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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 30/04/2025 10:55
El homenaje a Mario Vargas Llosa destacó su legado como figura esencial del boom latinoamericano Le explicaron que en Argentina era complicado decir “coger el toro por las astas”. Se quedó sin voz cuando ganó el Nobel de Literatura. Creía que su padre estaba muerto pero un día... Cosas como esas, y muchas más, se narraron este martes en uno de los actos que más expectativa suscitaba en la 49.ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos: era el homenaje a Mario Vargas Llosa, el último escritor del boom latinoamericano, que falleció a pocos días de la inauguración del evento literario más importante del país. La Feria del Libro de Buenos Aires más de una vez lo tuvo como protagonista, en presentaciones y hasta en controversias. Este martes, desde otro plano, volvió a ser el centro de la escena. Allí estuvieron el periodista, editor y escritor español Juan Cruz Ruiz, el periodista y escritor argentino Jorge Fernández Díaz y el periodista y escritor peruano Raul Tola. Con entusiasmo y emoción se reunieron para darle uno más de los tantos adioses que está recibiendo el prolífico escritor. Tras una breve y emotiva presentación a cargo del secretario de Cultura de la Fundación El Libro, Alejandro Vaccaro, en una sala llena, que desde una hora antes de iniciar el acto de homenaje albergaba a una audiencia expectante y ansiosa por celebrar al escritor, se dio inicio al evento. Conmovido, Vaccaro señalaba que era un verdadero honor que hubiera sido mejor que no ocurriera, porque hoy se estaba celebrando la partida de Mario Vargas Llosa. “Celebrando en el sentido del reconocimiento, de rendirnos a sus pies, porque se trata uno de los más grandes escritores de nuestra lengua”. Recordó que comenzó a leer a Vargas Llosa a comienzos de los años 60, cuando publicó su primera novela, La ciudad de los perros, y a partir de ese momento, fue esperando la salida de sus nuevos libros, hasta Le dedico mi silencio, siempre “con esa esperanza y con esa alegría de volver a leerlo”. Alejandro Vaccaro, secretario de Cultura de la Fundación El Libro, recordó su vínculo con Mario Vargas Llosa Antes de cederles la palabra a los panelistas, indicó que habían convocado para que estén presentes en este acto a Patricia Vargas Llosa, esposa de Mario, y a Álvaro Vargas Llosa, su hijo, que están en Buenos Aires, con gran cantidad de actividades y todavía muy afectados por este reciente suceso, y que un rato antes del homenaje solicitaron que los dispensaran por no estar presentes. Jorge Fernández Díaz fue quien rompió el hielo. A Vargas Llosa Buenos Aires le parecía una de las ciudades más literarias y entrañables del mundo, comenzó Fernández Díaz. Y contó que desde su infancia comenzó a leer revistas como Billiken, mientras sus padres también recibían publicaciones argentinas como Para ti y Leoplan. “Luego, a los 17 años, ya con la vocación decidida y firme, evaluó si debía desarrollarse como escritor en Buenos Aires o en París: a Vargas Llosa, como a casi cualquier latinoamericano ilustrado de entonces, esos dos destinos le parecían parejamente míticos, prestigiosos y estimulantes. Eligió París, pero siempre mantuvo un ojo en ‘la ciudad junto al río de color león’”. En París, Vargas Llosa cultivó una estrecha amistad con Julio Cortázar, quien lo introdujo en experiencias culturales inolvidables. Sin embargo, tuvieron diferencias políticas. Pese a ello, ambos mantuvieron un afecto mutuo y gran admiración artística hasta la muerte de Cortázar, a quien no dejaba de elogiar, cuenta Fernández Díaz. Jorge Fernández Díaz resaltó la influencia argentina en la visión de Vargas Llosa sobre América Latina Con Jorge Luis Borges, relata, su relación fue más tensa. Durante una visita a Buenos Aires, Vargas Llosa cuestionó las humildes condiciones en las que el autor vivía, iniciando un intercambio anecdótico que incluyó encuentros posteriores en Perú. Pero con quien Vargas Llosa desarrolló una gran amistad, dice Jorge Fernández Díaz, fue con Gerardo Bongiovani, quien organizó varias de sus visitas al país. Juntos fundaron en 2002 la Fundación Internacional de la Libertad, lo que marcó una etapa de mayor compromiso intelectual y político. Durante esos años escribió críticas elogiosas hacia autores argentinos como Tomás Eloy Martínez. En otro plano, su relación con el ensayista Juan José Sebreli estuvo marcada por debates acalorados sobre literatura, como la relevancia de Rayuela de Cortázar, discusiones que resultaron en una amistad intelectual perdurable. La última vez que se vieron personalmente Vargas Llosa y Fernández Díaz fue durante la pospandemia, “cuando luego de caer enfermo de gravedad y de haberse recuperado contra todo pronóstico de un COVID, llegó un tanto maltrecho a Buenos Aires. En poco tiempo había envejecido