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  • El Barcelona explora los límites de la cordura y empata contra el Inter

    » Diario Cordoba

    Fecha: 30/04/2025 22:56

    Los corazones, en realidad, nunca se rompen. Pero sí se paran. Nunca lo hace el del Barça de Flick, que prefiere vivir en una arritmia sin fin y ver hasta dónde le alcanza. Frente a ese Inter de Inzaghi tan perturbador como se esperaba, volvieron los azulgrana a explorar las fronteras de la cordura, sin importarles que aún era el partido de semifinales de la Champions, con la vuelta a disputar el martes en Milán. Encajó tres goles el Barcelona por culpa de un viejo enemigo, Dumfries, y respondió marcando otros tres en una noche en que mezcló lo mejor y lo peor de una propuesta que, admitámoslo, es adictiva. Perder el miedo en el barrio te prepara para las hostias, sobre todo, las de la herencia social, que son las que más duelen. Lamine Yamal, que se tiñe de rubio y se acartona el pelo porque, qué narices, tiene derecho a ser loco y adolescente, da igual el orden, decía en la víspera que puede venir lo que sea, que él ya perdió el miedo en un parque de Mataró. Por eso, cuando alza la cabeza y se pone a jugar, no tiene que preocuparse por que le miren. Nació sintiéndose observado. Es libre para desarrollar su talento y firmar obras de arte como la completada en el primer acto ante el Inter. Exhibición Caía el Barça 0-2 cuando sólo se habían jugado 21 minutos. Una ventaja imposible de levantar ante un equipo tan rocoso, tan sacrificado, tan serio y tan italiano como el Inter, que dirían los axiomas del fútbol. Por eso la exhibición en ese tramo de Lamine Yamal adquiere tanto valor, porque corrompe los relatos de siempre para escribir uno propio con un desenlace y una conclusión que sólo él sabe. Lamine, que había inquietado a la hinchada de Montjuïc al retirarse antes de tiempo del calentamiento y ponerse Fermín a calentar por si las moscas, demostró que estaba como un tiro. Y que, a sus 17 años, pero con 100 partidos a sus espaldas como azulgrana, sería él quien levantara al Barça y sentara un rato a un Inter que había marcado dos goles en dos disparos. En el primero, a los 30 segundos, Marcus Thuram anotó de tacón aprovechando un resbalón de Iñigo Martínez; en el segundo, Acerbi ganó el duelo a Gerard Martín en un córner para que Dumfries ejerciera de acróbata sin que Olmo, discreto, se acercara demasiado al remate aéreo del carrilero. Dimarco tiembla Lamine Yamal se puso a agitar las manos. Y a reclamar a sus compañeros que lo miraran, que él se encargaría del resto. No les falló. Dimarco, su tatuado defensor, se puso a temblar. El chispazo que necesitaba el Barça lo provocó Lamine con un gol que daba sentido al fútbol como espectáculo de masas. Agarró una pelota en una de aquellas zonas en las que nada acostumbra a ocurrir. Pero él es diferente. Se centró, avanzó, se encontró rodeado por cinco rivales y, en vez de agobiarse o pararse a pensar en el próximo movimiento, enroscó la pelota hacia la red. El veterano Sommer se quedó de piedra, y Montjuïc entró en combustión. Los siguientes 10 minutos de Lamine Yamal fueron una pesadilla para Dimarco. El defensor no se rendía, no cambiaba el gesto y agachaba el cogote como si estuviera preparado para ganarle el duelo al delantero de Rocafonda. Pero éste respondía acelerando, escondiéndole la pelota, y haciéndole caer al suelo en la línea de fondo con un recorte como si jugara con un capote en los tobillos. Sommer puso las manos y llevó la pelota al larguero. Efervescencia En plena efervescencia, Ferran Torres, que había amanecido con dos buenos disparos que no alcanzaron su objetivo, acabó tomando el empate después de que Pedri encontrara a Raphinha en el segundo palo y éste descolgara para el remate franco del orgulloso sustituto de Lewandowski. Las lesiones antes del descanso de Koundé, el héroe de la Copa, y Lautaro, la bandera del Inter, llevaron el partido a una tregua, sobre todo psicológica. Flick rehízo a su equipo colocando a Eric García de lateral derecho, y después a Iñigo Martínez en la orilla contraria, incrustando así a Araujo en el eje de una defensa de cuatro centrales. Y aquello se convirtió en un intercambio de golpes en que Dumfries ganó otra vez la partida a Olmo –que mandó a pastar a Flick cuando lo cambió– y a Raphinha marcar el empate definitivo con ayuda de Sommer y después de que Lamine engañara a todos dejando pasar la pelota. Después de que a Mkhitaryan le anularan un gol por fuera de juego, Lamine volvió a intentarlo con el larguero otra vez como última frontera. Raphinha devolvió la juventud a Sommer. Y el Barça anocheció atacando como si no hubiera mañana. Como si la vida hubiera que devorarla cada noche. Nunca hay que fiarse de aquellos que dicen que siempre sale el sol.

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