío? ¿O estás así a causa de tus primaveras y otoños?" (de tu edad) Terminó de hablar y se durmió, usando la calavera como almohada. En sueños vio que la calavera le decía: "Por lo que dices, pareces un discutidor. Se ve por tus palabras que refieres todo a las fatigas de la vida, pero los muertos no las padecemos. ¿Desearías escuchar un discurso sobre la muerte?" "Por supuesto", contestó Chuang Tse La calavera dijo: "Los muertos no tienen un gobernante encima de ellos ni tienen gobernados debajo de ellos. No existe tampoco lo referido a las cuatro estaciones, estás a gusto como si tuvieras las primaveras y otoños del Cielo y la Tierra. Aun un rey que mira, feliz, hacia el Sur, no puede superar esto." (mirar al Sur en el taoísmo es buscar la armonía y la conexión con el Tao) Chuang Tse, sin creerle, le dijo: "Si yo hiciera que el Conductor del destino te devolviera la forma de un ser vivo, dándote huesos, carne, músculos y piel, devolviéndote a tu padre, madre, esposa e hijos, en tu aldea, ¿desearías esto?" La calavera, frunciendo el entrecejo profundamente dijo: "¿Cómo podría abandonar las alegrías de un rey que mira hacia el Sur por los trabajos en el ámbito humano?" Se ve de inmediato, que a diferencia de los filósofos occidentales citados antes, para Chuang Tse la distancia entre la vida y la muerte es menor y de otra índole. Se puede interrogar a la muerte con franqueza, dudando quizá si el cese de la vida implica o no el pasaje a algo peor. Chuang Tse está en el mundo de los vivos y la calavera en el de los muertos; pero en sueños, Chuang Tse se aproxima al estado intermedio y la calavera vive y habla. ¿Cuál es entonces la naturaleza de la consciencia y cuál la diferencia entre mundos que nos representamos como separados y distantes? La calavera no quiere volver a una vida donde tendrá gobernantes que obedecer o gobernados que mandar, es libre en un mundo sin jerarquías. No quiere regresar a los pesados y torpes miembros humanos, a las molestias corporales mientras goza de un mundo que no alcanzan ni los emperadores mirando al Sur. No busca la armonía porque está en ella. De la Redacción de AIM

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