mucho y su coquetería le impedía utilizar audífonos, con lo que estaba un poco desconectado. Lo habíamos visto tantas veces alto, elegante, gallardo, con una valentía física impresionante y una lucidez tan socarrona e implacable que encontrarlo tan disminuido y desconcertado nos impresionó a todos”. Recuerda que conversaron de América Latina y que le confesó “haberla descubierto verdaderamente en París”. Raúl Tola (en el centro) recordó al escritor como un maestro que inspiró a generaciones en toda América Latina Aplauso, algunas carcajadas del público tras recordar un suceso entre Vargas Llosa y Borges, y encontes tomó la palabra Raúl Tola, quien además de ser periodista tiene a su cargo la cátedra Vargas Llosa –con la que la Fundación tiene firmado un convenio reciente al que van a dar vida en la próxima feria, según contó Vaccaro–. Tola se reconoció “conmovido” tras a escuchar a Fernández Díaz. “Nos ha llevado de una manera hipnótica a través de la vida de Mario Vargas Llosa, porque me ha hecho recordar al Mario Vargas Llosa de verdad". “Siento que en esta mesa hay una feliz coincidencia, que es que los tres hemos sido entrevistadores profesionales de Mario Vargas Llosa”. Entrevistar a Vargas Llosa era un arte relativamente sencillo, dijo Tola, porque se afrontaba las entrevistas con temor, “por la dimensión del personaje”, pero una vez en la conversación, se descubría que ese personaje tan enorme, tan universal, era al mismo tiempo tan cercano, tan generoso, tan afectuoso y “que las entrevistas podían volverse incluso sencillas”. Generosidad es la virtud que más han destacado los tres, y en este caso, Tola manifestaba que ante la pregunta más estúpida, Vargas Llosa, daba la respuesta más brillante. El periodista peruano también retomó las postas que dejó Fernández Díaz en relación con la literatura argentina. Vargas Llosa decía, además, que siempre era maravilloso acompañarse de Cortázar cada vez que iba a eventos públicos, como las inauguraciones de las exposiciones de arte, porque puede haber una profunda incomodidad cuando el artista te está mostrando sus cuadros. “Uno no siempre sabe qué decir y Cortázar, decía Vargas Llosa, era un absoluto genio en esas circunstancias, capaz de decir cosas del tipo ‘che, ese amarillo me conmueve". Risas del público. El panel destacó la capacidad de Vargas Llosa para llevar historias locales a un escenario universal Y hay un episodio muy divertido de Mario Vargas Llosa en Argentina, recuerda, que cree que está incluido en el artículo “Santa Evita o Los placeres de la necrofilia”, en el que Vargas Llosa cuenta que una frase que repitió sistemáticamente a lo largo de todo ese viaje por el país, para tratar de instar a los argentinos a que se enfrentaran a sus problemas, para era “hay que coger al toro por las astas”. “Una frase que dicha por un peruano es absolutamente inocua, pero que entiendo que aquí en Argentina puede sonar bastante procaz. Y dejó de decirla un día cuando después de unas conferencias, un señor muy mayor se le acercó y le dijo ‘Señor Vargas Llosa, me ha gustado mucho su conferencia, pero eso de coger al toro por las astas es por lo menos sangriento’”. Por su parte, cuenta que él conoció, primero, como peruano, a Vargas Llosa, como figura pública antes que como escritor. Mario Vargas Llosa fue candidato presidencial del Perú en 1990, cuando Raúl Tola tenía 12 años. Al escuchar una conversación entre sus tías, que estaban ponderando la figura de Vargas Llosa, una dijo: “interesantes las cosas que dice, pero me han contado algo que tengo que compartir con ustedes. Es una cosa terrible, pero les pido por favor que no salga de aquí”. Y agrega: “me acuerdo que gritó. Levantó las manos, y espantada gritó: ‘¡Es ateo!’. Y la otra respondió: ‘Y sus novelas son asquerosas’”. Automáticamente, él fue a buscar las novelas de Vargas Llosa para leerlas. Toda esta saga de novelas “absolutamente extraordinarias”, dice, les permitieron tanto a Tola como al resto de los peruanos, conocer mejor a su país. “La idea de que en un país depauperado y que estaba siendo bombardeado, que sufría como sufría el Perú, se pudiera alcanzar la excelencia y ser exitoso. Y no solo eso, sino que se pudiera conseguir la excelencia y ser exitoso contando historias de ese país depauperado y que estaba siendo bombardeado. No hacía falta contar historias de Londres o de París para hacer gran literatura,la gran literatura podía ocurrir en Miraflores, distrito donde yo vivía, o en Barranco, al lugar a donde yo iba a veranear, y esa gran literatura estaba en las novelas de Vargas Llosa“. Con esto, explica, quiere decir que está convencido de que, como en su caso, en el caso de todos los escritores de su generación y ”probablemente todos los escritores" de su generación en América Latina, comenzaron a ser escritores gracias a Mario Vargas Llosa. Incluso quienes ahora peor hablan de él, señala. “Porque él nos enseñó que con esa materia prima, que era nuestra condición de latinoamericanos, se podía hacer altísima literatura,literatura comparable a esos grandes clásicos Víctor Hugo, Flaubert, Faulkner, Hemingway y otros más que nosotros leímos justamente por el propio Vargas Llosa”. Juan Cruz Ruiz recordó cómo "El pez en el agua" reflejó la relación de Vargas Llosa con su padre Juan Cruz Ruiz, por su parte, en exclusiva para Infobae Cultura, antes del acto compartió que la relación con Mario Vargas Llosa se remonta al año 1972. “Al menos para mí, ha sido una enorme alegría conocerlo, y a lo largo del tiempo tengo muchas anécdotas y muchas historias, porque yo he sido su editor durante bastante tiempo en Alfaguara”. Una y otra vez, antes y después del acto, repetirá que Mario Vargas Llosa era extraordinario. No se cansará de echar luz sobre su humanidad. “Era una persona sin miedo y sin capacidad para odiar a la gente. Era un escritor, pero sobre todo para mí era una persona. Una persona que se estrenó a la vida, a las consecuencias que tienen las vidas”. Vivía creyendo que todo iba a ser mejor, cuando de pronto se encontró que todo podía ser peor, cuenta Cruz Ruiz. “Cuando descubrió que tenía padre y ese padre luego, a lo largo del tiempo, lo convirtió a él en una persona triste. Hasta que, finalmente, la literatura lo fue salvando”. Cruz Ruiz profundizará en varias oportunidades acerca del vínculo entre Vargas Llosa y su padre. No solo en las marcas de su obra, sino mucho más adelante en su vida. “Creo que El pez en el agua es el libro más importante de Mario Vargas Llosa, pues fue el que, de una manera u otra, lo fue acompañando a lo largo del tiempo para explicarse a sí mismo qué es lo que había pasado con el padre, por qué él se sintió tan atemorizado por ese hombre y qué significó ese hombre en su historia a lo largo del tiempo". Redobla esta idea para decir que en cada entrevista que le hizo le preguntó por ese libro, que, para Juan Cruz Ruiz, “es el libro más humano de los libros que ha escrito el boom”. En Estocolmo, cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, lo encontró corriendo por el hotel en busca de un médico que le salvara la voz. “La sensación que yo tuve es que esa voz que había perdido y que le hizo recuperar luego un médico, era una lesión mayor de su alma, como si de pronto un episodio terrible, que era el recuerdo de su padre, hubiera entrado en ese episodio que tenía que ser feliz . Ese día, luego, recuperada la voz, él lloró”. Su última visita a Buenos Aires mostró a un escritor frágil pero aún comprometido con la literatura Mario Vargas Llosa, cuenta también su editor y amigo, que ha tenido campañas muy potentes en su contra, escribió de muchos escritores, no solo del pasado, sino también de su presente. “Fue, por ejemplo, y a mí esto me importa mucho resaltarlo el que escribió el mejor libro de quien, con él es el mejor escritor de su generación, Gabriel García Márquez. El libro Historia de un deicidio, que se ha puesto en circulación hace unos años otra vez, explica perfectamente la generosidad literaria y la capacidad para entender la literatura de otros". El periodista y escritor español confiesa que se ha negado reiteradamente, aunque como periodista no ha tenido otro remedio que subrayarlo como pregunta cada vez que era precisa, a saber por qué ocurrió su pelea con el autor de Cien años de soledad. “Siempre me he negado a saber detalles de ese hecho, porque yo prefiero leer Historia de un deicidio y leer a lo largo del tiempo todo lo mucho que él escribió acerca del autor de Cien años de soledad, libro que para Vargas Llosa siempre fue un 10. Fue tal su don de gente que, cuando Gabriel García Márquez enfermó, Mario Vargas Llosa le dijo a Patricia que debían escribirle a Gabo para desearle salud. Años después, cuando Mario Vargas Llosa publicó La fiesta del Chivo, lo llamó al español Gabriel García Márquez para que le trasladara su enhorabuena a quien había sido su amigo y que era su compañero de literaturas. Juan Cruz Ruiz lo define como autor como “admirable con subrayado”. “Generalmente los escritores tienen una tendencia a considerar, una vez que han llegado a la cúpula, que ya tienen derecho a no ser tocados, a no ser tachados, a no ser, digamos, marcados por la el lápiz rojo del editor profesional. Mario jamás tuvo un gesto de ese tipo". El público escucha atento los recuerdos y las anécdotas sobre Mario Vargas Llosa La última vez que lo vio en Madrid, ya Mario Vargas Llosa estaba muy delicado de salud. En una de las últimas ocasiones le explicó que estaba tratando de escribir un nuevo libro, que sería su último libro, que tenía un carácter simbólico y extraordinario, porque sería un libro sobre Jean-Paul Sartre, su primer maestro. ¿Acaso su primera obsesión literaria? se pregunta Cruz Ruiz.
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